
La ciencia actual, según recoge GQ, cuestiona la idea de que la vejez comience a una edad determinada. En vez de un umbral fijo, el envejecimiento es un proceso gradual, influido tanto por factores biológicos como por la percepción personal y los hábitos diarios.
Esta visión, respaldada por investigaciones recientes y expertos internacionales, invita a reconsiderar lo que significa envejecer y cómo cada persona puede influir en su propia longevidad.
Eric Verdin, presidente y director ejecutivo del Instituto Buck para la Investigación del Envejecimiento en California, destacó a GQ que los avances científicos más recientes no han identificado un punto biológico que marque el paso entre la mediana edad y la vejez. “No existe un punto de inflexión biológico claro que marque la transición de la mediana edad a la vejez”, afirmó Verdin.

Esta perspectiva se respalda en estudios como el de la Universidad Humboldt de Berlín, que señala un aumento en la edad a partir de la cual las personas se consideran viejas. Además, los adultos de mediana edad y mayores suelen sentirse más jóvenes hoy que hace una o dos décadas, reflejando un cambio en la percepción social y la experiencia individual del envejecimiento.
Edad cronológica, edad biológica y estado mental
La distinción entre edad cronológica y edad biológica resulta esencial para comprender este fenómeno. Mientras la edad cronológica se mide según los años transcurridos desde el nacimiento, la edad biológica refleja el estado real del cuerpo a nivel celular.
GQ indica que numerosos organismos y gobiernos sitúan la vejez a partir de los 62 o 65 años, aunque estos valores responden a necesidades administrativas, no biológicas. El estudio citado por el medio remarca que el estado mental y la autopercepción tienen una influencia considerable: una persona puede sentirse mayor si así lo cree, más allá de su edad cronológica o biológica. Y viceversa.

El impacto de los hábitos y la autopercepción en el proceso de envejecer ha sido analizado por varios expertos. Becca Levy, profesora de epidemiología en la Universidad de Yale, advirtió a GQ que “las creencias negativas sobre la edad pueden conducir a un deterioro de la salud física, mental y cognitiva”.
Los estilos de vida resultan determinantes: la adopción de rutinas saludables puede ralentizar el envejecimiento, mientras que el estrés y las enfermedades lo aceleran.
En ese sentido, Ahron Friedberg, profesor clínico de psiquiatría en la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Mount Sinai, sostuvo que la sensación de vejez depende más de la actitud mental que de un hecho biológico.
Superenvejecedores y longevidad funcional
El fenómeno de los “superenvejecedores” demuestra que el envejecimiento no es un proceso uniforme. Según información de GQ, existen personas mayores de 70 u 80 años que mantienen capacidades físicas y cognitivas sobresalientes, desafiando los estereotipos tradicionales sobre la vejez.

Estos casos confirman que el proceso de envejecer puede variar considerablemente entre individuos y que la longevidad funcional es cada vez más alcanzable.
Para retrasar los efectos del tiempo, GQ resume una serie de recomendaciones respaldadas por la ciencia: mantener una alimentación equilibrada, realizar actividad física regularmente, dormir lo suficiente, proteger la piel del sol y estimular la mente.

La adopción de estos hábitos favorece la juventud funcional, mejora la salud general y puede influir tanto en la percepción personal de la edad como en la calidad de vida a largo plazo.
En definitiva, la edad sentida no depende únicamente de factores biológicos, sino que está profundamente ligada a la actitud y la percepción individual. La ciencia subraya que juventud o vejez no se definen por un número, sino por la forma en que cada quien vive y se percibe a sí mismo.