Un análisis isotópico confirma que metales de la Península Ibérica llegaron hasta el mar Báltico hace más de dos mil años (foto: Journal of Archaeological Science)

Un discreto lingote metálico hallado en un pequeño taller de la costa sueca ha obligado a revisar la historia del comercio europeo durante la Edad del Hierro. El objeto, identificado recientemente como el primer ejemplar completo de su tipo en Suecia, ha revelado conexiones comerciales y culturales entre Escandinavia y la Península Ibérica prerromana de hace 2.500 años.

El hallazgo, publicado en Journal of Archaeological Science: Reports y liderado por la arqueóloga Serena Sabatini de la Universidad de Gotemburgo, ha sido considerado una contribución significativa para entender la circulación de metales, ideas y técnicas a lo largo de Europa.

Una pieza olvidada que reescribe la historia

Durante casi 50 años, un extraño lingote permaneció almacenado en el taller de una familia de Särdal, en la región de Halland, al suroeste de Suecia. Su apariencia era poco vistosa: una pieza metálica convexa, de poco más de un kilo, con un lado rugoso por la corrosión y otro liso. Sin embargo, este objeto modesto ha resultado ser una clave para descifrar rutas comerciales prehistóricas.

Los especialistas inicialmente pensaron que se trataba de un objeto moderno o, en el mejor de los casos, procedente de la Edad del Bronce. La ausencia de restos arqueológicos cercanos complicaba su datación. Solo mediante análisis químicos y isotópicos detallados se pudo determinar la verdadera naturaleza del lingote. El resultado sorprendió: la pieza estaba compuesta por una aleación de cobre, zinc, estaño y plomo, una combinación característica de la Edad del Hierro y no de épocas anteriores.

La investigación, que involucró equipos de Suecia, Polonia y Austria, fue más allá del análisis material. Al comparar la composición y la firma isotópica del lingote sueco con otros hallazgos, los investigadores detectaron una coincidencia notable con un conjunto de lingotes en forma de barra hallados en el noreste de Polonia, en la región lacustre de Iława. “Ambos conjuntos presentaban proporciones casi idénticas de metales y una firma isotópica muy similar”, explicó Serena Sabatini.

Un corredor comercial atlántico-báltico en la Edad del Hierro

El verdadero avance científico llegó al analizar los isótopos de plomo, herramienta que permite rastrear el origen geológico de los metales antiguos con un alto grado de precisión. Tanto el lingote de Särdal como los de Polonia provenían de las minas del suroeste de la Península Ibérica, especialmente de la región de Huelva. Estas minas, conocidas por su riqueza en recursos polimetálicos, ya eran explotadas durante la Edad del Bronce, pero la evidencia confirma que su producción llegó hasta Escandinavia siglos después.

El descubrimiento refuerza la hipótesis de la existencia de un corredor comercial activo entre la Península Ibérica, el Atlántico Norte, el Kattegat y el mar Báltico durante la Edad del Hierro. Lejos de la tradicional visión de un comercio metalúrgico en decadencia tras el final de la Edad del Bronce, los datos isotópicos y químicos demuestran que las rutas marítimas y fluviales continuaron facilitando el intercambio de metales, técnicas y formas culturales.

Según el estudio, la aleación de cobre, zinc, estaño y plomo no era fruto de una casualidad, sino de un proceso técnico intencionado. Esta combinación proporcionaba al metal mayor resistencia, facilidad de moldeado y un acabado uniforme, características ideales para fabricar ornamentos y utensilios duraderos.

Los lingotes polacos mostraban, además, signos de haber sido moldeados en moldes de doble válvula y pulidos posteriormente, lo que sugiere un destino vinculado a objetos de prestigio, como collares rígidos tipo pectoral, habituales en las culturas bálticas.

“Este tipo de análisis científico permite iluminar redes de comercio, migraciones de conocimiento y relaciones interregionales, incluso cuando el contexto arqueológico es escaso o inexistente”, señaló Sabatini. La colaboración internacional fue fundamental para cruzar datos y establecer la conexión entre Halland e Iława.

El trabajo científico indica que la fabricación de los lingotes respondía a una intención técnica específica para crear ornamentos de prestigio. (foto: Journal of Archaeological Science)

Ciencia, cooperación y nuevos horizontes en la arqueología europea

El hallazgo del lingote en Särdal y su relación con los lingotes polacos representa mucho más que una simple curiosidad arqueológica. De acuerdo con el equipo de investigación, “una colaboración internacional puede transformar una pieza aislada en una clave para reescribir una parte significativa de la historia europea”.

El trabajo conjunto entre universidades de Suecia, Polonia y Austria permitió trazar un mapa olvidado del comercio metalúrgico prehistórico, demostrando que las rutas que unieron el Mediterráneo, la Península Ibérica, el canal de la Mancha y el mar Báltico permanecieron activas mucho después de lo que se creía.

El estudio ubica el lingote de Särdal cronológicamente entre los siglos VI y III a.C., en plena Edad del Hierro prerromana escandinava. Aunque fue hallado en solitario y sin contexto arqueológico preciso, su forma y composición, junto con la comparación con los lingotes polacos, permitieron a los expertos situarlo en este período. “El análisis científico de materiales puede revelar aspectos desconocidos de la historia europea, incluso en ausencia de excavaciones o contextos tradicionales”, afirmó Sabatini.

La importancia del hallazgo va más allá de las rutas comerciales o las aleaciones utilizadas. El caso destaca el papel de la cooperación científica internacional y el cruce de bases de datos para resolver enigmas históricos. Sin la colaboración entre especialistas de diferentes países, habría sido imposible establecer el vínculo entre un pequeño taller de Särdal y los antiguos depósitos de Iława, separados por más de mil kilómetros.