
En un estudio reciente, la Dra. Beth Scaffidi analizó imágenes de una cabeza trofeo excepcional procedente del sur de Perú. El análisis determinó que el individuo tenía labio hendido y paladar hendido (PLH), lo que lo convirtió en el primer caso conocido de una cabeza trofeo andina con esta condición y uno de apenas seis restos humanos identificados en la región con dicha condición.
El descubrimiento y análisis de una cabeza trofeo andina con labio hendido, hallada en la región de Paracas, costa sur del Perú, ofreció una nueva perspectiva sobre la valoración y el trato de las deformidades congénitas en los Andes prehispánicos.
Este caso constituyó el primer documentado en una cabeza trofeo y uno de los pocos detectados en restos humanos andinos, y proporcionó información inédita sobre las respuestas culturales ante la diferencia física y la discapacidad en sociedades antiguas.
El individuo correspondió a un joven adulto masculino, cuya cabeza se conservó y, posteriormente, se exhibió en museos de Francia. En este sentido, el diagnóstico surgió a partir de fotografías y catálogos de exhibición, y confirmó la presencia de una hendidura labial unilateral izquierda junto con dientes supernumerarios y alteraciones en la arcada maxilar.

La determinación de sexo y edad se realizó a partir de rasgos craneales y dentales; no obstante, el labio hendido dificultó la precisión de estas estimaciones. Además, el análisis osteológico evidenció un desarrollo dental y facial atípico; sin embargo, no se hallaron señales de trauma o daño postmortem que justificaran la anomalía, lo que apoyó el diagnóstico de una malformación congénita.
Las cabezas trofeo eran objetos rituales de poder en los Andes durante milenios. Así, se recolectaron tanto de enemigos como de ancestros y se transformaron en reliquias que se exhibieron y depositaron en contextos ceremoniales. Aunque la pieza analizada provenía de una procedencia precisa desconocida, su asociación con la tradición de Paracas fue evidente: en dicha cultura, la decapitación y conservación de cabezas alcanzó su auge entre 300 a.C. y 750 d.C.
Cabe agregar que la historia de recolección y exhibición de estos restos, marcada por el saqueo y el comercio internacional, planteó desafíos éticos y limitó el acceso a información contextual directa, lo que dificultó reconstruir la biografía del individuo de manera precisa.
Tanto el labio hendido como el paladar hendido constituyeron una de las malformaciones congénitas más comunes en el mundo, aunque su identificación en restos arqueológicos resultó excepcionalmente rara. En los Andes, solo se documentaron entre seis y siete casos, debido a la fragilidad de los huesos faciales y la falta de tejido blando preservado.

Además, los casos previamente identificados en la región incluyeron niños y adultos, con diversa localización y severidad de la hendidura. La dificultad diagnóstica aumentó por la escasez de documentación y la posible confusión con otras patologías faciales, como la leishmaniasis.
Por otro lado, un exhaustivo análisis de la iconografía cerámica andina permitió identificar 30 vasijas con representaciones de individuos con labio hendido, ubicadas principalmente en la costa norte del Perú, en culturas como la Moche y Lambayeque. Estas piezas retrataron a hombres y mujeres adornados con joyas, tocados y vestimentas de élite, a veces realizando actividades rituales o médicas.
La inclusión de estos atributos indicó que quienes presentaban labio hendido podían ocupar posiciones de prestigio, como sacerdotes o especialistas rituales, y que la diferencia física se entendió como un signo de poder o bendición. A diferencia de sociedades donde la deformidad equivalía a exclusión, la evidencia artística andina reveló una valoración positiva, incluso sagrada, de estas condiciones.
Asimismo, el estudio se inscribió en la bioarqueología del cuidado, una disciplina que analizó cómo las sociedades antiguas enfrentaban la enfermedad y la discapacidad. En los Andes, la supervivencia hasta la adultez de personas con labio hendido implicó el suministro de cuidados especiales durante la infancia, especialmente para superar dificultades de alimentación y comunicación.

Que la cabeza se transformara en trofeo, junto con el esmero en su conservación y la presencia de ornamentos de cobre, reforzó la hipótesis de un estatus especial para el individuo. Así, la diferencia física pudo convertirse en prestigio y en roles destacados dentro de la comunidad, mostrando una construcción social de la discapacidad alejada de los parámetros occidentales.
No obstante, el estudio enfrentó limitaciones derivadas de la ausencia de contexto arqueológico directo y la dependencia de fotografías y colecciones extranjeras. La falta de acceso al cráneo completo y la imposibilidad de realizar análisis genéticos o isotópicos restringieron la profundidad de las conclusiones.
Los autores resaltaron la importancia de investigaciones adicionales, con exámenes osteológicos directos y estudios de ADN antiguo, para dilucidar los factores genéticos y ambientales implicados en el labio hendido en poblaciones andinas. Sin embargo, este caso constituye una valiosa contribución a la bioarqueología regional y subraya la necesidad de contemplar la variabilidad cultural en la interpretación de la discapacidad.
Finalmente, la evidencia reunida reveló que, en los Andes prehispánicos, las marcas congénitas como el labio hendido permitieron no solo sobrevivir sino, en ocasiones, acceder a una posición social distinguida, desafiando concepciones universales sobre la discapacidad y la diferencia física.