La juventud del cerebro y del sistema inmunológico ha surgido como un factor decisivo para la longevidad, superando a otros órganos tradicionalmente vinculados con la salud, como el corazón o los pulmones. Así lo indica un reciente estudio científico liderado por investigadores de la Icahn School of Medicine at Mount Sinai en Nueva York, en colaboración con expertos de la Columbia University y el King’s College London.
De acuerdo con el trabajo, quienes presentan un cerebro y un sistema inmunológico más jóvenes tienen hasta un 56% menos de riesgo de morir. Según detalló New Scientist, esta conclusión se extrajo del seguimiento, durante más de una década, de más de 44.000 participantes del UK Biobank.
Inteligencia artificial y una metodología pionera
El estudio, encabezado por Hamilton Se-Hwee Oh, de la Icahn School of Medicine at Mount Sinai, se centró en determinar cuáles órganos influyen más en la esperanza de vida. Aunque se sabe que cada órgano envejece a un ritmo distinto, hasta ahora no existía certeza sobre cuáles determinan realmente la longevidad.
Para responder a esta cuestión, los investigadores analizaron muestras de sangre de 44.000 personas registradas en el UK Biobank, un extenso estudio de cohortes del Reino Unido. Los participantes, con edades comprendidas entre los cuarenta y setenta años al momento de la extracción, fueron seguidos durante un promedio de 11 años. El análisis utilizó casi 3.000 proteínas presentes en sangre, recurriendo a datos genéticos previos para identificar a qué sistemas u órganos correspondía cada proteína.
A partir de estos datos, el equipo identificó docenas de proteínas especialmente abundantes en once áreas clave: sistema inmunológico, corazón, cerebro, hígado, pulmones, músculos, páncreas, riñones, tracto gastrointestinal y tejido adiposo. La mayor presencia de estas proteínas en sangre sirvió como indicador funcional de cada órgano o sistema.
Para estimar la denominada “edad” de cada órgano, los científicos recurrieron a modelos de aprendizaje automático. Entrenaron estas herramientas con información de la mitad de los participantes, generando once modelos, uno por cada área del cuerpo.
Estos modelos predecían la edad cronológica de los individuos a partir de los perfiles proteicos. En líneas generales, las estimaciones coincidieron con la edad real, aunque detectaron casos en que se sobreestimaba o subestimaba la edad, lo que respalda la teoría de que los órganos no envejecen al mismo ritmo.
A continuación, aplicaron los modelos a la otra mitad de los participantes para analizar el vínculo entre la edad estimada de los órganos y el riesgo de muerte durante el seguimiento longitudinal.
Los resultados, difundidos por New Scientist, pusieron en relieve que contar con un órgano envejecido de manera prematura, especialmente el sistema inmunológico, incrementa el riesgo de muerte entre 1,5 y 3 veces en el periodo analizado. Además, el riesgo creció conforme se acumulaban órganos envejecidos en una misma persona.
El hallazgo más destacado mostró que la juventud de órganos como el corazón o los pulmones no se vinculó a una reducción significativa del riesgo de morir. Las excepciones fueron el cerebro y el sistema inmunológico: los participantes cuyos cerebros o sistemas inmunológicos aparentaban menor edad presentaron una reducción del riesgo de fallecimiento de aproximadamente un 40%. Este porcentaje se elevó hasta un 56% en quienes mostraban juventud en ambos sistemas.
Alan Cohen, de la Columbia University, expresó a New Scientist que “el cerebro y el sistema inmunológico coordinan muchas funciones en el cuerpo, por lo que si fallan, no es sorprendente que tengan un gran impacto en la longevidad”.
Este dato sugiere que el envejecimiento de estos sistemas puede desencadenar efectos negativos en cascada en el organismo, posicionándolos como factores fundamentales para la salud a largo plazo.
Qué dijeron los expertos sobre este hallazgo
A pesar de la solidez de los resultados, expertos entrevistados por New Scientist advirtieron sobre la necesidad de interpretar los datos con cautela. Cohen aclaró que es improbable que los marcadores proteicos empleados reflejen con precisión absoluta el proceso de envejecimiento en cada órgano.
“Existe la posibilidad de que nuestro conocimiento acerca de la procedencia exacta de las proteínas no sea completo, y que algunas procedentes de ciertos órganos estén mejor representadas en la sangre que otras. Esto podría explicar por qué determinados órganos parecen más relevantes”, enfatizó Cohen.
Por otro lado, Richard Siow, del King’s College London, subrayó a New Scientist que la investigación debería ampliarse: “Se requieren estudios en poblaciones con mayor diversidad étnica y económica para comprobar estos hallazgos”.
El propio Hamilton Se-Hwee Oh confirmó al medio que el equipo ya prepara investigaciones para subsanar esta limitación y validar los resultados en escenarios demográficos diferentes, ya que los participantes del UK Biobank no necesariamente reflejan la diversidad étnica y socioeconómica global.
Por otro lado, el uso de marcadores proteicos en sangre como aproximación al envejecimiento orgánico plantea dudas respecto a la precisión de la medición. Como recalcó Cohen, la distribución de proteínas en sangre puede tener un margen de error en la determinación de la “edad” de los órganos.
Asimismo, aunque existe una asociación clara entre la juventud cerebral e inmunológica y la longevidad, el estudio no demuestra causalidad ni identifica mecanismos biológicos específicos que permitan intervenir directamente sobre el proceso de envejecimiento en estos sistemas.
Nuevas perspectivas en longevidad y próximos pasos
Estos resultados ofrecen nuevas perspectivas para la investigación en longevidad y políticas de salud pública. Hamilton Se-Hwee Oh expuso a New Scientist que, aunque hoy no existen métodos específicos para ralentizar el envejecimiento del cerebro o del sistema inmunológico, identificar marcadores asociados a la juventud de estos sistemas podría abrir la puerta a nuevos fármacos o intervenciones con impacto directo en la longevidad.
El grupo planea continuar sus estudios en poblaciones más diversas y profundizar en los mecanismos biológicos que vinculan la juventud cerebral e inmunológica con una vida más larga. Según informó New Scientist, el hallazgo de estos marcadores podría ser el inicio para diseñar estrategias efectivas y personalizadas para aumentar la esperanza de vida.
Por ahora, el estudio sugiere que, además de mantener una salud general sólida, vigilar específicamente el estado de estos dos aspectos puede tener un papel determinante en la prolongación y calidad de la vida: “El cerebro y el sistema inmunológico parecen guardar las llaves de una vida más larga” es, según el consenso de los científicos consultados por New Scientist, una idea que guiará la investigación biomédica en la próxima década.