
El consumo de alcohol es una práctica social común, pero los efectos que produce en el cuerpo y la mente cambian notablemente con el tiempo.
Un informe de The Times describió cómo las consecuencias cognitivas y fisiológicas del alcohol evolucionan desde la juventud, cuando la tolerancia parece mayor, hasta la madurez y la vejez, etapas en las que aumentan los riesgos cardiovasculares y neurológicos.
Mientras que en los 20 años el organismo aparenta resistir los excesos, esa percepción se transforma con el envejecimiento. Factores como la disminución de la actividad enzimática hepática, la variación hormonal y la reducción de la masa muscular modifican la forma en que el cuerpo procesa el alcohol.

La Dra. Brooke Scheller afirmó a The Times: “Con la edad, se produce una disminución natural de la actividad enzimática en el hígado”. Esto exige un mayor esfuerzo del organismo para depurar toxinas. La ralentización metabólica incrementa la sensibilidad al alcohol y puede intensificar síntomas como fatiga, antojos y aumento de peso.
20 años: resistencia física, vulnerabilidad mental
A los 20, el cuerpo alcanza su máximo de resistencia, pero el cerebro sigue desarrollándose. Los lóbulos frontales, responsables del razonamiento y la toma de decisiones, completan su maduración cerca de los 25 años.
El alcohol, al actuar como sustancia depresora, puede aumentar el riesgo de ansiedad y depresión, lo que genera una especial vulnerabilidad en la salud mental de este grupo.
30 años: efecto sobre fertilidad, piel y energía
En los 30, muchas personas contemplan la posibilidad de formar una familia. Karen Tyrell, directora ejecutiva de Drinkaware, indicó que el alcohol afecta la fertilidad tanto en hombres como en mujeres por su capacidad para disminuir el recuento de espermatozoides y favorecer la disfunción eréctil.

Scheller añadió que el organismo prioriza la metabolización del alcohol frente a la de nutrientes, lo que contribuye a deficiencias como la de vitamina B12, relevante para la fertilidad.
Además, un consumo prolongado perjudica la energía y la salud cutánea debido a la inflamación y el daño al colágeno, y ralentiza la regeneración celular.
40 años: influencia en el sueño, hormonas y grasa abdominal
Al avanzar la edad, alteraciones hormonales y del descanso resultan más evidentes. Scheller explicó que el alcohol agrava el sueño y eleva el estrés al modificar los ritmos del cortisol y agotar nutrientes como el magnesio, necesarios para el equilibrio hormonal.
Unas pocas copas pueden inducir el sueño pronto, pero perjudican la profundidad del descanso y la capacidad regenerativa corporal.

Las diferencias de género inciden en la metabolización: las mujeres tardan más en eliminar el alcohol, fenómeno que se intensifica con el paso de los años.
En el caso masculino, el descenso de testosterona facilita su conversión en estrógeno, lo que favorece la acumulación de grasa abdominal. Disminuir la frecuencia del consumo puede generar cambios visibles en la piel, el estado de ánimo y la energía cotidiana.
50 años: síntomas solapados y riesgo cognitivo
En los 50, los malestares físicos y emocionales suelen atribuirse a la menopausia o el envejecimiento, pero a menudo están relacionados con el alcohol. Scheller señaló a The Times que “mucha gente confunde los efectos del alcohol con desequilibrios hormonales”.

El alcohol afecta los neurotransmisores cerebrales, lo que agrava la ansiedad y el estrés. Incluso el consumo moderado puede reducir la materia gris y blanca, impactando la memoria, la toma de decisiones y la regulación emocional. A largo plazo, estos cambios aumentan el riesgo de deterioro cognitivo y enfermedades como el Alzheimer.
60 años: cáncer y debilidad ósea
En esta etapa, las variaciones hormonales disminuyen, pero el alcohol eleva el riesgo de al menos siete tipos de cáncer, entre ellos, mama, hígado, colon y cavidad oral. Los expertos consultados por The Times destacaron la fuerte asociación entre el consumo de bebidas alcohólicas y el cáncer de mama, que afecta a una de cada siete mujeres.
El alcohol también debilita los huesos al interferir en la remineralización, lo que provoca un deterioro más rápido que la regeneración.
70 años o más: presión arterial y corazón
En la vejez, los efectos del alcohol sobre la presión arterial se intensifican y crece el peligro de accidentes cerebrovasculares y complicaciones cardiovasculares. Scheller mencionó que la presión suele ser uno de los primeros parámetros en mejorar tras dejar de consumir alcohol.

Además destacó que reducir la ingesta beneficia la salud cardiovascular al disminuir la inflamación y reducir la carga sobre el corazón.
Expertos coincidieron en que reducir el consumo ofrece ventajas a cualquier edad. Scheller recomendó realizar pausas habituales de dos o tres meses para permitir que el cuerpo se recupere y reequilibre, señalando que un descanso más prolongado puede ayudar a notar la diferencia que supone no beber.
Según The Times, los efectos del alcohol son acumulativos y sus consecuencias aumentan con los años. Comprender cómo se modifican sus efectos en cada etapa de la vida permite identificar los riesgos y la importancia de adaptar los hábitos de consumo conforme se envejece.