Cada vez más personas buscan vivir más y mejor, sabiendo que el verdadero secreto de la longevidad está en las acciones diarias relacionadas con la alimentación. Lejos de promesas milagrosas, la clave para un corazón sano se construye con elecciones simples en la mesa.
Mayo Clinic, líder global en nutrición y salud, propone ocho pasos prácticos para fortalecer el corazón y sumar calidad de vida. Basadas en evidencia científica y experiencia clínica, sus recomendaciones muestran que prevenir enfermedades cardíacas no requiere grandes sacrificios, sino la incorporación de pequeños cambios sostenibles que realmente marcan la diferencia.
1. Controlar el tamaño de las porciones
La cantidad importa tanto como la calidad de los alimentos. Servir platos más pequeños, evitar repetir y escuchar las señales de saciedad permite reducir el exceso calórico. Por ejemplo, una porción de fideos corresponde a entre un tercio y media taza, y una porción de carne, pescado o pollo equivale a 56,7 a 85 gramos, aproximadamente el tamaño de una baraja de cartas. Utilizar balanzas o tazas de medición ayuda a conocer las cantidades al principio, hasta desarrollar un buen criterio visual.
2. Aumentar el consumo de frutas y verduras
Las frutas y verduras son fuentes de vitaminas, minerales, fibra y compuestos vegetales que ayudan a prevenir enfermedades cardíacas. Mayo Clinic aconseja tener siempre verduras lavadas y cortadas listas para consumir, y ubicar frutas en lugares visibles para facilitar su elección como refrigerio. Las opciones frescas, congeladas o enlatadas bajas en sodio, y las frutas en agua o jugo natural, son las mejores alternativas. En cambio, conviene limitar el coco, las verduras con salsas cremosas, fritas o empanadas, y las frutas en almíbar o con azúcar añadido.
3. Prefiera granos integrales
Sustituir los granos refinados por los integrales aporta fibra y nutrientes que favorecen la salud cardiovascular y ayudan a controlar la presión arterial. Al menos la mitad de los granos diarios deberían ser integrales, como farro, quinua, cebada, arroz integral y avena.
Entre las opciones también se encuentran el pan cien por ciento integral, cereales con al menos cinco gramos de fibra por porción y pastas integrales. En cambio, es mejor evitar la harina blanca, el pan blanco, pasteles, galletas saladas con alto contenido graso y palomitas de maíz con mantequilla.
4. Reducir las grasas no saludables
Disminuir el consumo de grasas saturadas y trans reduce el colesterol y el riesgo de enfermedades coronarias. La Asociación Americana del Corazón aconseja que las grasas saturadas no superen el seis por ciento de las calorías diarias (11 a 13 gramos en una dieta de 2.000 calorías) y evitar por completo las grasas trans.
Elija carnes magras, yogur descremado y grasas saludables como aceite de oliva, de canola, frutos secos, semillas y aguacate. Limite mantequilla, manteca, grasa de tocino y aceites de coco o palma, y revise las etiquetas para evitar aceites parcialmente hidrogenados.
5. Elegir proteínas bajas en grasa
Carnes magras, aves sin piel, pescado, huevos y productos lácteos descremados o semidescremados son las mejores fuentes de proteína. Los pescados de agua fría, como salmón, caballa y arenque, contienen ácidos grasos omega tres, que ayudan a reducir los triglicéridos. Las legumbres y lentejas, junto con productos de soja, ofrecen proteínas vegetales sin colesterol y con un alto contenido de fibra. Se recomienda priorizar estas alternativas y disminuir el consumo de carnes con grasa, vísceras, embutidos, tocino y productos fritos o empanizados.
6. Disminuir el sodio y la sal
El exceso de sodio, presente en la sal de mesa y en alimentos ultraprocesados, eleva la presión arterial y, en consecuencia, aumenta el riesgo cardíaco. La Asociación Americana del Corazón sugiere no superar los 2.300 miligramos diarios y recomienda, para la mayoría de adultos, un máximo de 1.500 miligramos. Para lograrlo, se aconseja limitar la sal al cocinar y en la mesa, preferir alimentos frescos y caseros, y elegir productos enlatados o preparados con bajo contenido de sodio. Se recomienda usar hierbas, especias y mezclas sin sal y revisar los condimentos, ya que suelen contener sodio en grandes cantidades.
7. Planificar los menús
Organizar las comidas de antemano asegura la variedad y el equilibrio nutricional, priorizando verduras, frutas, granos integrales, proteínas magras y grasas saludables. Alternar tipos de alimentos, por ejemplo, variar entre pescado y hamburguesas hechas con legumbres, ayuda a satisfacer todas las necesidades del cuerpo y mantiene el interés en la alimentación diaria.
8. Darse gustos ocasionales
Un antojo o una golosina esporádica no afecta la salud cardíaca, siempre que la mayor parte del tiempo se sigan hábitos saludables. Es importante limitar los azúcares añadidos a menos del diez por ciento de las calorías diarias, es decir, unos 50 gramos en una dieta de 2.000 calorías. Para los niños menores de dos años, se desaconseja cualquier consumo de azúcares añadidos.
Mayo Clinic destaca que adoptar estos hábitos no exige sacrificios extremos ni cambios radicales. Con organización y pequeñas sustituciones en la rutina, es posible cuidar el corazón y disfrutar la comida al mismo tiempo.