Hay en arteba muchas ferias de arte por recorrer. Con más de 400 artistas en los pabellanes de Costa Salguero, a veces elegir en qué centrarse resulta más complejo de lo que se desea.
Para los amantes de la historia, aquí un recorrido por algunas por obras “raras”, históricas del siglo XX. Esta es una nota para recorrer el gran evento del arte argentino abstraído del ruido, centrada exclusivamente en piezas de grandes artistas que, de alguna manera, pueden servir para armar una historia del arte argentino del siglo XX. A caminar:
“Frente a la cruz” (c. 1919), de Xul Solar
Comenzar el recorrido por la galería Rubbers (stand ) con uno de los grandes artistas de la historia, testigo de las vanguardias europeas in situ, pero que desarrolló una perspectiva única en el mundo del arte parece lo más justo.
Realizada cinco antes de su regreso a Buenos Aires, Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari (1887-1967) ya había pasado por Londres, París, Florencia y Milán; conocido al ocultista Aleister Crowley, quien le había enseñado a tener visiones a través del I Ching, y se había codeado con Picasso y Modigliani, entre otros.
En 1917 se produjo el icónico encuentro con Emilio Pettoruti, cambia su nombre y un año después creó una serie de proyectos a los que denomina Bau, arquitecturas montadas en pequeñas cartulinas con elementos de naturaleza mística y simbólica correspondientes a diferentes culturas, en la que mixturaba el estilo neogótico con los templos orientales.
En noviembre de 1919 se instaló en Londres, donde habría realizado esta acuarela sobre papel montado sobre cartón, de 12 x 21 cm, en una época en que se dedicó a crear sus lenguajes -la panlengua y el neocrriollo- a la vez que inventaba instrumentos, como el panajedrez. En lo figurativo, como se puede observar, su obra de entonces estaba centrada en los retratos femeninos.
“Landrú en el hotel” (1932), de Antonio Berni
En la uruguaya Sur se puede apreciar esta obra temprana del artista, realizada tras su primer viaje a Francia, donde se encuentra con el surrealismo.
En un diálogo con Infobae Cultura, Gabriela Francone, autora de Argentina surreal, comentó: “En París, obviamente, pudo ver un montón de muestras súper importantes de esta vanguardia, que fue la última en aparecer de las históricas y claramente vemos su profunda admiración por De Chirico y también asumo que leyó este libro maravilloso de Louis Aragon, Un campesino de París, porque hay ciertas referencias muy significativas iconográficas en su obra. Berni, las veces que se refiere al surrealismo, habla de esta revolución moral”.
El personaje principal es el francés Henri Landru, famoso asesino en serie, el “Barba Azul de Gambais”, que a través de avisios en diaris se acercaba a viudas desconsoladas de la Primera Guerra Mundial para ofrecer su amistad, como ex combatiente, pero para quedarse con su dinero tras asesinarlas.
“Abstracción con material” (1934), de Juan Del Prete
Este óleo con cemento, láminas de cobre, bronce y zinc sobre cartón, de 69 x 49 cm, puede visitarse en Roldán Moderno.
Su aparición en público se produjo en la “Primera muestra de Arte no figurativo” en la Asociación Amigos del Arte en mayo de 1934, en la que fue, en realidad, su segunda exposición bstracta en el mítico espacio porteño, después de la 1933.
En ambos casos, el ruptirismo de italo-argentino (1897-1987) despertó críticas feroces y una recepción negativa del ámbito artístico porteño. Para esta histórica muestra, Del Prete incorporó mayor corporalidad a las obras, además de centrarse en la escultura en la que experimentó con yeso directo, alambre y readymades, como un paragüas o mascarones de proa.
Artista de estilo espontáneo, Del Prete no se repetía a si mismo, como si cada obra fuera resultado del fulgor interno de su momento. Antes de estas muestras en la AAA viajó a París por una beca, donde estuvo en contacto con los espacios de ebullición del arte abstracto y formó parte del Abstraction Creation Art non Figuratif junto a Arp, Calder, Kupka y Mondrian, entre otros. Junto a ellos participó en el número 2 de la revista Abstraction Création (1933).
La pieza tiene un extenso recorrido expositivo, siendo la última vez que se vio en público en el país en la muestra Yente – Del Prete. Vida venturosa, realizada en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires en 2022, y en el exterior en la última edición de la Bienal de Venecia, en 2024.
“Constructivo” (1941), de Joaquín Torres García
En el año de esta pieza de hierro, de 62 x 74 cm que se haya en galería de las misiones, el uruguayo Joaquín Torres-García (1874-1949) publicó su libro Ciudad sin Nombre, una obra fundamental en su pensamiento, a partir de la cual comienza a incorporar elementos visuales urbanos en su obra para terminar de definir su lenguaje.
Torres García se trasladó en su juventud a Barcelona, donde se formó y colaboró con Antoni Gaudí. Más tarde, residió en Nueva York, París y Madrid, donde se vinculó con las vanguardias europeas, como el cubismo y el neoplasticismo, y mantuvo contacto con figuras como Mondrian y Theo van Doesburg.
Para 1941, ya había impulsado desde Montevideo la creación de la Escuela del Sur (1934), con el objetivo de forjar un arte latinoamericano propio que fusionara la abstracción geométrica con símbolos precolombinos y universales. Su propuesta, el Universalismo Constructivo, defendía la integración entre arte y vida, y buscaba una síntesis entre lo local y lo universal.
“La anunciación” (1948), de Germaine Derbecq
En el espacio de Calvaresi se puede apreciar esta obra de la artista nacida en Francia (París, 1899 – Buenos Aires, 1973), quien no ha tenido aún el reconocimiento como pintora, que sí tuvo como crítica de arte, galerista y curadora.
Las razones son varias: Por supuesto, la construcción del canon masculino siempre está allí y eso aumentó, en parte, por quedar detrás de la figura de su esposo, el escultor Pablo Curatella Manes. Por otro lado, su producción como crítica del arte y su labor destacada al frente de la histórica galería Lirolay, entre 1960 y 1963, en ese momento una de las más rupturista de la escena, contribuyó a que su figura sea vista de lo teórico, más que lo de lo creativo.
Estudió bajo la tutela de André Lhote, maestro de otros grandes artistas, tuvo su debut expositivo a los 18 años, mientras mantenía un vínculo de amistad con Le Corbusier y Juan Gris, pero con la Segunda Guerra perdió todo, “no más pinceles ni colores” y ya en 1949 junto a su esposo e hijo, anduvieron por Dinamarca, Noruega y Grecia antes de llegar a Argentina.
La anunciación corresponde a aquellos años sombríos tras el saqueo alemán, en una París en que no quedaba nada de la bohemia y el encanto, solo la hambruna y una recuperación lenta y dolorosa. El óleo sobre tela, de 150 x 170 cm, remite al episodio bíblico en el que el arcángel Gabriel comunica a María que será madre del mesías, a partir de dos figuras geométricas en la que la mujer puede diferenciarse por la pureza del blanco.
Defensora a ultranza del arte abstracto, en un artículo de 1953, dos años después de llegar a Buenos Aires, escribe: “La guerra finalizó. Los más perspicaces han perdido por un largo tiempo la alegría de vivir. No creen más en el hombre, no creen más en la ciencia para el conocimiento de uno mismo. En esta desesperanza, voltean sus miradas hacia la única esperanza que les queda: lo espiritual en el hombre. Es en ese contexto que nace el arte abstracto”.
“Alias el chancho” (1962), de Luis Felipe “Yuyo” Noé
El querido Yuyo Noé (1933), quien nos dejó este año, fue uno de los pintores más importantes del país, no solo de su generación, con una obra potente a la que además le sumó la crítica y teoría sobre la estética.
Esta obra, que puede verse en Palatina, fue realizada luego de su Serie Federal, 13 óleos que repasaban la historia argentina presentados en 1961, y en los inicios de su trabajo dentro del grupo Otra Figuración, com Deira, Macció y De la Vega.
El título alude a Alejandro Mc Lennan, apodado “Chancho colorado”, quien en 1896 fue contratado como capataz en la Estancia Primera Argentina del poderoso ganadero español José Menéndez de Tierra del Fuego, para cazar a los pueblos originarios de la zona con el fin de expandir su territorio y producción.
El óleo y esmalte sobre tela -194 x 96 cm- realizada el mismo año en que Yuyo obtuvo el Premio Nacional del mítico Instituto Di Tella por Introducción a la esperanza, donada Museo Nacional de Bellas Artes, muestra la preocupación y su mirada por las cuestiones relacionadas a la historia pero desde un ingreso hacia la perspectiva social.
“Sin título”, (1963/1965) de Emilio Renart
A partir de la fantástica muestra Alienígena, la primera retrospectiva de su obra, en Colección Amalita, y la exhibición Constancia de la especie, donde se presentaba su archivo, la figura de Emilio Renart (1925-1991) salió a la luz después de décadas de ostracismo y mitos sobre su producción.
En el stand de galería Del Infinito, puede verse esta peculiar tinta sobre papel, de 112 x 76 cm, realizada en la época de su sere más emblemática, Integralismo Bio-Cosmos (1962-1967), compuesta por cinco piezas que exploraban la relación entre la materia, la vida biológica y la conciencia humana, inspirándose en la física nuclear y las ciencias biológicas.
En aquella época, además, recibió diferentes galardones, como el Ver y Estimar en 1963, el Premio Especial del Instituto Di Tella del ’64, y el Braque, organizado por la Embajada de Francia, un año después, en la categoría dibujo, así como fue parte del envío argentino a la Bienal de San Pablo en 1967.
La obra Integralismo Bio-Cosmo No5, presentada en la bienal brasileña, se destacó por su uso de resina poliéster y luces integradas, aunque se destruyó durante su traslado de regreso a Buenos Aires.
“Retrato familiar” (1964), de Ernesto Deira
La pintura de Deira (1928-1986), ha sido descrita por la historiadora e investigadora del Conicet Isabel Plante como “una obra de museo, en el sentido de que parece una especie de declaración de principios de la Nueva Figuración”.
Y es que el óleo y esmalte sobre tela, de 160 x 195,5 cm, que reapareció en el ojo público en la muestra Formas de ser humanos, en la galería María Calcaterra, fue realizada unos años después de la formación del emblemático grupo, del que también participaron, Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega y Rómulo Macció, con la muestra en la Galería Peuser durante 1961.
“Son muy de ese momento, de esos primeros años 60, muy feroces en su factura, muy cargadas. Uno siente que hay como una especie de batalla que se libra, que tiene lugar en la superficie de la tela, y eso es increíble, porque si bien estamos acostumbrados al arte moderno o a las distintas vanguardias, hay algo de ese forcejeo que se sigue haciendo presente”.
Sobre esta pieza en particular, Plante comentó: “Si se la mira rápido, hasta puede parecerte una obra abstracta, pero si le prestás un poquito de atención hay como dos óvalos rojos, sobre un fondo azul, y lo que hay adentro son como dos parodias de retratos. Está el recurso de la imagen dentro de la imagen, como un comentario hecho desde la pintura sobre la función retratística, que no terminan de ser retratos, no hay manera de identificar a quien está. Bueno, están representados a la figuración, a la Nueva Figuración”.
“Por fin un hombre” (1965), de Sarah Grilo
Sarah Grilo (1917-2007) se posicionó como una de las figuras clave de la pintura abstracta en Buenos Aires durante los años 50, luego de haber vivido en Madrid y París, donde realizó su primera muestra donde indagaba en el cubismo.
Fue parte del grupo Artistas Modernos de la Argentina, bajo la conducción de Aldo Pellegrini, junto a Enio Iommi, Alfredo Hlito, Tomás Maldonado, Lidy Prati y su esposo, José Antonio Fernández-Muro, entre otros, con quienes expuso en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro y el Stedelijk de Ámsterdam hasta que se disolvió en 1954
En 1962, se mudó Nueva York y realizó obras en las que integró elementos del entorno urbano, como letreros, vallas publicitarias y el grafiti, con el deseo de abandonar “el puro arreglo formal-cromático-matérico totalmente abstracto”. Un cuadro de esta serie, Agregar del mismo año, se encuentro en el acervo del MoMa.
En el óleo sobre lienzo, de 55,5 X 41cm, que se encuentra en Jorge Mara La Ruche, se observa la influencia de la intensidad visual de la metrópolis. Grilo expresó sobre su proceso creativo: “Aquí encuentro todo lo que necesito para mi pintura. Constantemente suceden cosas que pueden incorporarse como abstracciones; basta con mirar por la ventana o caminar por la calle”.
“Elípticas” (1965), de María Martorell
La salteña María Martorell (1909 – 2010) es una de las principales figuras de la abstracción argentina, tanto en la pintura como en los textiles y sus obras destacan en Remota.
Si bien sus inicios fueron figurativos, su paso a la abstracción comenzó durante los ‘50, cuando comenzó su periplo europeo: Madrid y París, donde se vinculó con la Galería de Arte de Denise René, referente de la abstracción óptica y cinética, y donde descubrió la obra de Mondrian.
Durante los años 60, década a la que pertenece este óleo sobre tela -52 x 52cm- alcanza su mayor visibilidad, con una destacad expo en Nueva York y su primera muestra de tapices en Salta. En 1962 expuso en el Museo de Arte Contemporáneo de Chile y en 1963 integró la histórica Ocho artistas constructivos, invitada por Romero Brest, en el Bellas Artes (MNBA).
“A fines de los años sesenta realizó un cambio definitorio: centrarse en la presentación de un movimiento continuo mediante bandas ondulantes de color; sin duda una evolución conceptual de su pintura de elipsis rítmicas ejecutadas desde 1962″, escribió el historiador e investigador Roberto Amigo sobre su obra.
“Persecución y amor” (1973), de Carlos “Pajita” García Bes
La incorporación del telar en el mundo del arte de los últimos años produjo la revalorazación de muchos artistas que habían sido dejado de lado, entre ellos el salteño Carlos Luis “Pajita” García Bes (1914-1978), quien además fue un destacado promotor cultural en la provincia norteña.
Conocedor de las culturas chané y chiriguana, de sus ritos y ceremonias, Pajita integró en sus textiles, como puede verse en este tapiz de 95x138cm que se encuentra en María Casado, elementos de la cultura precolombina y europea, así como del sincretismo de expresiones populares, convirtiéndolo en un revolucionario del textil argentino.
Su obra, que abarcó desde la pintura hasta el tapiz, incorporó influencias de las vanguardias del siglo XX y de pensadores como Mircea Eliade, Levi-Strauss y Margaret Mead. Un poeta cercano a García Bes describió su proceso creativo: “hurgueteó esos antiguos. Los despertó y los volvió a dormir sobre las lanas de oveja que tramaba en los telares criollos de la casa de la calle Zuviría”.
A lo largo de su carrera, fundó y dirigió la Escuela provincial de Bellas Artes Tomás de Cabrera, ejerció como director de Cultura de Salta, fue miembro y asesor de ferias artesanales, delegado del Fondo Nacional de las Artes, jurado en salones de artes plásticas y artesanales, y expuso en galerías y museos tanto en Argentina como en el extranjero. Entre sus aportes materiales, donó colecciones arqueológicas y artesanales, así como máscaras, títeres y marionetas de diversas culturas y épocas.
“Sin título” (1982), de Santiago García Sáenz
Hace unos años, con la retrospectiva Quiero ser luz y quedarme en Colección Amalita, la obra de Santiago García Sáenz (1965-2006) regresó a la escena y a ser observada desde otro lugar.
En galería Hache se presentan una serie de piezas que, hasta el momento, jamás se habían mostrado y que revelan otro aspecto del artista, lejos del misticismo, lo religioso y la martirización, a través de unos collages de la serie de superhéroes creada en los ochenta, en los que explora el cuerpo masculino en un contexto de deseo y sufrimiento.
El collage de tinta, acrílico y tiza pastel sobre papel, de 70 x 100 cm, fue realizado durante el periodo de apertura tras la dictadura, refleja un ambiente marcado por el vértigo nocturno y la libertad sexual característica del destape.
Las escenas, que alternan entre lo orgiástico y lo homoerótico, están compuestas por figuras masculinas en situaciones de tensión y placer, con referencias hacia el pop centradas en la idealización de lo masculino a través de personanes como Superman o Spider Man que, a la vez, también nos hablan de una construcción de un imaginario de las industrias culturales del norte.
Volviendo a Colección Amalita, las obras tienen puntos de conexión con la muestra Esto soy yo, dedicada a Alfredo Londaibere, en especial las realizadas también al fragor del regreso democrático y ese descontrolado deseo por habitar el propio deseo que se abría.
“El rapto de Europa” (1985), de Alfredo Prior y Guillermo Kuitca
La colaboración entre Alfredo Prior (1952-2024) y Guillermo Kuitca (1961) marcó un punto de inflexión en la escena artística de Buenos Aires durante los 80, cuando una generación de creadores irrumpió con propuestas que desbordaban los límites tradicionales de las artes visuales.
En ese contexto, Prior no solo se destacó como pintor, sino que también incursionó en la escritura, la música y la performance, consolidando su presencia en la vanguardia cultural de la época. Junto a otros artistas, co-administró el espacio de performance La Zona, que se convirtió en un núcleo de experimentación y encuentro para quienes buscaban nuevas formas de expresión.
La trayectoria de Kuitca se entrelazó con la de Prior en múltiples proyectos. Ambos participaron en la exposición La Anavanguardia en el Estudio Giesso, un evento que reunió a una “banda de jóvenes artistas” decididos a transformar el panorama artístico argentino.
El impacto de esta generación se reflejó en la proyección internacional de sus integrantes. Prior representó a Argentina en la Bienal de San Pablo en 1985, consolidando su reconocimiento fuera del país. Además, integró la banda Super Siempre, lo que evidencia la amplitud de su búsqueda creativa y su interés por el cruce entre música y artes visuales.
La pieza de técnica mixta sobre papel -260 x 260 cm-, que se localiza en Vasari, relata el mito de Zeus, disfrazado de toro blanco para raptar a la princesa Europa y llevarla a Creta, platenando un puente con toda una tradición del arte desde la antigüedad.
La escena, que suele mostrar a Europa sobre el lomo del toro en el mar, rodeada de delfines y cupidos alados, ha sido interpretada por figuras como Tiziano, Veronese, Simon Vouet y Rubens, entre otros. Como sucede en el relato (y sus representaciones), las compañeras de la princesa aparecen en la orilla, observando el rapto y gesticulando.
“Ouroboros” (1991), de Liliana Maresca
Liliana Maresca (1951-1994) se consolidó como una de las figuras centrales del arte en Buenos Aires durante los años 80. Su trabajo, que abarcó pintura, escultura, instalaciones, performances y fotoperformances, se caracterizó por la integración de elementos neo-dadá, influencias minimalistas y estrategias conceptuales propias de la segunda mitad del siglo XX en Argentina.
En la segunda parte de su carrera, Maresca utilizó la fotoperformance como medio para denunciar violencia social y de género, así como la hipocresía y los dobles discursos presentes en la sociedad. En estas obras, su propio cuerpo se convirtió en el eje de la acción, asumiendo identidades ficticias para transformar la imagen en un registro tanto estético como documental.
En esta idea ingresa los registros de “Ouroboros”, pieza para la que fue desarmanda página por página los libros leídos de su biblioteca para construir una enorme serpiente de veintiséis metros cuadrados, que se mordía la cola, término tomado del médico y alquimista Paracelso.
La experiencia, que se puede ver en Rolf, fue realizada en el parque de esculturas de la Plaza Seca de la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires durante 1991 y finalizó con la incinerización de la pieza.
La artista también recurrió a los medios gráficos para cuestionar la unicidad de la obra de arte, multiplicando su imagen en formato de afiche y acercándose al terreno de la comunicación masiva. Entre sus trabajos más destacados figuran “Liliana Maresca con su obra”, “Imagen pública – Altas Esferas” y los autorretratos realizados en el Edificio Marconetti y el Museo Nacional de Bellas Artes.
*Arteba, en el Centro Costa Salguero, Av. Costanera Rafael Obligado 1221. Entradas generales: $14.000, con promociones y descuentos para estudiantes, jubilados, menores de 10 años y personas con CUD, quienes podrán ingresar gratuitamente junto a un acompañante.
Fotos: RS Fotos en arteba y gentileza de las galerías