Cada generación, ya sean tanto los Baby Boomers como la X, por citar solo dos ejemplos, tuvo sus propias particularidades. Adaptadas a la realidad que los rodeaba, quienes forman parte de estos colectivos cuentan con códigos, referencias culturales y formas de comunicarse que marcaron su época. Hoy, con la tecnología como gran protagonista, los integrantes de la Generación Z que, en la actualidad tienen entre 12 y 27 años, cuentan con su propio lenguaje y manera de relacionarse.
Un corazón, una carita sonriente o un simple pulgar arriba pueden decir más que mil palabras en la era digital. Para la Generación Z y los jóvenes adultos, la comunicación afectiva y social vive una transformación profunda: la mensajería instantánea, los emojis y la irrupción de la inteligencia artificial cambian la intimidad y modifican los vínculos.
En la actualidad, el celular se convirtió en un actor más en los vínculos, generando, incluso, conflictos como el phubbing, término que describe el acto de ignorar a una persona presente para prestar atención al teléfono móvil, así como la dependencia hacia este dispositivo.
Lo cierto es que esta transformación fue analizada por la ciencia, con el objetivo de identificar las particularidades que representan a esta generación que creció en un entorno marcado por la conectividad permanente, las redes sociales y la inmediatez digital. Con un gran número de estudios científicos, aquí algunas pistas sobre su vinculación con la realidad que los rodea.
La arquitectura social detrás de la Generación Z
Un estudio publicado en Nature Human Behaviour, realizado por investigadores de la Universidad de Cambridge, propone que, pese a la digitalización, las relaciones humanas siguen organizándose en dimensiones universales como “cuidado, autoridad, intercambio y juego”.
Los autores subrayan que “estas categorías se mantienen constantes a lo largo del tiempo, pero se adaptan a nuevos formatos y tecnologías”. Esto significa que el pasaje de las cartas a los mensajes instantáneos o de las conversaciones cara a cara a las videollamadas no cambia la esencia de los vínculos, aunque sí su forma y dinámica.
La llamada telefónica, que fue símbolo de cercanía, pierde lugar ante mensajes. Diversos estudios publicados en Current Psychology muestran que los jóvenes prefieren escribir, y la ansiedad telefónica es cada vez más común. En ese tono, de acuerdo con investigaciones en Communication Research Reports, un uso intensivo de herramientas digitales se asocia con mayor ansiedad al hablar por teléfono, especialmente entre los más jóvenes.
A modo de ejemplo, este uno de los trabajos más citados en este campo, publicado en 2023, a partir de una encuesta representativa en Estados Unidos. El estudio encontró que los “millennials reportaron niveles de ansiedad telefónica significativamente más altos que los baby boomers (76 % vs. 40 %)”.
Los autores explicaron que “la preferencia por mensajes de texto y plataformas digitales puede estar reforzando la evitación de interacciones orales sincrónicas”, y señalan que el fenómeno se acentúa en la Generación Z.
La investigación también destaca que la edad, más que factores culturales o lingüísticos, predice el nivel de ansiedad: los más jóvenes, menos expuestos a conversaciones telefónicas prolongadas, se sienten menos cómodos en ese formato.
La preferencia por mensajes provoca evitar llamadas incluso en situaciones que requieren conversación directa, como citarse con el médico o resolver asuntos con el banco. Esta realidad, además, se asocia con el phubbing —ignorar a alguien para mirar el móvil—, que genera malestar y conflicto en las relaciones.
Este cambio cultural también se refleja en la forma en que los jóvenes administran la incomodidad social. “La percepción de control sobre el tiempo de respuesta y la posibilidad de planificarla son elementos clave en la preferencia por la comunicación asincrónica”, afirman los investigadores. O, dicho de otro modo y en términos prácticos, la Generación Z valora la capacidad de pensar y editar antes de responder, algo que la llamada telefónica no permite.
Emojis y comunicación digital: impacto en satisfacción y apego
En este ecosistema digital, los emojis sustituyen las expresiones no verbales. Un estudio experimental publicado en Trends in Psychology muestra que estos mensajes se perciben como más satisfactorios, ya que la presencia de estos símbolos incrementa la cercanía y la satisfacción, sin importar el tipo de emoji.
El uso frecuente de emojis mejora la respuesta y percepción relacional, según se señaló en otra investigación, publicada en PLOS ONE y realizada por científicos de la Universidad de Yonsei. El trabajo encontró que “los mensajes que incluían emojis fueron percibidos como más satisfactorios y cercanos, independientemente del tipo de emoji empleado”.
La investigación utilizó un diseño experimental con grupos control y expuestos, y comprobó que incluso en mensajes neutrales o negativos, la presencia de un emoji reducía la ambigüedad y mejoraba la conexión emocional.
“El uso frecuente de emojis se asocia a estilos de apego más seguros y mayores niveles de inteligencia emocional, particularmente en interacciones con amigos y parejas”, resaltan en otro estudio publicado en PLOS ONE, siendo que las mujeres y jóvenes los emplean más, lo que sugiere un patrón adaptativo para compensar la ausencia de señales no verbales en los entornos digitales.
Phubbing, smartphones y calidad de los vínculos
Otro de los aspectos que se analizó de la Generación Z es el phubbing y el uso del smartphone, los cuales impactan en las relaciones cercanas. Un estudio realizado en Nature Human Behaviour, en 2024, identificó que la sensación de ser ignorado por el móvil, el “feeling phubbed”, reduce la satisfacción en la relación, sobre todo en hombres, quienes se sienten desplazados por el móvil de su pareja y reportan peor calidad en la relación.
A esto se suma el trabajo publicado en Current Psychology, realizado por la Universidad de Gante, que utilizó un enfoque multimétodo: encuestas diádicas, registro objetivo del uso del smartphone y mediciones de experiencia diaria en parejas jóvenes belgas.
Los autores reportaron que “los niveles más altos de partner phubbing se asociaron con mayor conflicto por el smartphone y menor calidad percibida de la relación en ambos miembros de la pareja”. El estudio resalta que la negociación explícita sobre el uso del móvil en momentos compartidos puede mitigar estos efectos. El conflicto por el móvil no siempre explica el impacto del phubbing: aunque sentirse ignorado genera frustración, no siempre lleva a un deterioro directo del vínculo.
Además, un informe en Nature Communications indica que más tiempo de convivencia y mayor cantidad de hijos reducen los conflictos por el móvil, pues las parejas establecen límites y negociaciones. “La tolerancia tecnológica aumenta cuando existen acuerdos claros y expectativas compartidas sobre el tiempo de atención mutua”, destacan en el trabajo.
Dicho de otro modo, casos individuales muestran que la tolerancia al móvil varía en cada pareja. A veces, un uso alto no genera molestia, pero en otros, pequeñas diferencias provocan distanciamiento. “No existe un umbral único de uso del smartphone que deteriore la relación; la clave está en cómo cada pareja negocia y percibe ese uso”, completa la investigación publicada en Current Psychology.
Por otro lado, en lo que respecta a las relaciones de amistad, estudios con neuroimagen publicados en Nature, también en 2024, muestran que entre amigos surgen más temas y divergencia de opiniones, mientras los extraños buscan convergencia.
“La variedad y la sorpresa en la conversación parecen ser más valiosas para la satisfacción que la mera coincidencia de opiniones”, destacan en el trabajo. Al tiempo que indican que la calidad la da la variedad y la sorpresa en la conversación y este patrón activa redes cerebrales asociadas al placer y la motivación social.
Inteligencia artificial y nuevos patrones de apego digital
La llegada de la inteligencia artificial abrió un nuevo capítulo en los vínculos y la Generación Z es la que más influencia siente. Chatbots y asistentes virtuales dan apoyo emocional y compañía, y ya no solo resuelven tareas.
Recientes investigaciones en Current Psychology y Nature Human Behaviour aplican la teoría del apego en épocas de IA: los usuarios pueden experimentar apego similar al humano, con búsqueda de proximidad y sensación de refugio.
El estudio publicado en Nature Human Behaviour, realizado por la Universidad de Bonn encontró que “los participantes valoraron más la empatía percibida como humana que la generada por IA, incluso cuando el contenido era idéntico”. Una realidad que se traduce en que, aunque la IA pueda proveer apoyo emocional, la percepción de autenticidad sigue siendo determinante.
Es que, a diferencia de los humanos o animales, la IA no puede rechazar activamente ni ofrecer contacto físico, lo que limita la autenticidad. Un trabajo publicado en Current Psychology por la Universidad de Tsukuba, denominado “Experiences in Human-AI Relationships Scale”, determinó que “la ansiedad de apego hacia la IA se manifiesta como una necesidad intensa de respuesta emocional y temor a no recibirla, mientras que la evitación se refleja en incomodidad ante la cercanía y preferencia por interacciones más prácticas”. Un aspecto que, según los autores, generaría un potencial riesgo de dependencia emocional.
Es por este motivo que los científicos buscan desarrollar escalas de apego a la IA, con el objetivo de identificar perfiles que puedan desarrollar esta condición.
Por su parte, la investigación publicada en Nature Human Behaviour aclara que “la disponibilidad constante de la IA y su ausencia de juicio pueden fomentar la confianza del usuario, pero esta confianza se apoya en interacciones programadas, no en reciprocidad genuina”.
Ya sea de la mano de la digitalización de los vínculos, el auge de los emojis o la expansión de la inteligencia artificial, en la actualidad existen nuevas formas de comunicación y apego. Si bien la tecnología ofrece oportunidades para superar barreras, también plantea desafíos inéditos para la intimidad y la autenticidad.
Por eso, el futuro de los vínculos humanos es un territorio que evoluciona constantemente y la ciencia fija su mirada en esta realidad. “La estructura de los vínculos humanos es estable en sus fundamentos, pero su expresión cambia a la velocidad de la tecnología”, concluyen en el estudio publicado en Nature Human Behaviour.