Azul se declaró en convocatoria de acreedores, convirtiéndose en la última gran aerolínea brasileña en solicitar protección frente a sus acreedores, tras más de un año enfrentando el aumento de los gastos y el impacto persistente de la pandemia en el sector aéreo.
La empresa vuela a la Argentina, pero de manera esporádica. Suele tener una ruta directa con Bariloche en temporada invernal, donde la promociona como destino de esquí.
La aerolínea inició un proceso de reestructuración voluntaria en Estados Unidos bajo el Capítulo 11, que incluye una financiación de aproximadamente USD 1.600 millones durante el proceso, según informó Azul en un comunicado este miércoles. La empresa busca reducir su deuda en más de USD 2.000 millones y captar alrededor de USD 950 millones en nuevas aportaciones de capital al salir de la reestructuración.
Una vez finalizado el proceso, Azul señaló que reembolsará la financiación con ingresos provenientes de una oferta pública de acciones de hasta USD 650 millones, respaldada por “socios financieros clave”. United Airlines Holdings y American Airlines Group planean invertir hasta USD 300 millones en capital, sujeto a ciertas condiciones, según documentos presentados.
“Estos acuerdos marcan un importante avance en la transformación de nuestro negocio, que nos permite emerger como líder del sector en los principales aspectos de nuestra actividad”, declaró el director ejecutivo, John Rodgerson, en el comunicado.
Los ADR de Azul se desplomaron hasta un 40% en las operaciones previas a la apertura del mercado en Nueva York, antes de ser suspendidos. Tras reanudarse la cotización, la caída se moderó. En São Paulo, la acción se hundía un 12% y los bonos en dólares prolongaban sus pérdidas.
Reelaboraciones fallidas
La solicitud de quiebra bajo el Capítulo 11 se produce tras un prolongado intento de Azul por sanear sus finanzas. En el último año, la aerolínea renegoció contratos con arrendadores, canjeó deuda y recaudó cientos de millones en efectivo. También buscaba financiación adicional de bonistas mediante una oferta complementaria de acciones para mejorar su estructura de capital.
No obstante, esos esfuerzos fracasaron ante las difíciles condiciones económicas en Brasil —con las tasas de interés en su nivel más alto en dos décadas— y las presiones cambiarias en un contexto de mayor volatilidad en los mercados de divisas, lo que afectó la posición de caja de Azul.
Los bonos y las acciones de Azul han sufrido fuertes caídas en 2025. Las acciones, tanto en São Paulo como en Nueva York, acumulan una baja de alrededor del 70% en el año, alcanzando mínimos históricos. Sus bonos en dólares con vencimiento en 2028 han generado pérdidas del 62% para los inversores, el peor desempeño entre empresas de mercados emergentes.
S&P Global Ratings rebajó recientemente la calificación crediticia de Azul a CCC-, con perspectiva negativa, debido a la erosión de su liquidez y una “quema de efectivo significativa”.
“La empresa se enfrenta a importantes salidas de caja relacionadas con los elevados gastos financieros y de arrendamiento”, escribieron los analistas liderados por Amalia Bulacios en una nota del 20 de mayo. “Creemos que el acceso a financiación adicional está muy restringido tras las dos reestructuraciones de deuda de los últimos años”.
Con la solicitud de quiebra, Azul se convierte en la última de las tres aerolíneas dominantes de Brasil en acogerse a protección frente a sus acreedores. Gol Linhas Aéreas Inteligentes hizo lo propio en enero de 2024, un proceso del que espera salir en junio. Latam Airlines Group, junto con Avianca Holdings SA y Grupo Aeroméxico SAB, se declararon en quiebra en 2020.
Con información de Bloomberg