En los últimos años, mantener la glucosa bajo control se ha vuelto una prioridad para millones de personas preocupadas por su salud y calidad de vida. Mejorar el control de la glucosa no depende únicamente de la alimentación.
Especialistas de la salud, consultados por EatingWell y avalados por organizaciones internacionales, destacan que existen tres hábitos cotidianos y sencillos capaces de marcar una diferencia real para quienes buscan cuidar su bienestar metabólico.
Estas acciones, recomendadas tanto para personas con prediabetes o diabetes como para quienes desean prevenir alteraciones en sus niveles de azúcar en sangre, han demostrado efectividad en estudios y guías de referencia global, como los de la American Diabetes Association (ADA), la International Diabetes Federation (IDF)y la World Health Organization (WHO).
1. Sumar movimiento a la rutina diaria
Incorporar más actividad física en la vida cotidiana es una de las estrategias más efectivas para mejorar la sensibilidad a la insulina, favoreciendo que el cuerpo utilice la glucosa de manera más eficiente. Según la ADA y la WHO, el ejercicio frecuente ayuda a reducir la resistencia a la insulina e incluso puede prevenir el desarrollo de diabetes tipo 2 en adultos de riesgo.
No se requiere realizar largas sesiones de entrenamiento: estudios internacionales han verificado que una caminata de 15 minutos después de comer reduce los niveles de azúcar en sangre y minimiza los picos glucémicos.
Otras recomendaciones prácticas incluyen interrumpir los periodos prolongados de sedentarismo (por ejemplo, levantarse cada hora del escritorio), utilizar escaleras en lugar de ascensores, caminar o desplazarse en bicicleta en trayectos cortos y bajarse una parada antes en el transporte público para aumentar la cantidad de pasos diarios.
El cuerpo utiliza la glucosa de manera más eficiente y se previenen subidas bruscas de azúcar en sangre, un efecto confirmado en revisiones publicadas por Mayo Clinic y Centers for Disease Control and Prevention (CDC).
2. Priorizar la calidad del sueño
Dormir entre siete y nueve horas por noche y cuidar los hábitos previos al descanso son fundamentales para regular hormonas esenciales como el cortisol y la insulina. La CDC y la WHO señalan que un sueño insuficiente o de mala calidad aumenta el riesgo de resistencia a la insulina y dificulta el control glucémico, independientemente de la dieta.
Investigaciones internacionales han evidenciado que quienes padecen insomnio, apnea del sueño o sueño interrumpido presentan niveles de glucosa más elevados y mayor dificultad para controlar la diabetes.
Las recomendaciones clave incluyen irse a la cama algunos minutos antes cada día, reducir el uso de pantallas y dispositivos antes de dormir, mantener el dormitorio fresco, oscuro y silencioso, y establecer una rutina relajante. Si se experimentan despertares frecuentes, ronquidos pronunciados o cansancio persistente al levantarse, se recomienda consultar a un profesional de la salud.
3. Manejar el estrés diario
El manejo del estrés crónico constituye un pilar fundamental para el control glucémico, una afirmación respaldada por guías internacionales y publicaciones de la International Diabetes Federation. El estrés persistente eleva la producción de cortisol, lo que lleva al hígado a liberar más glucosa y fomenta la resistencia a la insulina.
Las técnicas de manejo incluyen ejercicios de respiración profunda, pausas para meditar, prácticas de gratitud, fortalecer los vínculos sociales y combinar actividades relajantes con ejercicio suave, como caminar con un amigo. Mayo Clinic y CDC destacan que la integración de estos métodos contribuye a reducir el cortisol y la liberación excesiva de glucosa en el torrente sanguíneo.
Mantener el estrés bajo control reduce la variabilidad glucémica y mejora la salud integral, beneficiando tanto a quienes viven con diabetes como a quienes buscan prevenir problemas metabólicos.
Sumar pequeños hábitos diarios resulta suficiente para ver cambios positivos en el control glucémico. Asu vez, adoptarlos junto a una dieta equilibrada aumenta considerablemente las posibilidades de mantener niveles óptimos de azúcar y previene complicaciones metabólicas y cardiovasculares a largo plazo.