¿La kombucha es realmente la aliada de la salud intestinal que muchos creen? Aunque esta bebida fermentada ha ganado popularidad y se promociona con promesas de bienestar, la evidencia científica en humanos aún no respalda la mayoría de sus supuestos beneficios, según The New York Times. A pesar de contener compuestos saludables, los estudios recientes muestran resultados limitados sobre su impacto real en la salud.
La kombucha se elabora a partir de té, azúcar y una colonia simbiótica de bacterias y levaduras, conocida como SCOBY. Durante la fermentación, las levaduras transforman el azúcar en alcohol y dióxido de carbono, lo que otorga a la bebida su característico burbujeo.
Posteriormente, las bacterias convierten la mayor parte del alcohol en ácidos, generando un sabor avinagrado. El producto final contiene cafeína, polifenoles y una pequeña cantidad de alcohol. En las versiones comerciales, el contenido alcohólico no supera el 0,5% para evitar su clasificación como bebida alcohólica.
Según Heather Hallen-Adams, profesora asociada de ciencia y tecnología de los alimentos en la Universidad de Nebraska-Lincoln, algunas marcas añaden azúcar o jugos de frutas para endulzar la kombucha, mientras que otras la aromatizan con frutas, hierbas o especias.
Además, la mayoría de las kombuchas comerciales contienen microorganismos vivos, aunque ciertos productos se pasteurizan o filtran para prolongar su vida útil, lo que elimina estos microbios, como explicó a The New York Times Justin Sonnenburg, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Stanford.
Beneficios atribuidos y evidencia científica sobre la kombucha
En redes sociales, la kombucha se promociona como una panacea capaz de mejorar la salud digestiva, ayudar a perder peso, controlar la diabetes tipo 2 y reducir el riesgo de enfermedades cardíacas y cáncer. Sin embargo, Gabriela Fraiz, doctoranda en ciencias de la nutrición en la Universidad Federal de Viçosa (Brasil), advierte que la mayoría de estas afirmaciones carecen de respaldo en investigaciones con humanos.
Fraiz, quien consume kombucha regularmente y ha notado mejoras personales en su digestión, subraya que la evidencia científica sólida es escasa y que los beneficios reportados en animales no siempre se replican en personas, según detalló a The New York Times.
Los estudios clínicos más recientes ofrecen una visión más precisa. En un ensayo controlado aleatorizado realizado en 2024 con aproximadamente 60 personas con sobrepeso, Fraiz y su equipo observaron que quienes bebieron cerca de 200 mililitros de kombucha al día durante diez semanas no experimentaron una mayor pérdida de peso ni cambios significativos en la composición de su microbiota intestinal respecto al grupo de control.
No obstante, los participantes que consumieron kombucha reportaron menos episodios de reflujo ácido, hinchazón y estreñimiento.
Otro estudio limitado, también de 2024, incluyó a 16 personas que tomaron dos tazas diarias de kombucha durante cuatro semanas. Los resultados no mostraron mejoras en la presión arterial, el colesterol ni los niveles de inflamación en comparación con un grupo de ocho personas que no la consumieron.
Estudios recientes y recomendaciones de expertos sobre fermentados
Algunas investigaciones sugieren un posible efecto sobre el control glucémico. Un estudio de 2023 con 11 adultos sanos evaluó la respuesta glucémica tras consumir una comida estándar acompañada, en días distintos, de agua con gas, una limonada dietética sin azúcar o kombucha.
Cuando los participantes bebieron kombucha, sus niveles de azúcar en sangre después de la comida fueron aproximadamente un 20% más bajos que con las otras bebidas.
Otro ensayo de 2023, en el que 12 personas con diabetes tipo 2 tomaron una taza diaria de kombucha durante cuatro semanas, mostró una reducción significativa en los niveles de glucosa en ayunas. Sin embargo, Dan Merenstein, profesor de medicina familiar en la Universidad de Georgetown y coautor de este último estudio, advirtió a The New York Times que el tamaño reducido de la muestra impide extraer conclusiones definitivas.
Sonnenburg, de Stanford, señaló que la investigación disponible no permite afirmar que la kombucha, por sí sola, aporte beneficios claros para la salud. No obstante, algunos estudios limitados asocian el consumo variado de alimentos fermentados —como kombucha, yogur, kéfir, kimchi y chucrut— con una microbiota intestinal más saludable y una menor inflamación sistémica, según informó The New York Times.
Ante la falta de pruebas concluyentes, los expertos recomiendan cautela. Sonnenburg considera que una kombucha baja en azúcar puede ser una alternativa más saludable frente a refrescos azucarados o cócteles, siempre que se consuma con moderación. Para quienes optan por comprarla, sugiere elegir productos con una lista de ingredientes sencilla —té, azúcar y, opcionalmente, jugo de fruta, hierbas o especias— y evitar aquellos con altos niveles de azúcares añadidos, que pueden superar los 10 gramos por porción.
En cuanto a la elaboración casera, Hallen-Adams aconseja adquirir el SCOBY en comercios de confianza y mantener una higiene estricta durante el proceso, siguiendo las instrucciones al pie de la letra.
Si aparece moho, recomienda desechar tanto la bebida como el cultivo. Merenstein, por su parte, recomienda a las personas inmunodeprimidas optar por versiones comerciales, ya que presentan menos riesgos de contaminación.
Aunque los incidentes graves son poco frecuentes, existen reportes de problemas de salud asociados al consumo de kombucha, principalmente de origen casero. Entre estos casos se han documentado lesiones hepáticas y alteraciones graves en los niveles de acidez corporal, lo que subraya la importancia de la precaución al preparar y consumir esta bebida.