CIUDAD DEL VATICANO.- Mucho antes de que el papa Francisco fuera sepultado en una basílica de Roma, ayer, los cardenales conservadores que sentían que su pontificado era un desastre divisivo que ponía en peligro las tradiciones de la Iglesia habían comenzado a hacer política para influir en el cónclave que elegiría al próximo papa.
Tienen un lema seductoramente simple: unidad.
Es difícil imaginar un grito de guerra menos ofensivo, pero en los oídos de los partidarios más comprometidos de Francisco, suena como una palabra clave para hacer retroceder la visión inclusiva de Francisco de la Iglesia Católica Romana.
Las preocupaciones son una clara señal de las maniobras de los campos ideológicos que ya están teniendo lugar entre los cardenales mientras su duelo compartido da paso a la inminente tarea de votar por el sucesor de Francisco en el cónclave, que se espera que comience la semana próxima.
Es probable que los debates previos a la elección aborden si un sucesor de Francisco debería impulsar o revertir su apertura a la posibilidad de ordenar mujeres como diáconos o de convertir a algunos hombres casados en clérigos u ofrecer la comunión a los católicos divorciados y vueltos a casar, entre otros temas profundamente controvertidos.
Los cardenales ya se han reunido a diario tras los muros del Vaticano. Luego de quitarse las sandalias con calcetines negros que llevaba puestas tras una de esas reuniones la semana pasada, en su estudio repleto de libros, el cardenal conservador Gerhard Ludwig Müller, de Alemania, comentó que había pasado la mañana defendiendo la unidad.
Los cardenales deben “buscar la unificación de la Iglesia”, dijo el cardenal Müller, a quien Francisco expulsó del máximo cargo doctrinal de la Iglesia en 2017. Es “necesario hablar de la división de la Iglesia hoy”, dijo.
Algunos progresistas dentro de la Iglesia temen que las decenas de nuevos cardenales que Francisco eligió en todo el mundo serán menos versados en el vaticanismo y podrían ser engañados por la dulzura de la sirena de la unidad.
“Suena muy bien”, dijo el cardenal Michael Czerny, de Canadá, uno de los asesores más cercanos de Francisco, pero “significa un cambio radical”.
Para quienes se opusieron a Francisco, muchos de ellos nombrados por su predecesor Benedicto XVI, la unidad significa una “nueva introversión” con la promesa de que “la unidad resolverá todos nuestros problemas”, dijo.
“No es prioridad”
“Si me preguntan: ‘¿cómo nombrarían la vía equivocada para el cónclave?‘, diría que la idea de que la unidad es la prioridad”, dijo el cardenal Czerny, que bajo el papa Francisco dirigió la Oficina para la Promoción del Desarrollo Humano Integral. “La unidad no puede ser una prioridad”.
Los dos cardenales se sitúan en extremos opuestos de la división ideológica. Aquellos como el cardenal Czerny priorizan otra palabra: diversidad.
“Son dos palabras claves, diversidad y unidad, y hay mucho en juego en el equilibrio entre ellas”, dijo el sacerdote jesuita Antonio Spadaro, subsecretario de la Oficina de Cultura y Educación del Vaticano, cercano a Francisco.
Él, al igual que Francisco, cree que el futuro de la Iglesia Católica reside en la diversidad. Francisco eligió a decenas de nuevos cardenales formados fuera de Roma y empoderó a las iglesias locales. La clave, según el padre Spadaro, residía en evitar una “congelación de la Iglesia” para mantener la unidad, y al mismo tiempo evitar la dispersión y la “división” en busca de una diversidad o un progreso para el que la Iglesia no estaba preparada.
“Francisco mantuvo este delicado equilibrio e hizo avanzar a la Iglesia”, dijo. El siguiente papa, añadió, también “necesitaba mantener ambos principios unidos”.
Y por eso, dijo el cardenal Müller, “tenemos que hablar ahora”.
No es un tema nuevo para los conservadores. “La Iglesia se vería gravemente debilitada”, declaró el cardenal Robert Sarah, de Guinea, profundamente conservador, el año pasado en un simposio en Kenia, “si no luchamos por la unidad”.
Durante el pontificado de Francisco, el cardenal Sarah se convirtió en un crítico central, y Francisco lo despojó de su influencia oficial sobre la liturgia eclesiástica. “Si introducimos rupturas y revoluciones, destruimos la unidad que gobierna a la santa Iglesia a través de los siglos”, declaró el cardenal en 2019.
Pero la unidad también era central en la visión de Francisco sobre la Iglesia Católica. Simplemente la veía de otra manera. En 2021, Francisco suprimió la celebración de la misa en latín, venerada por el cardenal Sarah y otros tradicionalistas, porque argumentó que estaba siendo utilizada por católicos con motivaciones ideológicas para socavar la unidad de la Iglesia.
Esa decisión solo avivó las críticas conservadoras contra Francisco, calificándolo de autoritario. “Ese es su estilo: dividir”, dijo el cardenal Müller el jueves en su departamento. “Todos los dictadores dividen”.
Al entrar Francisco en la última fase de su pontificado, sus partidarios progresistas esperaban que empezara a implementar cambios concretos. En cambio, la preocupación por la unidad de la Iglesia pareció impulsarlo a desistir.
Cuando los obispos de áreas remotas de América del Sur llegaron al Vaticano en 2019 para una importante reunión deseada por Francisco, recomendaron que, para abordar la escasez de clérigos, el Papa debería permitir que hombres católicos casados de mayor edad y en regla se convirtieran en sacerdotes.
Francisco dio todas las señales de que esta solución práctica era lo que quería, pero en esa época el cardenal Sarah coescribió un libro con el papa emérito Benedicto XVI en el que reafirmaron el celibato sacerdotal.
El Papa dijo que necesitaba más tiempo para reflexionar al respecto, porque el tema “se había vuelto ideológicamente polarizante y capaz de dividir a la Iglesia”, según el padre Spadaro. Añadió que Francisco no había sido influenciado por Benedicto XVI, pero los conservadores proclamaron una victoria para la unidad.
Debate abierto
En cuanto a otros temas potencialmente divisores en la Iglesia, como la posibilidad de permitir la ordenación de mujeres como diáconos, un rol ministerial, Francisco permitió un debate que durante mucho tiempo había sido tabú, pero finalmente no tomó una decisión, argumentando que el tema requería mayor estudio. La multitud unida respiró aliviada de nuevo.
Y cuando Francisco implementó un cambio importante, permitiendo, e incluso promoviendo, las bendiciones sacerdotales para parejas del mismo sexo, fue aplaudido por los liberales de Europa y América del Norte. Pero una gran disidencia por parte de los líderes eclesiásticos en África, el lugar que muchos consideran el futuro de la fe, lo obligó a dar marcha atrás. En aras de la unidad, Francisco eximió a los africanos por un tiempo indeterminado para que se adaptaran al programa, permitiéndoles, en esencia, optar por no participar.
El padre Spadaro argumentó que la excepción africana fue “un gesto más revolucionario” que la propia medida de las bendiciones para los homosexuales, “porque legitimó una pluralidad pastoral”. Era la manera de Francisco, dijo, de reconocer la diversidad cultural y las diferencias dentro de una iglesia unida.
El cardenal Müller, por su parte, consideró que la polémica y los esfuerzos de Francisco por conseguir que obispos y laicos se reúnan para tomar decisiones son distracciones de la verdadera misión de la Iglesia: defender su doctrina y revelar su verdad al mundo sin tener en cuenta concursos de popularidad ni política.
“Esta agenda con las bendiciones de los homosexuales y demás, y el sacerdocio femenino no son las grandes preguntas para la humanidad”, dijo.
Para los demás cardenales que votarán en el cónclave, la unidad también importa, pero significa algo diferente.
Para el cardenal Lazarus You Heung-sik, el surcoreano que dirigió el departamento del clero del Vaticano, la unidad “significa abrir el corazón”, dijo. Añadió sobre Francisco: “Me enseñó que debo abrir mi corazón para amar a los demás”.
Y tras una de las reuniones de las Congregaciones Generales de la semana pasada, el cardenal Claudio Gugerotti, que sirvió bajo el papa Francisco como prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, dijo que era demasiado pronto para abordar temas reales. “Tenemos que decidir qué presentar y luego debatirlo”, dijo.
Para Gugerotti, un italiano que a veces es mencionado como posible sucesor de Francisco o como un factor decisivo en el cónclave, “la falta de unidad es siempre un desastre”.
Pero, dijo, eso no significa que todos tengan que decir lo mismo. Añadió: “Puede haber diferencias. No oposición, porque eso es destructivo”.