Durante décadas, la idea de que los niños pequeños son los principales responsables del cambio lingüístico dominó tanto la investigación académica como la percepción popular. Sin embargo, un reciente estudio teórico publicado por la Max Planck Society desafía esta creencia y propone que la verdadera fuerza detrás de la evolución del lenguaje reside en la interacción cotidiana de adolescentes y adultos.
Este trabajo, difundido en la revista Psychological Review, sostiene que el cambio lingüístico no se origina en los errores infantiles, sino en la creatividad y adaptabilidad de los hablantes más experimentados.
El hallazgo central del estudio de la Max Planck Society pone en cuestión una de las nociones más arraigadas en la lingüística y la psicología: que los fallos de los niños al aprender a hablar son el motor de la transformación de las lenguas. Según los autores, la evidencia disponible no respalda esta hipótesis.
En cambio, el análisis apunta a que la evolución del lenguaje se produce principalmente a través de la manera en que adolescentes y adultos emplean el idioma en contextos reales de comunicación, adaptándose, innovando y negociando significados en su vida diaria.
La creencia tradicional, que se remonta al siglo XIX con afirmaciones como la del lingüista Henry Sweet —quien sostenía que “si los niños aprendieran perfectamente el idioma de cada generación, las lenguas no cambiarían”—, influyó en la forma en que se estudia y se enseña la evolución lingüística. Esta perspectiva fue repetida en numerosos estudios contemporáneos y permaneció incluso el discurso público sobre el lenguaje.
No obstante, el nuevo trabajo de la Max Planck Society revisa los argumentos clásicos que atribuyen a los niños el papel central en el cambio lingüístico y encuentra escasa evidencia de que los errores cometidos durante la adquisición temprana del idioma se propaguen en la comunidad.
Los autores explican: “Demostramos que los errores que cometen los niños pequeños al adquirir su primera lengua no suelen persistir ni extenderse al resto de la comunidad. El cambio lingüístico es más probable que surja de la manera en que los adultos y adolescentes se adaptan, innovan e interactúan en situaciones comunicativas reales”.
El estudio subraya que la mayoría de los errores infantiles desaparecen a medida que los niños crecen y perfeccionan su dominio del idioma. Además, los investigadores señalan que los niños carecen de la posición social necesaria para que otros hablantes imiten sus formas lingüísticas.
“Los niños superan la mayoría de sus errores graciosos conforme maduran y, de todos modos, no tienen la autoridad social que se requiere para que los imitemos”, afirman los autores en declaraciones recogidas por la Max Planck Society.
En contraste, el análisis destaca el papel de la autoridad social, la creatividad y la flexibilidad de adolescentes y adultos como factores que facilitan la adopción y permanencia de nuevas formas lingüísticas. La interacción entre hablantes con mayor experiencia y estatus social permite que ciertas innovaciones se consoliden y se difundan en la comunidad.
Más allá de replantear el debate académico, los autores insisten en la necesidad de corregir una idea errónea que también está presente en la discusión pública sobre el lenguaje. Según el equipo de la Max Planck Society, su principal aporte radica en promover una mejor asignación de los recursos de investigación.
“Vemos el principal valor de nuestro trabajo en alentar una mejor distribución de los recursos destinados a la investigación”, señalan. En este sentido, proponen que, en lugar de centrarse exclusivamente en los errores de adquisición infantil, los estudios sobre el cambio lingüístico deberían explorar los procesos sociales, históricos e interactivos que sustentan la aparición y transformación de las lenguas.
El estudio concluye con un llamado a la comunidad científica para que amplíe su perspectiva y preste mayor atención a los contextos sociales en los que se utiliza el lenguaje. Al desplazar el foco de los niños hacia los adolescentes y adultos, los autores abren la puerta a explicaciones más completas sobre cómo y por qué evolucionan las lenguas, lo que podría transformar la manera en que se investiga y se comprende la dinámica del cambio lingüístico.