La posibilidad de contar con una vacuna efectiva contra el VIH parece estar más cerca, gracias a los prometedores resultados obtenidos en los ensayos clínicos iniciales de dos vacunas experimentales desarrolladas con tecnología de ARN mensajero (ARNm).
Los estudios, publicados en la revista Science Translational Medicine, mostraron que estas vacunas fueron capaces de provocar una fuerte respuesta inmunitaria tanto en modelos animales como en humanos, algo que representa un paso significativo en una búsqueda científica que lleva décadas.
El VIH continúa afectando a millones de personas en todo el mundo. Solo en 2024, se estima que 1,3 millones de personas contrajeron el virus, incluidos 120.000 niños. Si bien los tratamientos actuales han transformado la vida de quienes viven con VIH, la necesidad de una vacuna segura y eficaz sigue siendo crítica.
Como explicó Seth Cheetham, director del Centro Australiano de Vacunas contra el Cáncer de ARNm, “si bien los medicamentos para el tratamiento y la prevención del VIH han transformado las vidas de las personas que viven con el VIH, todavía se necesita con urgencia una vacuna eficaz”. La tecnología de ARNm, que demostró su eficacia durante la pandemia de COVID-19, ahora se explora con entusiasmo frente a un virus mucho más complejo y escurridizo.
Diseñar una vacuna contra el VIH presenta desafíos únicos. A diferencia de otros virus, el VIH se oculta del sistema inmunológico, mutando rápidamente y adoptando formas que engañan a las defensas del cuerpo. En lugar de apuntar a una única cepa, la vacuna ideal debe inducir anticuerpos capaces de neutralizar múltiples variantes del virus. Estos anticuerpos, conocidos como “ampliamente neutralizantes”, son raros y difíciles de provocar.
No obstante, el nuevo enfoque con vacunas de ARNm podría ofrecer una vía novedosa para desencadenar estas respuestas protectoras.
Las vacunas evaluadas en los recientes ensayos clínicos fueron diseñadas para producir una proteína clave del VIH: el trímero de la envoltura. Esta estructura, ubicada en la superficie del virus, es responsable de iniciar la infección al unirse a las células inmunitarias humanas.
Los investigadores desarrollaron dos versiones de esta proteína: una que se libera al entorno, flotando libremente, y otra que permanece anclada a la superficie de la célula, imitando la forma en que se presenta en el virus real. El objetivo fue determinar cuál de las dos variantes desencadenaba una mejor respuesta inmunitaria.
Para probar esta hipótesis, el equipo científico realizó un estudio con 108 adultos sanos de entre 18 y 55 años, distribuidos en tres grupos. Cada grupo recibió tres dosis de una de las vacunas: una inicial, otra dos meses más tarde y una tercera seis meses después de la primera. Las vacunas fueron desarrolladas por la farmacéutica Moderna, y uno de sus responsables, William Schief, vicepresidente de diseño de proteínas de la empresa, participó activamente en el estudio.
Los resultados no dejaron lugar a dudas: las vacunas que codificaban el trímero unido a la membrana generaron respuestas inmunitarias mucho más sólidas que la versión flotante.
Alrededor del 80 % de los participantes que recibieron estas vacunas desarrollaron anticuerpos que impedían al VIH ingresar en las células, en contraste con solo el 4 % entre quienes recibieron la vacuna con el trímero libre.
“La diferencia es bastante notable”, afirmó Sharon Lewin, directora del Instituto Peter Doherty de Infecciones e Inmunidad, quien no participó en el estudio. La infectóloga consideró que estos primeros estudios son “muy importantes” y expresó su expectativa de que estos hallazgos sirvan de base para futuros desarrollos.
Además de inducir anticuerpos neutralizantes, las vacunas también activaron respuestas de memoria, una característica fundamental en la lucha contra virus persistentes como el VIH. Según explicó Cheetham, las vacunas de trímero unido “generaron fuertes respuestas de memoria”, lo que implica que el organismo podría estar preparado para enfrentar futuras exposiciones al virus incluso mucho tiempo después de la vacunación. Esto se debe a la activación de las células B de memoria, que retienen la información inmunológica y permiten responder con rapidez ante encuentros posteriores con el patógeno.
Un aspecto central del ensayo fue evaluar la seguridad de las vacunas, y en este sentido, los resultados también fueron alentadores. En general, las vacunas fueron bien toleradas. Los efectos secundarios reportados fueron leves y de corta duración, incluyendo fatiga, dolor muscular, cefalea, escalofríos, náuseas y dolor en el sitio de inyección. Sin embargo, se registraron algunos eventos adversos no esperados: siete personas desarrollaron urticaria, una frecuencia superior a la observada con las vacunas de ARNm contra el COVID-19.
En algunos casos, esta reacción cutánea persistió durante varios meses. “Si bien la mayoría de las reacciones adversas fueron leves y tratables, varias personas experimentaron una reacción cutánea”, reconoció Cheetham. Consideró que si estos efectos se reducen en versiones futuras, las vacunas de ARNm podrían convertirse en una herramienta transformadora para enfrentar la pandemia del VIH.
Los investigadores destacaron que el ensayo presentado no buscó generar anticuerpos ampliamente neutralizantes contra todas las variantes del VIH, sino respuestas específicas dirigidas a cepas particulares.
Esto representa una limitación, ya que el virus tiene una capacidad extraordinaria para cambiar de forma y escapar del sistema inmunitario. No obstante, los autores subrayaron que su trabajo ofrece una base concreta para seguir perfeccionando las vacunas y avanzar hacia versiones que sí logren inducir respuestas inmunes de amplio espectro.
El uso de ARNm representa una gran ventaja estratégica frente al VIH. Esta tecnología permite diseñar y ajustar vacunas en pocos meses, reduciendo tiempos de desarrollo que antes tomaban años. Además, su capacidad para codificar instrucciones precisas convierte a las células del cuerpo en pequeñas fábricas de proteínas virales, capaces de estimular al sistema inmunológico sin necesidad de introducir virus completos ni partículas infecciosas.
Como explicó Lewin, las vacunas de ARNm son ideales en contextos donde se requiere prueba y error continuo. “Estos son los primeros estudios, por lo que son muy importantes”, insistió.
Los ensayos se realizaron en diez centros de investigación de Estados Unidos, con protocolos que incluyeron dosis bajas y altas. Aunque se trató de un estudio abierto, en el que los participantes sabían qué vacuna recibían, los resultados ofrecen indicios sólidos sobre cuáles estrategias son más eficaces para desencadenar una respuesta inmunitaria frente al VIH.
Más allá de las respuestas inmediatas, los investigadores destacaron que su diseño molecular, centrado en la forma en que el virus se presenta en su entorno natural, fue clave para lograr la eficacia observada. Al adherirse a la membrana celular, el trímero de la envoltura se mantiene oculto parcialmente, tal como lo hace en el virus vivo. Esto obliga al sistema inmunitario a reaccionar ante otras partes del complejo proteico, lo cual parece haber sido más efectivo que el enfoque tradicional basado en proteínas flotantes.
Con estos hallazgos, la comunidad científica abre una nueva etapa en el desarrollo de vacunas contra el VIH. Si bien aún falta camino por recorrer, los resultados obtenidos aportan información clave sobre seguridad, eficacia y diseño estructural. El próximo paso será avanzar hacia ensayos clínicos de mayor escala, que permitan evaluar no solo la generación de anticuerpos, sino su efectividad en prevenir infecciones reales.
Para millones de personas, una vacuna contra el VIH podría cambiar el curso de sus vidas. Las actuales terapias de prevención requieren esquemas continuos, con tomas diarias, bimestrales o semestrales. Esto representa un desafío importante en regiones con baja infraestructura sanitaria. En cambio, una vacuna de pocas dosis podría lograr un control sostenido del virus, con impacto a escala global.
El entusiasmo que despiertan estos ensayos no es infundado. Representan el resultado de años de investigación combinados con nuevas herramientas tecnológicas, como el ARNm. A medida que los científicos ajustan las vacunas para aumentar su alcance, la posibilidad de prevenir la infección por VIH deja de parecer una quimera.
Como señaló Cheetham, “si estos efectos secundarios se reducen en las versiones de nueva generación y los resultados se confirman en estudios más amplios en la práctica clínica, las vacunas de ARNm podrían ser una herramienta transformadora en la lucha contra el VIH”.
La historia del VIH/SIDA ha sido, desde sus inicios, una de dolor, resistencia y avances científicos graduales. Hoy, con la irrupción de vacunas experimentales que logran activar el sistema inmunitario de manera potente y sostenida, la perspectiva empieza a cambiar.