Metropolitan Opera's new music director Yannick Nézet-Séguin, right, listens during an interview, Wednesday, Feb. 14, 2024, in New York. (AP Photo/Bebeto Matthews)

Cada año, el 1 de enero, alrededor de 50 millones de personas en todo el mundo ven el Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena: un programa de valses, polcas, marchas y mazurcas. Al mando está un director de orquesta estrella, vestido de gala. Este año será Yannick Nézet-Séguin, director musical de la Metropolitan Opera de Nueva York y de la Orquesta de Filadelfia, además de director artístico de la Orchestre Métropolitain de Montreal. Más allá de su rica carrera musical, el director canadiense de 50 años, es conocido por su aspecto poco convencional: cabello rubio decolorado; chaquetas a medida con patrones brillantes y coloridos; y, ocasionalmente, esmalte de uñas.

Nézet-Séguin hace una incorporación significativa al programa del concierto de Viena: “Vals Arcoíris”, de la compositora afroamericana Florence Price. ¿Y qué vestirá? Un atuendo hecho a medida por Louis Vuitton, estilizado por su esposo —el violista Pierre Tourville— que será “tradicional con un giro”, dice el director en esta entrevista telefónica, que ha sido editada y condensada.

—¿Qué inspiró su interés en la dirección de orquesta a los 10 años?

—Fue muy instintivo. Me sentí completamente impulsado.

La verdadera revelación que tuve fue que amaba la música, pero me parecía muy solitario ser pianista. Cuando empecé a cantar en el coro, entendí el poder de la música como colectivo y la energía de estar todos juntos. Luego vi al director de orquesta sacar sonidos de las personas. Sentí que ese era el lugar adecuado para mí, porque no me gusta estar solo.

Supongo que también mostré, desde temprana edad, algún tipo de cualidad de liderazgo. En la escuela, me gustaba liderar los grupos a los que pertenecía. Probablemente sentí que este era el lugar adecuado para mí: estar en el centro de todo esto sin ser la única persona en el escenario. Porque lo que más me gusta de mi profesión ahora es que me da ese contacto humano.

Imágenes del Concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena.

—¿La habilidad musical proviene de la naturaleza o de la crianza?

—Es una pregunta muy abierta, y no creo que alguna vez logremos saberlo exactamente. Percibo que hay algo en el talento, y creo que todo ser humano posee algún tipo de talento. Es la semilla correcta en el suelo adecuado. Necesitas estar en cierto entorno. No necesariamente significa ser músico en un ambiente musical. Mis padres, que eran maestros, amaban la música y tenían un tocadiscos, pero eso es todo.

En un mundo donde, a veces, la celebridad instantánea puede llegar sin razón alguna, es responsabilidad de cada ser humano desarrollar su talento al máximo potencial. En mi caso, mi pasión era tan incontenible, que no creo que le di a mis padres ninguna opción.

—Aporta cierta juventud y carisma, y sus elecciones de moda conectan generaciones. ¿Qué cualidades necesita la música clásica para sobrevivir y prosperar?

—La primera cualidad de un músico, y especialmente de un director de orquesta, es la autenticidad: ser más auténtico y fiel a nosotros mismos y a los demás. Tuve la suerte de crecer en ciudades donde siempre se aceptó quién soy. Cuando me convertí en director musical a los 25 años en Montreal, tenía el cabello teñido de varios colores. Nunca lo hice deliberadamente para ser cool y hacer la música clásica más moderna. Lo hice más bien como una forma de decir: este soy yo, y no voy a esconderme ni cambiar solo por tener una responsabilidad en un mundo que aún parece muy tradicional y conservador.

—¿Cómo está la Metropolitan Opera de Nueva York y cuál es su visión para ella?

—En los últimos años, he usado mi plataforma para destacar a compositores de diferentes orígenes y más diversos: mujeres compositoras, afroamericanos, compositores de ascendencia de Medio Oriente, Latinoamérica o pueblos indígenas. Lo que realmente ha sido transformador para la Met en los últimos años ha sido poner nuestras energías en obras de nuestro tiempo, llegando a comunidades que tradicionalmente no sentían que conectábamos con ellas en la ópera.

Está funcionando en términos de venta de entradas, y en términos de la atención general que la escena neoyorquina le está prestando a la Met. Con lo que también está sucediendo en Estados Unidos políticamente, se mantiene firme.

Actor and director Bradley Cooper, left, and the Metropolitan Opera's new music director Yannick Nézet-Séguin, right, speak during an interview, Wednesday, Feb. 14, 2024, in New York. (AP Photo/Bebeto Matthews)

—¿Se refiere a enfocarse en artistas que podrían describirse como diversos?

—Exactamente. Hablaré solo de música clásica —no soy político—, pero siento que el debate sobre diversidad, equidad e inclusión es erróneo, porque no es lo que estamos haciendo. En realidad, estamos abriendo nuestro repertorio para destacar una parte injustamente descuidada de nuestro público. La ópera se supone que es para todos. Sí, lo sé, no todos pueden pagar la entrada, pero tampoco tienes en otros espectáculos a 300 o 400 intérpretes ofreciéndote la más alta calidad. Dicho esto, no está justificado seguir programando solo obras que representan la Italia del siglo XVIII, la Inquisición española y el París del siglo XIX.

—¿Así que la Metropolitan Opera va bien?

—He asistido a la Met, primero como director invitado, desde 2009, y la Met nunca ha estado mejor.

—Cate Blanchett y Bradley Cooper han interpretado recientemente a directores de orquesta en el cine; usted en realidad asesoró a Cooper en Maestro. Alguien que no conozca la música clásica podría decir que los directores solo gesticulan mientras otros hacen la música. ¿Cuál es su respuesta?

—No culpo a nadie por preguntarse, ¿qué hace esa persona? Todavía me resulta muy misterioso por qué, si muevo el brazo de cierta manera, realmente hay un resultado. Esta es una de las verdaderas bellezas de la dirección de orquesta. Es algo que tiene un componente mágico, intangible. Al final del día, es casi telepático.

Cada orquesta puede funcionar más o menos sin director —comenzar y terminar juntos y mantener el tempo—, pero así se mantiene todo muy básico. El director crea las condiciones adecuadas para que los músicos se mantengan unidos, se relajen y expresen algo. Se trata de ponerse de acuerdo sobre la emoción de una pieza. Así, los músicos pueden lanzarse a la música y el público puede sentir algo, que es mi objetivo. Es un poco como entrenar a un equipo deportivo.

—¿Qué hace en su tiempo libre?

—Me encanta caminar y hacer ejercicio y ocuparme del aspecto físico de mi cuerpo, porque es esencial para ser director de orquesta: no lesionarse y sentirse libre. Levanto pesas, hago yoga, corro y nado. También me gusta leer y ver televisión muy básica, como programas de renovación de Home & Garden Television. Tres veces al año, voy a la playa y soy muy bueno en no hacer nada mientras estoy allí. No se escucha música clásica. Solo R&B o Bad Bunny —de quien estoy obsesionado—. Estaba viendo hoy mis estadísticas de Spotify Wrapped, y las primeras cuatro canciones son de Bad Bunny.

Fuente: The New York Times