Alternar entre caminatas rápidas y pausas más lentas, como propone la caminata japonesa, o correr de forma continua son estrategias eficaces para mejorar la salud cardiovascular y aumentar el gasto calórico. De acuerdo con estudios científicos, la elección entre caminar y correr debe adaptarse a las características, el estado físico y los objetivos individuales de cada persona.
La caminata japonesa consiste en dividir una sesión de 30 minutos en intervalos de tres minutos, intercalando pasos lentos y rápidos.
Esta técnica introduce momentos de mayor intensidad en una rutina de bajo impacto, permitiendo experimentar los beneficios de un ejercicio vigoroso sin exigir un esfuerzo constante equivalente al de la carrera. Así, se facilita una progresión gradual y segura para quienes buscan aumentar la intensidad de su actividad física.
Evidencia científica sobre salud cardiovascular
Tanto caminar como correr son considerados ejercicios aeróbicos efectivos para proteger la salud del corazón. La Asociación Americana del Corazón sostiene que ambas modalidades tienen potencial para reducir el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares, controlar la presión arterial, disminuir la incidencia de diabetes tipo 2, contribuir al manejo del peso corporal y mejorar el bienestar psicológico.
Según la declaración científica publicada en la revista Circulation, correr puede ofrecer beneficios cardiovasculares adicionales debido a su mayor exigencia de esfuerzo, pero el ejercicio de alta intensidad practicado en exceso podría representar riesgos para personas con afecciones cardíacas o vida sedentaria prolongada.
Intensidad, impacto y gasto calórico
La intensidad y el impacto físico varían significativamente: correr implica un mayor esfuerzo para el organismo y también un impacto superior sobre las articulaciones. Los estudios muestran que, con el envejecimiento, el riesgo de lesiones asociadas a actividades de alto impacto aumenta y la recuperación suele ser más lenta, lo que puede volver el running más desafiante para ciertos grupos.
En relación con el gasto energético, correr normalmente consume más calorías que caminar, debido a la intensidad sostenida. Una sesión de carrera de 30 minutos genera un mayor gasto calórico que una caminata del mismo tiempo, incluso con intervalos rápidos.
No obstante, la adherencia y el disfrute personal resultan determinantes para la constancia, y el gasto calórico no debe ser el único parámetro para elegir una actividad física.
Recomendaciones de fuentes clínicas y elección personalizada
Organizaciones de referencia como Mayo Clinic y Cleveland Clinic coinciden en que caminar es una opción altamente accesible para la mayoría de las personas, y que técnicas como la caminata japonesa sirven como alternativa intermedia para aumentar la intensidad sin exponerse al impacto de la carrera. Recomiendan iniciar o modificar programas de entrenamiento de manera progresiva y consultar con un profesional de la salud en caso de antecedentes médicos relevantes.
Estos expertos también señalan la importancia de un calzado adecuado y la elección de rutas adaptadas a la condición física y las necesidades articulares, para garantizar seguridad y mantener el bienestar. La caminata por intervalos permite ajustar la intensidad y monitorear las sensaciones corporales, favoreciendo una progresión controlada y personalizada.
No existe una única respuesta sobre cuál es la mejor alternativa entre caminar y correr. La decisión debe fundamentarse en la condición física, el historial de salud y las preferencias individuales. Elegir la actividad más adecuada para las propias capacidades y necesidades garantiza mejoras en la salud cardiovascular, la fuerza muscular y ósea, y el bienestar psicológico.
Para quienes presentan molestias o lesiones articulares, caminar representa una opción de menor impacto, mientras que correr puede ser apropiado para quienes buscan un mayor gasto calórico y no presentan limitaciones físicas.