La progresión silenciosa del enfisema puede llevar a que los síntomas pasen inadvertidos durante años, hasta que la dificultad para respirar se convierte en una limitación incluso en reposo. Este trastorno, que constituye una de las formas más frecuentes de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), afecta de manera irreversible la estructura de dichos órganos y compromete la calidad de vida de quienes lo padecen.
Según el centro médico académico estadounidense Mayo Clinic, el enfisema daña progresivamente las paredes de los alvéolos, es decir, los pequeños sacos de aire responsables del intercambio de oxígeno, dificultando la expulsión del aire viciado y reduciendo la entrada del elemento fresco.
Entre los síntomas habituales se encuentran la falta de aire durante la actividad física, las sibilancias al exhalar, la tos persistente, la opresión torácica, el cansancio extremo, la pérdida de peso y la hinchazón de tobillos en fases avanzadas.
Aunque el daño pulmonar suele manifestarse después de los 40 años, el proceso puede comenzar mucho antes, sin que el paciente lo perciba. Por otro lado, según la institución médica, la gravedad de la enfermedad varía, pero en todos los casos el enfisema tiende a empeorar con el tiempo.
El principal factor de riesgo identificado por la Mayo Clinic es el consumo de tabaco, tanto de cigarrillos como de puros, pipa o marihuana, y el riesgo aumenta con la cantidad y duración del hábito.
La exposición al humo de segunda mano, a contaminantes ambientales internos y externos, y a polvos o vapores en el entorno laboral también incrementa la probabilidad de desarrollar la enfermedad. Además, la deficiencia genética de alfa-1 antitripsina puede predisponer a ciertos individuos, incluso en ausencia de exposición a tabaco.
Qué opciones terapéuticas existen para el enfisema
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, a través de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), señala que no existe un tratamiento capaz de revertir el daño pulmonar causado por el enfisema. No obstante, modificar los factores de riesgo y controlar los síntomas permite ralentizar la progresión de la enfermedad y mejorar la calidad de vida.
El abordaje terapéutico se adapta a la gravedad de los síntomas y a la frecuencia de las exacerbaciones, clasificando la EPOC en cuatro estadios GOLD para personalizar el tratamiento.
En el ámbito farmacológico, los broncodilatadores constituyen la primera línea de tratamiento. Estos medicamentos, administrados por inhalación, se dividen en β2-agonistas y anticolinérgicos, y su función principal es mejorar el flujo de aire y la tolerancia al ejercicio.
Los primeros, de acción corta, como el albuterol, se emplean para aliviar la disnea intermitente, mientras que los de acción prolongada, como el formoterol o el salmeterol, se prescriben cuando los síntomas se intensifican.
Los anticolinérgicos, como el tiotropio, pueden administrarse una vez al día para el control sostenido de los síntomas, detallan los NIH. Entre los efectos secundarios de estos fármacos se encuentran las arritmias, temblores e hipopotasemia, por lo que se recomienda precaución en pacientes con insuficiencia cardíaca.
El uso de corticosteroides inhalados, como la beclometasona, la budesonida o la fluticasona, complementa la acción de los broncodilatadores, aunque puede asociarse a infecciones locales, tos y neumonía. Por oteo lado, los corticosteroides sistémicos se reservan para las exacerbaciones agudas, evitando su uso prolongado en pacientes estables debido al riesgo de efectos adversos.
Para casos de obstrucción grave que no responden a otros tratamientos, el roflumilast, un inhibidor oral de la fosfodiesterasa-4, puede añadirse al régimen terapéutico.
La terapia triple inhalada, que combina un LABA, un LAMA y un corticosteroide inhalado, ha sido recientemente aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos y se administra una vez al día, ofreciendo una opción avanzada para el control de la EPOC.
En pacientes con deficiencia de alfa-1 antitripsina, la terapia de aumento intravenosa puede considerarse, aunque su elevado costo y disponibilidad limitada representan obstáculos significativos, explica la institución estadounidense.
El tratamiento de apoyo abarca la oxigenoterapia, el soporte ventilatorio, la rehabilitación pulmonar y los cuidados paliativos. La de carácter continuo, definida como más de 15 horas diarias, está indicada en pacientes con una presión arterial de oxígeno (PaO₂) inferior a 55 mmHg o una saturación de oxígeno menor al 88 %, y ha demostrado aumentar la supervivencia en casos de hipoxemia grave. Su objetivo es mantener una saturación superior al 90 %.
La ventilación con presión positiva no invasiva (VPNPI) se recomienda como primera opción en episodios de insuficiencia respiratoria aguda, ya que mejora el intercambio gaseoso, reduce la duración de la hospitalización y disminuye la mortalidad. Si la VPNPI no resulta eficaz, se recurre a la ventilación mecánica invasiva.
La rehabilitación pulmonar, por su parte, está indicada para pacientes con síntomas graves y frecuentes exacerbaciones, especialmente en los estadios GOLD B, C y D, ya que contribuye a reducir la disnea y las hospitalizaciones.
Los cuidados paliativos se integran desde el diagnóstico, aunque suelen intensificarse en fases avanzadas, con el objetivo de controlar los síntomas, facilitar la toma de decisiones y mejorar el bienestar emocional. El manejo de la disnea avanzada puede incluir opioides en dosis bajas, modificaciones en el estilo de vida y técnicas de relajación.
En el campo de la terapia intervencionista, se contemplan procedimientos mínimamente invasivos como las intervenciones broncoscópicas y la cirugía de reducción del volumen pulmonar, reservados para pacientes con enfermedad avanzada que no responden al tratamiento médico convencional.
El trasplante pulmonar se considera cuando el volumen espiratorio forzado en un segundo (FEV1) o la capacidad de difusión de monóxido de carbono (DLCO) descienden por debajo del 20 %.
Prevención y cuidados, el primer paso contra el enfisema
La reducción de los factores de riesgo es esencial en el manejo del enfisema; de hecho, la terapia para dejar de fumar representa la intervención más eficaz para frenar la progresión de la enfermedad.
Minimizar la exposición a contaminantes domésticos, como el humo de combustión, y mejorar la ventilación de los espacios habitables también resultan beneficiosos.
En casos de síntomas graves no controlados, la administración diaria de opioides orales puede considerarse, y la suplementación nutricional es recomendable en pacientes con desnutrición para preservar la fuerza y la salud general.
De acuerdo con el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, la vacunación desempeña un papel preventivo fundamental. En dicho contexto, la vacuna antineumocócica 23-valente debe administrarse cada cinco años a mayores de 65 años o a quienes presentan otras enfermedades cardiopulmonares, mientras que la vacuna antigripal se recomienda anualmente a todos los pacientes con EPOC.
En casos posteriores a un diagnóstico, el asesoramiento sobre el uso correcto de los inhaladores de dosis medida contribuye a reducir las tasas de reingreso hospitalario, asegurando que los pacientes utilicen sus medicamentos de manera eficaz. Además, la práctica regular de ejercicio físico ayuda a mantener la movilidad, optimizar la función pulmonar y favorecer el bienestar general.