La personalidad animal, entendida como un patrón de comportamiento estable, existe en todo el reino animal, según los científicos (Imagen Ilustrativa Infobae)

¿De dónde surge la personalidad y por qué los individuos de una misma especie no son iguales? Estas preguntas, durante mucho tiempo atribuidas solo a humanos y mascotas, encontraron una respuesta innovadora en un laboratorio de la Universidad de Harvard.

Un equipo de científicos demostró que la diversidad individual—eso que llamamos personalidad—también evoluciona en animales tan simples como la mosca de la fruta. Este hallazgo, producto de un experimento con miles de ejemplares de Drosophila melanogaster, cambia la manera de comprender la adaptación y la supervivencia en la naturaleza.

La personalidad animal: un fenómeno universal

La investigación recogida por The Conversation parte de una premisa sorprendente: la personalidad animal, entendida como una pauta de comportamiento estable y única para cada individuo, existe en todo el reino animal.

Shraddha Lall, candidata a doctorado en Biología Evolutiva y de Organismos en Harvard, lo sintetiza así: “Todos los animales, desde el gusano más pequeño hasta la ballena más grande, tienen personalidades: preferencias conductuales individuales que permanecen más o menos estables a lo largo de su vida”.

En el caso de las moscas de la fruta, estas diferencias se expresan en decisiones simples, como elegir girar a la izquierda o a la derecha en un laberinto, preferir ambientes cálidos o fríos, o inclinarse por la luz o la sombra.

El estudio confirma que la variabilidad conductual es una estrategia adaptativa clave para la supervivencia de las especies (Imagen Ilustrativa Infobae)

Genética, ambiente y la diversidad dentro de una especie

La investigación demostró que la individualidad no responde a una sola causa. En el caso de los animales, surge de una interacción entre la herencia genética y las condiciones ambientales. Por ejemplo, en ciertas poblaciones de Drosophila, los padres que prefieren temperaturas más elevadas suelen tener descendientes con la misma inclinación.

Sin embargo, existen combinaciones genéticas que amplían la variedad de preferencias dentro de un mismo grupo, permitiendo que algunos ejemplares elijan lo opuesto.

Esta diversidad plantea interrogantes fundamentales para la biología evolutiva: ¿qué sentido tiene, para la supervivencia, que los individuos de una especie sean diferentes entre sí?

La respuesta está en la teoría de la apuesta evolutiva (bet-hedging). En ambientes impredecibles, la variabilidad interna —es decir, la diversidad de comportamientos— se convierte en una estrategia adaptativa clave.

Si todos los individuos compartieran el mismo comportamiento y el entorno cambiara de forma abrupta, las posibilidades de supervivencia disminuirían. En cambio, al existir variedad de respuestas, siempre habrá individuos capaces de sobrevivir y reproducirse bajo nuevas condiciones. Así, los genes que promueven la diversidad resultan exitosos en el largo plazo y favorecen la permanencia de la especie.

Selección artificial: cómo se hizo el experimento

Un experimento con miles de moscas de la fruta revela que la personalidad y la individualidad pueden evolucionar incluso en organismos simples (Europa Press)

Para entender la evolución de la individualidad, el equipo de Harvard implementó un experimento de selección artificial. El objetivo fue observar si la personalidad animal puede evolucionar al aplicarse una presión de selección específica.

Los investigadores analizaron el sesgo de giro —la tendencia de cada mosca a elegir una dirección determinada— en un laberinto especialmente diseñado. Aunque la dirección particular no se hereda directamente, la variabilidad en ese comportamiento sí puede transmitirse genéticamente.

Durante 21 generaciones, los científicos analizaron miles de moscas agrupadas por linajes maternos. Si un grupo de hermanos tomaba decisiones similares, se consideraba que tenían baja variabilidad genética; si, en cambio, mostraban conductas diferentes, la variabilidad era alta. Solo las familias con mayor diversidad conductual se seleccionaban para reproducirse en la siguiente generación.

El resultado: surgieron poblaciones con niveles inéditos de variabilidad en el sesgo de giro. “El aumento de la individualidad en los comportamientos puede evolucionar en respuesta a la selección, sin duda en el laboratorio y potencialmente también en la naturaleza”, señaló Lall.

Un hallazgo que trasciende las moscas

El hallazgo abre nuevas preguntas sobre la influencia de los genes y el ambiente en la formación de la personalidad animal y humana (Imagen Ilustrativa Infobae)

El impacto de esta investigación va más allá de la biología de Drosophila melanogaster. Comprender cómo la personalidad y la diversidad animal surgen y evolucionan aporta nuevas claves para revelar los mecanismos que permiten a las especies, incluidos los humanos, adaptarse y sobrevivir ante la incertidumbre del entorno.

El trabajo difundido por The Conversation consolida el papel de la diversidad individual como una herramienta evolutiva fundamental y abre nuevos interrogantes sobre la influencia combinada de los genes y el ambiente en la formación de la personalidad.

La investigación continúa, con la intención de explorar nuevas variantes del experimento y mayor profundidad en la relación entre personalidad y adaptación. Para Lall y su equipo, cada desafío superado es un paso más para desentrañar cómo la evolución moldea, en todos los seres vivos, ese misterioso y fascinante rasgo que llamamos personalidad.