En los últimos años, el cerumen —esa sustancia cerosa que se acumula en el conducto auditivo— reveló que posee una fuente potencial de información clínica. Según explicó la BBC, distintos grupos de investigación en Asia, América y Europa comenzaron a explorar con detalle sus componentes, variaciones y comportamiento bioquímico, buscando aprovechar sus características únicas como una herramienta de diagnóstico no invasiva.
A medida que se amplían los estudios, emergen posibilidades concretas de detección precoz de enfermedades metabólicas, genéticas e incluso neurodegenerativas a partir del análisis de la cera.
Origen y su función
El cerumen surge de una combinación de secreciones provenientes de glándulas ceruminosas y sebáceas situadas en la piel del conducto auditivo externo. Esta mezcla se combina con células muertas, restos corporales y pelos para formar una sustancia densa que lentamente migra hacia el exterior del oído.
El mecanismo se compara con una cinta transportadora: la cera se adhiere a las células epiteliales que se desplazan desde el fondo del canal auditivo hacia el exterior a una velocidad de aproximadamente un vigésimo de milímetro por día.
Desde el punto de vista biológico, se le atribuyen varias funciones. Entre ellas, la más aceptada es su papel como agente de limpieza natural y lubricación del oído. También actúa como barrera protectora frente a agentes patógenos como bacterias y hongos, además de servir como defensa física ante la intrusión de insectos.
Esta combinación de propiedades protectoras y de autoeliminación ha hecho que, durante mucho tiempo, se lo haya considerado irrelevante desde una perspectiva médica. Sin embargo, su composición y estabilidad lo vuelven un candidato idóneo para la detección de enfermedades.
Pistas asociadas a la salud
Uno de los primeros descubrimientos que captaron la atención científica fue la clara división genética en el tipo de cera entre distintas poblaciones humanas. La variante húmeda, de color amarillo o naranja y consistencia pegajosa, predomina ampliamente en personas de ascendencia europea o africana.
En contraste, el 95% de la población del Asia Oriental posee cerumen seco, de tonalidad grisácea y textura quebradiza. Esta diferencia fenotípica se debe a una variación en el gen ABCC11, que también influye en el olor de las axilas humanas.
Las implicancias médicas de esta diferencia genética comenzaron a estudiarse con mayor rigor en los años setenta. En 1971, un estudio realizado por el profesor Nicholas L. Petrakis en Estados Unidos identificó que mujeres caucásicas y afroamericanas con cerumen húmedo presentaban un riesgo significativamente mayor de morir por cáncer de mama en comparación con mujeres asiáticas.
En 2010, una investigación en Japón replicó parte de esos hallazgos: “Mujeres japonesas con cáncer de mama presentaban un 77% más de probabilidades de portar la variante del gen ABCC11 asociada al cerumen húmedo”. No obstante, estudios similares realizados en países occidentales con menor prevalencia no lograron confirmar esta correlación, manteniendo el debate abierto.
Lo que puede revelar
Los análisis recientes han demostrado que la cera acumula compuestos orgánicos volátiles (COV) producidos por el cuerpo humano como resultado de procesos metabólicos, lo que permite identificar cambios fisiológicos relacionados con distintas enfermedades.
A diferencia de fluidos corporales como la sangre o la orina, el cerumen se acumula y conserva estos compuestos a lo largo del tiempo, actuando como una suerte de archivo metabólico.
Entre las patologías que han demostrado dejar huellas en el cerumen se encuentra la enfermedad de orina con olor a jarabe de arce, un trastorno genético poco frecuente que impide metabolizar ciertos aminoácidos. El compuesto responsable del característico aroma, la sotolona, también se encuentra en el de los afectados. Este hallazgo permite, en casos neonatales, un diagnóstico precoz simplemente por el olor del oído del recién nacido.
Asimismo, se ha detectado la presencia de biomarcadores específicos de la enfermedad de Ménière, un trastorno del oído interno que causa vértigo y pérdida auditiva.
Investigadores estadounidenses descubrieron que la cera de personas afectadas por esta enfermedad contiene niveles notablemente más bajos de tres ácidos grasos clave en comparación con controles sanos. Este hallazgo ofrece, por primera vez, la posibilidad de un diagnóstico directo y precoz de una condición cuyo diagnóstico tradicional suele implicar años de pruebas de descarte.
Hacia una nueva era diagnóstica
Inspirado en la riqueza química del cerumen, el equipo liderado por el químico Nelson Roberto Antoniosi Filho, en la Universidad Federal de Goiás, Brasil, desarrolló un método de análisis al que denominó “cerumenograma”. Esta herramienta permite identificar compuestos volátiles presentes en la cera de oído y utilizarlos como indicadores de distintas enfermedades. En un estudio de 2019, el grupo recogió muestras de 52 pacientes con linfoma, carcinoma o leucemia, y las comparó con 50 muestras de individuos sanos.
“Aunque el cáncer consiste en cientos de enfermedades, desde un punto de vista metabólico, el cáncer es un único proceso bioquímico, que puede detectarse en cualquier etapa mediante la evaluación de COV específicos”, detalló Filho.
Hoy, esta técnica diagnóstica ya ha sido incorporada en el Hospital Amaral Carvalho, en Brasil, para el seguimiento de pacientes oncológicos. Paralelamente, otros grupos de investigación están desarrollando kits de diagnóstico portátiles que funcionan de forma similar a los test caseros de covid-19.
“Teniendo en cuenta que la medicina indica que la mayoría de los cánceres diagnosticados en el estadio 1 tienen una tasa de curación de hasta el 90%, es concebible que el éxito en el tratamiento sea mucho mayor con el diagnóstico de los estadios precancerosos”, agregó.
Uno de los principales objetivos es hacer que el cerumenograma pueda integrarse a las rutinas clínicas periódicas, con el fin de detectar precozmente enfermedades como el alzhéimer, el párkinson o distintas formas de cáncer y trastornos metabólicos.