El 80% de los adultos con autismo en Argentina está desempleado y la expectativa de vida en esta población es 15 años menor que la media, según alertó la doctora Lucía Crivelli, neuropsicóloga (MN 33.849) y columnista de Infobae en Vivo, al analizar las problemáticas que afectan a miles de personas que enfrentan dificultades para acceder a la educación superior, insertarse en el trabajo y recibir atención médica adecuada.
“Están invisibilizados, de esto no se habla. Los controles médicos para las personas con este tipo de discapacidad no están preparados para recibirlos”, advirtió.
Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que hoy contó con la conducción de Gonzalo Sánchez, Ramón Indart, Cecilia Boufflet y la propia Crivelli. En ese contexto, la especialista profundizó en los obstáculos que persisten para la integración social de las personas adultas con autismo: la falta de adaptaciones en ámbitos educativos y laborales, la precariedad del acompañamiento terapéutico más allá de la escolaridad y una atención sanitaria muchas veces poco preparada para las particularidades de esta población.
Crivelli destacó que, a pesar de los progresos en el diagnóstico infantil, sigue habiendo un “infra diagnóstico” en adultos, y advirtió sobre la ausencia de políticas específicas y de recursos profesionales para su apoyo.
Según la especialista, la percepción social del autismo sigue asociada casi exclusivamente a la niñez, lo que favorece la invisibilidad de los adultos con esta condición. “El autismo es un trastorno del neurodesarrollo, un trastorno neurobiológico que aparece en el desarrollo. Si bien uno nace con autismo, el diagnóstico generalmente se da a partir de los dos años, aunque la media aún es de cuatro. Es una condición crónica que acompaña a la persona durante toda la vida, pero el sistema social y sanitario sólo los acompaña en la infancia y, parcialmente, en la adolescencia”, explicó Crivelli en diálogo con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana.
Crivelli enfatizó: “No hay acompañamiento en las escuelas terciarias o en la educación universitaria para personas que están dentro de un espectro que, como sabemos, puede concurrir con discapacidad intelectual. Pero pueden ser personas que también tienen un desarrollo muy sofisticado del lenguaje, capacidades de aprender completamente tradicionales, digamos neurotípicas, y que necesitan un acompañamiento y un andamiaje que les permita acceder a estos aprendizajes”.
Consultada sobre las dificultades en la vida adulta, Crivelli planteó que muchas personas adultas con autismo “no encuentran un lugar donde estudiar, aprender un oficio o una carrera universitaria”, y subrayó que la heterogeneidad del espectro implica necesidades de apoyo muy diversas. “Como es un espectro, puede haber chicos muy inteligentes y con capacidades superlativas, y aun así, la universidad y los ambientes laborales no se adaptan a ellos”, añadió.
En cuanto al mercado laboral, la doctora Crivelli fue contundente: “El 80% de los adultos con autismo está desempleado en este país. Eso no significa que no pueden trabajar. Pueden hacer cosas productivas, sólo que requieren un contexto cuidado y supervisión. La ley de Discapacidad los protege y los incluye en el cupo laboral para personas con discapacidad, pero en la realidad, el sesgo favorece más a quienes tienen una discapacidad motora o física visible y no a quienes presentan autismo o discapacidades cognitivas”.
Uno de los puntos más críticos de la entrevista fue la barrera en el acceso a la salud para este colectivo. “Las personas con autismo suelen tener muchas comorbilidades: trastornos gastrointestinales, epilépticos, convulsiones, entre otros. Los controles médicos para personas con discapacidad cognitiva no están preparados para recibirlos. Imaginemos, por ejemplo, a una mujer de 40 años con autismo que necesita una mamografía: en la mayoría de los centros médicos no encuentran la contención adecuada, y muchas veces la atención odontológica, cardiológica o los chequeos regulares no contemplan sus necesidades. Eso conduce a una expectativa de vida de 15 años menor respecto a la población en general, pero no necesariamente por las comorbilidades, sino por la falta de acceso efectivo a la atención médica”, puntualizó Crivelli.
La especialista también señaló la tendencia social a la “banalización” de los trastornos mentales y neurológicos. “Hoy en día hablamos del paradigma de la neurodiversidad, donde todos somos distintos. Muchas personas adultas se sienten identificadas con rasgos del espectro, pero no necesariamente tienen un diagnóstico de autismo. Existe cierta banalización: todo el mundo dice tener ansiedad, TOC, y pasa lo mismo con el autismo, se habla livianamente. Sin embargo, quienes sí tienen el diagnóstico enfrentan problemas gravísimos de integración y muchas veces están absolutamente excluidos del circuito educativo y laboral”, subrayó Crivelli en diálogo con Infobae en Vivo.
Consultada sobre la posibilidad de llevar una vida adulta sin diagnóstico, Crivelli aclaró: “Se puede atravesar la vida entera sin ser diagnosticado, pero no sin grandes costos emocionales y sociales. Esa persona seguramente habrá sufrido situaciones de fracaso, exclusión, dificultades para integrarse, soledad e incomprensión. El diagnóstico, aunque a veces pueda estigmatizar, también brinda herramientas para el tratamiento, para construir una vida más plena”.
Respecto a iniciativas de inclusión, Crivelli elogió proyectos como la fundación Brincar, que promueve el lema “brincar por un autismo feliz” y realiza campañas para financiar talleres de oficios para adultos con autismo. “La inclusión laboral es autonomía, confianza, autoestima y la posibilidad futura de vivir solos. Estas iniciativas son clave porque la inserción es sinónimo de vida plena”, remarcó.
Como ejemplo inspirador, la neuropsicóloga mencionó el restaurante “A la Mesa”, donde trabajan personas neurodivergentes. “Es un modelo único, porque en ‘A la Mesa’ el equipo está conformado no sólo por personas con autismo, sino por neurodivergentes en general, y todos participan activamente en la gestión y organización del lugar. Eso demuestra que la adaptación es posible”, valoró Crivelli.
En cuanto a la integración escolar, la especialista enfatizó la importancia de la figura del acompañante terapéutico y de las maestras integradoras para lograr ambientes inclusivos. “El autismo es muy heterogéneo; tenés desde casos profundos o severos sin lenguaje, con muchas estereotipias y autolesiones, hasta personas de alto funcionamiento, que acceden al lenguaje y pueden desenvolverse con altas capacidades intelectuales. Integrarlas en la escuela requiere esfuerzo, pero es fundamental para que los niños y adolescentes del espectro se sientan incluidos y puedan desarrollarse social y emocionalmente”, explicó.
Crivelli subrayó que, si bien “la empatía y la sabiduría natural de los chicos facilitan la inclusión, faltan muchos recursos en el sistema”. Denunció que hay una “urgencia” por la falta de integradores y de profesionales en salud capacitados, pero también por la escasa cobertura y financiamiento adecuado de parte de obras sociales y prepagas, lo cual repercute de manera directa en las familias. “Lo que está pasando es que la cobertura que dan las prepagas no alcanza para pagar algo digno, así que las personas eligen otras profesiones o los padres tienen que apoyar y duplicar la prestación con recursos privados”, reveló.
Sobre la prevalencia de la condición, la especialista explicó: “A nivel mundial, hay unos 70 millones de personas con autismo; la prevalencia no creció en la enfermedad, sino en el diagnóstico. Antes, muchas personas transitaban el autismo con otro diagnóstico o sin diagnóstico” y recordó cómo en la infancia el autismo era un fenómeno poco visibilizado. “Me acuerdo de haber visto la película ‘Rainman’, con Tom Cruise y Dustin Hoffman, que mostraba la imagen de un autista adulto, aunque representaba un caso de autismo severo. Eso era todo lo que teníamos de referencia cultural”, evocó.
Crivelli invitó a visitar la página de la fundación Brincar y a interiorizarse sobre el trabajo y las campañas para promover una vida plena para las personas con autismo. “Brincar intenta proveer herramientas para la autonomía, la inserción laboral y la construcción de autoestima, que son esenciales para alcanzar una vida verdadera y plenamente feliz”, concluyó.
La columna completa de la doctora Lucía Crivelli
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