En la búsqueda de alimentos que mejoren la calidad de vida, el amaranto cobró fuerza tanto en la cocina cotidiana como en la medicina natural. Esta semilla, de historia milenaria en América y presencia fundamental en la dieta de culturas como la azteca y la inca, despierta interés por su perfil nutricional y por su impacto positivo en la digestión, el metabolismo y la salud general. Aunque suele clasificarse como cereal, el amaranto es técnicamente un pseudocereal, similar a la quinoa, y debe su creciente popularidad a la cantidad y variedad de nutrientes que aporta en porciones pequeñas y fáciles de incorporar en recetas dulces y saladas.
Cuáles son los beneficios para la salud del amaranto
El amaranto interviene en el bienestar digestivo por su alto contenido de fibra, calidad que facilita la motilidad intestinal y el equilibrio de la flora bacteriana. Esta propiedad lo distingue, especialmente en comparación con granos tradicionales, ya que suma compuestos antioxidantes, polifenoles y péptidos con capacidad antiinflamatoria que pueden reducir molestias en el tracto digestivo. Además, no contiene gluten, lo que favorece su inclusión en dietas para personas celíacas o con sensibilidad a proteínas del trigo.
Varios estudios relevan la relación del amaranto con la salud de huesos y músculos. La semilla concentra minerales como calcio, magnesio y fósforo, indispensables para la fortaleza ósea y la prevención de enfermedades degenerativas como la osteoporosis. También aporta zinc y selenio, dos minerales fundamentales para reforzar el sistema inmunológico y favorecer la defensa contra infecciones.
El amaranto contribuye a regular el colesterol en sangre gracias a compuestos como el beta-sitosterol. Este elemento limita la absorción del llamado colesterol malo (LDL), mientras las grasas poliinsaturadas presentes en el grano potencian la salud cardiovascular. En modelos experimentales, la ingesta regular de amaranto permitió reducir entre un 21% y un 50% el colesterol LDL de muy baja densidad. Su acción sobre la presión arterial y el perfil lipídico lo posiciona como un aliado de la prevención de enfermedades cardíacas.
El valor nutricional del amaranto
Cada ración de amaranto entrega una cantidad óptima de calorías, proteínas, fibra y micronutrientes esenciales, razón por la que se lo suele considerar un superalimento. Aporta abundantes proteínas de alta calidad; a diferencia de la mayoría de los vegetales, contiene los nueve aminoácidos esenciales que el organismo necesita, incluidos la lisina y la metionina, difíciles de hallar en otros granos. El nivel proteico llega al 15% del peso del grano, superando así a la mayoría de los cereales comunes y facilitando su uso en dietas para deportistas o personas con requerimientos elevados de proteína.
Respecto a vitaminas, destaca por su aporte de las del grupo B (como B1, B2 y B3), además de cantidades menores de vitamina A, C y E. El perfil mineral del amaranto abarca magnesio, hierro, fósforo, potasio y manganeso, por lo que una taza puede cubrir la dosis diaria recomendada de este último nutriente. Las fibras insolubles y solubles contribuyen a equilibrar el metabolismo y a prolongar la saciedad, lo que lo transforma en una opción relevante para quienes buscan un control natural del peso.
¿Cómo puede beneficiar el amaranto a una dieta para diabéticos?
El amaranto muestra ventajas claras en la dieta para personas con diabetes, por varias razones. La elevada proporción de fibra ralentiza la absorción de azúcares y contribuye a estabilizar los niveles de glucosa en sangre. Además, el alimento contiene manganeso en abundancia; una sola taza supera el requerimiento diario, lo que ayuda a reducir la concentración de azúcar en sangre y a proteger la función renal. Científicos han relacionado la escasez de manganeso con el aumento de casos de diabetes y problemas renales, por lo que incluir amaranto en la dieta plantea una estrategia preventiva y complementaria al tratamiento convencional.
Otros minerales como el selenio y el magnesio colaboran en la regulación hormonal, incluyendo la sensibilidad a la insulina. Por esto, los especialistas en nutrición suelen recomendar su consumo regular, integrado en planes de alimentación personalizados para pacientes diabéticos o personas con riesgo de desarrollar la enfermedad.
Cómo consumir amaranto para absorber sus nutrientes
La versatilidad del amaranto facilita su integración en numerosas recetas y formas de preparación. Las semillas pueden hervirse con agua o caldo, en una proporción de dos partes y media de líquido por cada parte de amaranto, hasta que absorban toda el agua y adquieran una textura suave. Esta base puede usarse en guisos, ensaladas, sopas o verduras rellenas. El amaranto inflado funciona bien como complemento en yogures, frutas y batidos, ofreciendo un toque crujiente y nutritivo.
Otra modalidad es moler las semillas para obtener una harina que se utiliza en panes, tortas y masas para panqueques, siempre mezclada con otras harinas si se pretende una miga más esponjosa. El amaranto cocido puede añadirse a hamburguesas y albóndigas, en propuestas vegetarianas y veganas, o bien convertirse en ingrediente principal de postres mezclados con miel, frutos secos o cacao.
Por último, el consumo moderado y diario —hasta tres tazas repartidas en las principales comidas— maximiza el efecto beneficioso de sus nutrientes, sobre todo si se acompaña de una dieta equilibrada y ejercicio físico. Así, esta semilla revaloriza su lugar en la mesa cotidiana, confirmando su reputación de alimento ancestral que atraviesa generaciones y culturas.