
La ansiedad por la salud registró un aumento en los últimos años, fenómeno que el psicólogo clínico Josh Spitalnick relaciona con el impacto de factores sociales recientes y la sobreabundancia de información médica.
En una entrevista con Peter Attia en The Peter Attia Drive Podcast, Spitalnick, especialista en ansiedad y trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), detalló las claves para comprender, diagnosticar y abordar la ansiedad, subrayando que la preocupación por la salud “se ha disparado en los últimos 4 años”.
Spitalnick, responsable de una clínica en Atlanta y con pacientes de todo Estados Unidos, explicó que la ansiedad abarca cuatro dimensiones: física, emocional, cognitiva y conductual.
“La ansiedad es una experiencia muy física y emocional, pero también involucra cómo pensamos y cómo actuamos”, señaló el especialista. Esta perspectiva integral le permite adaptar las intervenciones a cada paciente según sus síntomas y necesidades.
Diferencia entre preocupación normal y trastorno de ansiedad
Uno de los conceptos relevantes que Spitalnick expuso en el podcast es la diferencia entre preocupación y trastorno de ansiedad. Indicó que la evitación distingue ambos estados: “La evitación es el hilo conductor de todos los trastornos de ansiedad”.

La preocupación surge como reacción a la incertidumbre, mientras que el trastorno aparece cuando la persona modifica su comportamiento para evitar el malestar, lo que termina deteriorando su calidad de vida.
“Si no hay disfunción en la vida diaria, hablamos de preocupaciones; pero cuando la evitación empieza a limitar relaciones, trabajo o actividades sociales, estamos ante un trastorno”, puntualizó.
La evitación puede ser evidente, como ausentarse de encuentros sociales, o sutil, mediante rituales mentales. Advirtió que muchos no reconocen estos rituales internos, como el pensamiento repetitivo o la búsqueda compulsiva de información en internet, pero resultan igual de perjudiciales que las conductas evitativas visibles.

“La persona con ansiedad por la salud puede pasar horas buscando síntomas en Google o consultando a familiares en busca de opiniones médicas, sin hallar nunca la tranquilidad que busca”, detalló.
Categorías, causas contemporáneas y consecuencias de la ansiedad por la salud
Respecto a la ansiedad por la salud, Spitalnick precisó que no se limita a un único diagnóstico, sino que engloba varios trastornos, entre ellos el de ansiedad por enfermedad (antes hipocondría) y el de síntomas somáticos.
El especialista relató casos donde los pacientes, aun con diagnósticos médicos negativos, continúan convencidos de padecer una enfermedad grave. “El dolor es real, la sensación es real, el síntoma es real, pero puede que no sea indicativo de lo que la persona cree”, afirmó.
Esta convicción puede derivar en consultas frecuentes, pruebas y tratamientos innecesarios, provocando un impacto considerable en la vida personal y familiar.

El crecimiento de la ansiedad por la salud está estrechamente vinculado con la pandemia de COVID-19, el acceso masivo a información médica por redes sociales y dispositivos portátiles, y la facilidad para consultar registros médicos en línea.
“Hoy, los pacientes llegan al consultorio con un diagnóstico propio basado en lo que leyeron en internet o en redes sociales, lo que complica más la evaluación clínica”, advirtió Spitalnick. La cultura de la inmediatez y la búsqueda de certezas alimentan la demanda de respuestas rápidas, que rara vez generan alivio duradero.
Tratamiento y desafíos para pacientes y profesionales
Sobre el enfoque terapéutico, Spitalnick fue enfático: “El tratamiento de elección es la terapia cognitivo-conductual y la terapia de exposición”. Estas intervenciones, avaladas por la investigación, están orientadas a que el paciente enfrente sus miedos de manera gradual y segura, disminuyendo la evitación y ampliando su tolerancia a la incertidumbre.
La terapia de exposición permite experimentar los síntomas temidos en un entorno controlado, aprendiendo que es posible manejarlos sin recurrir a rituales ni conductas evitativas.

En ocasiones, el tratamiento se complementa con medicación, especialmente inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), y con cambios en el estilo de vida, como la actividad física y prácticas de mindfulness.
Spitalnick también mencionó los retos que enfrentan los afectados y los profesionales de la salud mental. La flexibilidad cognitiva, es decir, la capacidad de considerar nuevas ideas y modificar creencias rígidas, resulta fundamental para la mejora.
“Cuando una persona no está dispuesta a considerar alternativas o a probar nuevas estrategias, la recuperación se complica”, advirtió. Asimismo, la presencia conjunta de otros trastornos, como el consumo de sustancias o el déficit de atención, puede dificultar el proceso y requerir un enfoque multidisciplinario.

También resaltó la importancia de no trivializar la ansiedad por la salud ni verla como una simple búsqueda de atención o un problema menor. “Es desalentador ver que a muchos pacientes se les dice que están inventando sus síntomas o que solo buscan medicamentos. Nadie quiere vivir así”, afirmó.
Según datos epidemiológicos citados por el propio especialista, entre el 4% y el 8% de la población experimenta algún tipo de ansiedad por la salud, y entre personas con enfermedades crónicas, la prevalencia supera el 30%.
Frente a este panorama, Spitalnick destacó la importancia de priorizar la calidad de vida por encima de la obsesión por certezas médicas. “No se trata de eliminar el malestar, sino de construir una vida más rica y significativa”, concluyó en el podcast.
Además, invitó a reflexionar sobre la forma en que cada persona desea vivir el tiempo disponible, recordando que existe la posibilidad de elegir cómo aprovechar al máximo la propia existencia.