El especialista en nutrición Sergio Britos alertó que “el consumo de alimentos ultraprocesados triplica lo recomendable en la dieta infantil y esto pone en riesgo la salud pública a corto y largo plazo”. El nutricionista, investigador y profesor en la UBA y la Universidad Nacional de Entre Ríos, MN 1170, así como miembro de Profeni (Profesionales en Nutrición Infantil), detalló en Infobae en Vivo la situación en Argentina.

El experto profundizó sobre los factores que contribuyen a la expansión de los alimentos ultraprocesados a nivel global, y remarcó que este fenómeno trasciende fronteras y modelos de desarrollo. Cabe recordar que esta temática fue abordada por una serie de artículos en la revista científica The Lancet.

El experto citó investigaciones recientes que vinculan el consumo excesivo de estos productos con obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, entre otros cuadros de salud.

Al ser consultado acerca de qué define a un alimento ultraprocesado, Britos explicó: “Es un término controversial porque todavía no existe una definición consensuada ni está incluido en las legislaciones alimentarias de ningún país, tampoco en la normativa argentina. Sin embargo, en la práctica profesional y en la percepción social, los ultraprocesados se entienden como mezclas industriales de ingredientes con presencia de azúcares agregados, sodio, grasas saturadas y múltiples aditivos, como colorantes, saborizantes y emulsionantes”. Subrayó que, si bien existe variabilidad entre productos, “en general tienen perfiles nutricionales de baja calidad” y que “no todos son iguales”, aunque como grupo representan un riesgo cuando su consumo es frecuente o elevado.

No todos los alimentos ultraprocesados presentan iguales riesgos pero su consumo frecuente o elevado contribuye a perfiles de baja calidad

El nutricionista señaló: “Los panes que no son de panadería, como el pan lactal envasado, se consideran ultraprocesados por la cantidad de aditivos e ingredientes innecesarios”, y lo mismo sucede con “hamburguesas industriales, prefritos, salchichas, fiambres y embutidos”. Advirtió, sin embargo, que “no necesariamente los alimentos caseros preparados en casa son mejores que los productos industriales” si contienen grasas, azúcares y calorías en exceso: “Una torta casera puede ser nutricionalmente peor que un producto industrial”.

En diálogo con Infobae en Vivo, Britos sostuvo que las guías alimentarias recomiendan considerar a estos productos como de “consumo ocasional”, es decir, que no deberían estar ausentes totalmente, pero deberían representar “idealmente menos del 10% de la dieta”. En la realidad, señaló, “datos y encuestas muestran que en la dieta infantil argentina los ultraprocesados llegan a cubrir más del 30% del total calórico, tres veces el límite sugerido”.

Explicó que el azúcar de mesa tiene alta presencia en las infusiones, especialmente en el mate. Comparado con otros países, el nutricionista mostró cierto alivio porque “Argentina aún no está en los niveles de Estados Unidos o México, donde más del 50% de la dieta proviene de ultraprocesados”, pero lamentó que “no vamos por el mejor camino y la tendencia es creciente”. Por eso, insistió en la urgencia de promover educación alimentaria y políticas regulatorias para revertir la situación.

Consultado sobre el acceso a alimentos saludables, el experto fue categórico: “Es mucho más barato comer ultraprocesados o alimentos de baja calidad, porque una dieta saludable cuesta entre un 36 y un 37% más que la canasta básica. Cuando se calcula el valor de 100 calorías de alimentos frescos y de buena calidad frente a los panificados y refinados, el precio es significativamente más alto”.

“Hay un consumo innecesariamente alto de carne y de pan. Podríamos vivir consumiendo la mitad de carne de lo que se consume actualmente, y deberíamos aprovechar más las legumbres”, dijo.

En cuanto al impacto del etiquetado frontal de alimentos, Britos fue realista: “Por ahora no cambió el hábito de consumo, es muy reciente. La ley de etiquetado necesita ser acompañada de educación alimentaria, como ocurrió en Chile. De lo contrario, el etiquetado no logra incidir tanto en las decisiones de compra”.

Al referirse específicamente a la alimentación infantil, compartió resultados de una investigación reciente sobre niños argentinos de entre 4 y 9 años: “Solo el 12% tiene una dieta de buena calidad, el 61% una calidad media y el 27% una calidad baja. El principal problema es la escasa diversidad: los chicos repiten los mismos grupos de alimentos, con un exceso de panificados, harinas, carnes rojas y muy poca presencia de frutas, verduras y lácteos”. Añadió que “el desayuno típico, aún en comedores escolares, suele ser agua azucarada, con poca o ninguna presencia de leche o yogur”.

Sergio Britos advirtió que una dieta saludable cuesta entre un 36 y un 37% más que la canasta básica de alimentos en el país

También aclaró mitos sobre endulzantes como la miel, remarcando que “la miel, usada como azúcar, no supone grandes ventajas nutricionales salvo por algunos minerales mínimos presentes en cantidades insignificantes frente al consumo real”.

En la etapa final del diálogo, Britos fue consultado sobre los ejemplos alimentarios de los chicos con mejor calidad de dieta y detalló: “Un niño del 12% que tiene buena alimentación suele consumir una mayor variedad de frutas, verduras, lácteos, carnes magras y legumbres, combinando alimentos locales y frescos. No se trata solo de excluir ultraprocesados, sino de sumar diversidad y calidad”.

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