Un mural de Banksy se ha convertido en el epicentro de una disputa legal tras la denuncia del Bethnal Green Working Man’s Club, ubicado en el este de Londres, que sostiene que la obra fue retirada sin autorización y puesta a la venta en Estados Unidos.
La pieza, conocida como Yellow Lines Flower Painter (2007), muestra a un trabajador vestido con peto, sentado sobre un bote de pintura y sosteniendo un rodillo. A su lado, una flor de gran tamaño surge de las líneas dobles amarillas de la calle, fusionando el arte urbano con el entorno vial londinense. Actualmente, la pintura se encuentra en Colorado, lejos de su ubicación original en el club social londinense.
La controversia comenzó cuando los fideicomisarios del Bethnal Green Working Man’s Club presentaron una demanda contra uno de sus propios empleados, Warren Dent, junto a otros acusados, según informó el Financial Times. El caso ha puesto en el centro del debate la propiedad y el destino de una obra de arte callejero que, por su naturaleza efímera y su contexto, plantea desafíos legales y éticos singulares.
De acuerdo con el antiguo contable del club, quien trabaja para la firma Capital & Co, el secretario del club, Stephen Smorthit, habría acordado vender la obra a Dent en 2019 por £20,000 (USD 27.000). Este acuerdo, según la versión presentada, permitió a Dent encargar al restaurador de arte Chris Bull, propietario de la empresa Fine Art Restoration (también demandada en el proceso), la retirada del mural. Bull recibió además el encargo de restaurar la pieza, que había sufrido actos de vandalismo con grafitis.
Tras la extracción exitosa de la obra, Bull la prestó a la galería de su padre en Aspen, Colorado, para una exposición celebrada en marzo del año pasado. Según Bull, Dent y tres miembros del club aprobaron el préstamo. Antes de su traslado a Estados Unidos, Yellow Lines Flower Painter fue asegurada por una suma cercana a USD 750.000.
No obstante, la demanda presentada el mes pasado por tres fideicomisarios del club—Paul Le Masurier, Alan Milliner y Kerry Smorthit—sostiene que nunca autorizaron a Dent a adquirir la obra. Kerry Smorthit es hija del secretario del club, lo que añade un matiz familiar a la disputa. Los demandantes alegan que la pintura fue puesta a la venta en Estados Unidos de manera ilícita y exigen su devolución, argumentando que Dent carece de derechos de propiedad sobre la misma.
Por su parte, Bull y Fine Art Restoration han manifestado su intención de impugnar la demanda. “Solo estamos nombrados porque tenemos la obra en nuestro poder y estamos dispuestos a entregarla si nos lo solicitan”, declaró Bull al Financial Times. Esta declaración sugiere que la empresa de restauración no busca beneficiarse de la posesión del mural, sino que se encuentra en una posición intermedia a la espera de una resolución judicial.
El caso ha atraído la atención no solo por la notoriedad de Banksy, sino también por las complejidades legales que rodean la propiedad y comercialización de arte urbano. La oficina de Banksy, Pest Control, así como los tres fideicomisarios, Dent y Capital & Co, declinaron hacer comentarios al respecto, según el Financial Times.
El valor de las obras de Banksy en el mercado del arte ha experimentado un crecimiento notable en los últimos años. Su récord en subasta se sitúa en £18,6 millones ($25,5 millones), alcanzado por Love is in the Bin (originalmente titulada Girl with Balloon), que se autodestruyó parcialmente en una subasta de Sotheby’s en 2018, generando un fenómeno mediático internacional.
Sin embargo, las obras murales del artista británico presentan dificultades adicionales para su valoración, ya que Banksy no emite certificados de autenticidad para estas piezas, lo que complica su legitimación en el mercado secundario.
La problemática de la autenticidad y la procedencia ha quedado patente en otros casos recientes. El año pasado, la obra Happy Choppers (2002), que representa una flota de helicópteros adornados con lazos rosas, no logró encontrar comprador en una subasta en Newcastle. A pesar de contar con una estimación de £500,000 (USD 680.000), la ausencia de un certificado de autenticidad y el hecho de haber sido retirada de la pared de un edificio de oficinas en Shoreditch, también en el este de Londres, desincentivaron a los potenciales compradores.