La mortalidad por enfermedades hepáticas se cuadruplicó en los últimos 50 años (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las enfermedades hepáticas experimentaron un aumento significativo en la mortalidad en las últimas cinco décadas, con un número de fallecimientos cuatro veces mayor, según datos del British Liver Trust (BLT).

El hígado, un órgano fundamental para el equilibrio diario del organismo, suele deteriorarse de manera silenciosa, incluso cuando el daño es severo.

Existe una percepción extendida que asocia los problemas hepáticos únicamente al consumo de alcohol, aunque factores actuales como el sedentarismo, una alimentación inadecuada y el sobrepeso influyen de manera decisiva.

El sedentarismo y la mala alimentación se han convertido en factores tan dañinos para el hígado como el consumo de alcohol (Crédito: Freepik)

Philip Newsome, profesor de hepatología del King’s College de Londres y asesor clínico del BLT, destacó a The Times que “muchas personas desconocen que la mala alimentación, la falta de ejercicio, el sobrepeso y el exceso de grasa abdominal probablemente implican la acumulación de grasa en el hígado, lo que aumenta el riesgo de problemas”.

Un órgano esencial sometido a presión

El hígado lleva a cabo más de 500 funciones esenciales, como la filtración de toxinas, la regulación del metabolismo, la digestión de nutrientes, el equilibrio de los fluidos y la coagulación sanguínea.

También interviene en la eliminación de colesterol, hormonas y medicamentos, y respalda al sistema inmunológico. Sin embargo, esta compleja maquinaria enfrenta una presión creciente causada por los hábitos de vida actuales.

La enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD) se ha convertido en una de las afecciones más comunes (Crédito: Freepik)

Una de las afecciones más frecuentes es la enfermedad hepática esteatósica asociada a disfunción metabólica (MASLD), antes reconocida como hígado graso no alcohólico. Esta patología, caracterizada por un exceso de grasa acumulada en el hígado, afecta principalmente a personas de mediana edad, pero puede detectarse a cualquier edad.

Factores de riesgo y daño silencioso

La lesión hepática suele desarrollarse a lo largo de los años. La nutricionista clínica Sarah Di Lorenzo explicó a The Times que “un daño hepático significativo no ocurre después de un fin de semana de atracones, sino a lo largo de muchos años de someterlo a una gran presión”.

Con frecuencia el daño permanece oculto durante décadas y solo resulta evidente en etapas avanzadas, generalmente después de los cincuenta o sesenta años, cuando la reserva funcional del hígado se agota.

Factores como la obesidad abdominal y la diabetes tipo 2 incrementan la probabilidad de sufrir daño hepático irreversible (Freepik)

La grasa abdominal y la diabetes tipo 2 aumentan notablemente el riesgo. La MASLD puede progresar hacia insuficiencia hepática o cáncer en determinados pacientes. A pesar de este panorama, la prevención resulta alentadora: el BLT estima que nueve de cada diez casos podrían evitarse mediante modificaciones en el estilo de vida.

Prevención y regeneración

El hígado cuenta con una capacidad única para autorrepararse, sobre todo si se detecta el daño en etapas iniciales. Di Lorenzo subrayó que es extraordinariamente indulgente, aunque advirtió que su capacidad de regeneración disminuye con la edad.

La ciencia respalda este mensaje: la detección precoz y las intervenciones adecuadas logran revertir lesiones incipientes y restaurar funciones esenciales.

Sin radares, ni comunicación por radio, el deterioro avanza de manera inadvertida, pero también ofrece un margen de acción considerable si se atienden los factores modificables.

Alcohol, café y vitamina D: hábitos en revisión

El BLT enfatizó que el hígado no dispone de un límite seguro para metabolizar alcohol. Mientras que los procesos enzimáticos responsables de eliminar el etanol se deterioran con la edad, la permanencia de toxinas aumenta, incrementando el riesgo de inflamación, cicatrización y cirrosis tanto en consumidores moderados como excesivos.

El consumo regular de café se asocia con una disminución significativa en el desarrollo y la progresión de afecciones hepáticas crónicas (Imagen Ilustrativa Infobae)

En sentido contrario, investigaciones conjuntas de las universidades de Southampton y Edimburgo sobre más de 380.000 individuos hallaron que ingerir entre tres y cuatro tazas de café al día reduce en un 21% el riesgo de enfermedad hepática crónica y en un 49% la mortalidad asociada. El café promueve la eliminación de grasa y eleva antioxidantes como el glutatión.

Además, Newsome recomendó la suplementación con vitamina D. Un análisis con casi cuatro millones de sujetos identificó que las personas con déficit de vitamina D presentan mayor riesgo de enfermedad hepática y de cicatrización; otro trabajo publicado por Nature Communications evidenció que la vitamina ayuda a reducir la inflamación del órgano.

El peso corporal y terapias emergentes

Disminuir la grasa, en particular la abdominal, es clave para la salud hepática. Existe una relación directa entre sobrepeso y la enfermedad del hígado graso, tal como subrayó Di Lorenzo: “Comer en exceso acumula grasa tanto en el cuerpo como en el hígado”.

Estudios de la Universidad de Boston evidenciaron que una pérdida de entre 7 y 10% del peso corporal puede revertir el daño hepático en pacientes con exceso de peso.

Perder entre 7% y 10% del peso corporal puede mejorar notablemente la salud hepática (Imagen Ilustrativa Infobae)

En el ámbito farmacológico se exploran tratamientos con semaglutida para abordar la esteatohepatitis asociada a disfunción metabólica (MASH). Ensayos recientes publicados en New England Journal of Medicine documentaron que, después de 72 semanas de tratamiento, aproximadamente 63% de los pacientes presentaron reducciones de grasa e inflamación en el hígado.

Ejercicio, movimientos diarios y prevención colectiva

La actividad física regular reduce notablemente el riesgo de MASLD y otras patologías hepáticas. Un estudio con 91.000 participantes británicos realizado en Oxford mostró que cada 1.000 pasos adicionales al día reducen en 12% el riesgo de desarrollar hígado graso y MASLD.

Caminar tras comer mejora el control de los picos de glucosa, un factor destacado en la inflamación hepática. Incluso una corta caminata rápida de dos a tres minutos después de las comidas resulta significativamente más beneficiosa que permanecer sentado.

Incorporar caminatas cortas diarias, especialmente después de comer, puede contribuir de manera sustancial a la salud del hígado (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las recomendaciones actuales destacaron la importancia de controlar el peso, reducir la ingesta de alcohol, asegurar un buen nivel de vitamina D, consumir café y mantener actividad física diaria, especialmente tras las comidas. Estos hábitos refuerzan la salud hepática y ayudan a enfrentar un problema creciente de salud pública.