“El altruismo es esa capacidad de dar simplemente porque quiero dar y no porque estoy esperando nada a cambio”, expresó la Dra. Lucía Crivelli, neuropsicóloga, al analizar cómo los gestos altruistas no solo inciden positivamente en quienes los reciben, sino que también provocan una profunda satisfacción y bienestar en quienes los realizan.
La especialista remarcó, en diálogo con Infobae en Vivo, que “ayudar al otro activa en nuestro cerebro mecanismos de gratificación que tienen sustento neurobiológico: uno se siente mejor y más feliz después de hacer el bien”. Para la profesional, “el altruismo puede entrenarse y tiene efectos positivos a nivel individual y social”.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Maru Duffard, Ramón Indart y Cecilia Boufflet.
En este contexto, Crivelli se refirió a la importancia de los actos altruistas, su fundamento neurobiológico y cómo quienes ayudan, incluso en los gestos más pequeños, experimentan una transformación interna y mayor bienestar emocional. “Son acciones más frecuentes de lo que se cree, gestos cotidianos que encienden circuitos de empatía y bienestar”, destacó la experta.

En diálogo con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, Crivelli explicó que el altruismo es una cualidad humana que se expresa cada día en las acciones más simples, como dejar pasar a alguien en la fila del supermercado, ayudar a quien tuvo un problema con el auto o donar tiempo y recursos en causas comunitarias. “No importa la grandiosidad del gesto”, puntualizó, “lo esencial es que sea desinteresado, sin buscar un rédito material ni simbólico. Esa pureza en la motivación distingue el verdadero altruismo”.
Desde la neurobiología, la especialista fundamentó que “la motivación fundamental del altruismo es la empatía”. Y explicó: “Existen dos vertientes de empatía: la emocional, cuando siento el dolor o la tristeza ajena, y la cognitiva, al comprender por qué a alguien le ocurre algo”. Cuando estas áreas se activan —el cíngulo anterior y el área tegmental anterior—, surgen las ganas de ayudar. “Después de ayudar, se activa la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la gratificación. Esta reacción del cerebro nos da felicidad y bienestar”, remarcó.
Crivelli profundizó también en el dilema íntimo que muchas personas atraviesan ante una situación de ayuda espontánea: “Se pone en juego una decisión entre la rutina propia y la necesidad ajena. El altruismo implica un costo y un beneficio: frenar la propia agenda para asistir al otro, pero a cambio se recibe satisfacción y sentido”. Según la neuropsicóloga, ayudar “baja el estrés y acerca a la felicidad”, en línea con estudios que muestran que hacer bien a otros tiene impacto positivo en la salud mental.

Durante el diálogo, los conductores plantearon la diferencia entre quienes ayudan genuinamente y aquellos que lo hacen para obtener reconocimiento social. “Cuando la motivación es contarle a los demás o publicarlo en redes buscando aprobación, eso ya no es altruismo”, definió Crivelli. Aunque valoró que siempre es importante promover buenas acciones, sostuvo que la diferencia está en la intencionalidad: “El altruismo auténtico es voluntario y no espera recompensa, ni material ni simbólica”.
Al desarrollar el componente social y evolutivo del altruismo, la experta recalcó: “Como especie, necesitamos que los demás miembros de nuestra comunidad estén bien para prosperar. El altruismo tiene fundamento incluso en la evolución: en humanos, la ayuda al prójimo surge de la empatía y la creatividad para resolver el sufrimiento ajeno. A diferencia de algunos animales que cooperan por pura supervivencia esperando reciprocidad inmediata, los seres humanos pueden dar sin esperar una devolución concreta”.
A lo largo de la conversación en Infobae en Vivo, surgieron testimonios personales y ejemplos cotidianos sobre cómo cada persona percibe su capacidad de ayudar y las veces en que actúa o prefiere no hacerlo. “Muchas personas sienten culpa por no ayudar más, pero es parte de la condición humana. La ayuda implica un costo, un esfuerzo o un sacrificio personal, ya sea de tiempo o de energía”, diferenció Crivelli. Sin embargo, insistió en que aun las pequeñas acciones de amabilidad o escucha activa son expresiones válidas de altruismo cotidiano.
“En ocasiones, uno evalúa si la ayuda implica algún sacrificio. Por ejemplo, donar dinero puede significar poco esfuerzo para una persona acomodada económicamente, mientras que dedicarle tiempo a otro puede ser un acto mucho más generoso”, agregó, señalando la diferencia entre dar lo que sobra y dar lo que cuesta. Así, retomó la importancia del sentido personal y la dimensión psicológica de los gestos altruistas: “Ayudar a otros produce bienestar interno, calma la ansiedad y da propósito”.

En la mesa de debate, se planteó también la cuestión sobre cómo el altruismo puede estar atravesado por ideas religiosas, culturales o filosóficas. La neuropsicóloga remarcó que las experiencias altruistas pueden ser vistas también como un apostolado o camino espiritual, pero la clave está en cómo cada persona vive ese acto y lo que representa para sí misma. “Hacer el bien implica algún nivel de incomodidad o esfuerzo, porque uno pone algo propio para que otro esté mejor”, sostuvo.
Entre los ejemplos y anécdotas compartidos, Crivelli destacó investigaciones científicas que demuestran el atractivo social de las personas altruistas. “Un estudio concluyó que hombres y mujeres tienden a considerar más atractivas a las personas que realizan actos de ayuda que a quienes no lo hacen. El altruismo no solo es valorado, sino que puede tener un impacto visible en las relaciones y la convivencia social”, comentó.
Sobre el aprendizaje del altruismo, la especialista enfatizó que “no se nace altruista: es una capacidad que se desarrolla en comunidad, en familia, a través de los valores que se transmiten. Sin embargo, aun cuando alguien crece sin esos aprendizajes, siempre puede adquirirlos más tarde”. Compartió, además, un dato alentador: “El altruismo es contagioso. Cuando presenciamos un acto altruista, tenemos un 40% más de chances de realizar uno propio”.

En el cierre de la charla en Infobae en Vivo, Crivelli subrayó que “todos, en algún momento de la semana, colaboramos o ayudamos a alguien, incluso con gestos tan simples como escuchar a quien lo necesita, ofrecer tiempo o asesoría, o hacer una contribución en dinero o recursos”. Insistió en que “se pueden entrenar los circuitos de empatía y altruismo. La clave está en reconocer que el bienestar propio también se fortalece cuando se actúa en favor de los otros”.
El análisis abordó múltiples perspectivas sobre los grados y formas de ayuda, desde las grandes manifestaciones hasta los gestos más imperceptibles. “Sobre todo en estas fechas cercanas a las fiestas, es importante destacar que todos podemos hacer algo, que no hay requisitos de grandeza para asistir y que el impacto suele multiplicarse: ayudar, transforma tanto a quien recibe como a quien da”, concluyó la neuropsicóloga.
La columna completa a Lucía Crivelli
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