Modelos planetarios avanzados sugieren que los interiores de Urano y Neptuno podrían estar dominados por roca y no por hielo

En el extremo más alejado del sistema solar, donde la luz del Sol es apenas un eco distante y el frío domina sin tregua, dos planetas enigmáticos desafían incluso las categorías más arraigadas de la ciencia.

Urano y Neptuno siempre han ostentado el título de “gigantes de hielo”, una etiqueta tan cómoda como intrigante, que ha sobrevivido más por tradición que por certezas. Sin embargo, una investigación reciente demuestra que todo lo que creíamos saber sobre estos mundos azules podría estar a punto de cambiar para siempre.

Un misterio intacto en las fronteras del sistema solar

A más de 2.500 millones de kilómetros de la Tierra, dos mundos giran bajo cielos sombríos y temperaturas extremas. Durante décadas, han sido definidos como “gigantes de hielo”, un nombre que sugería certeza y conocimiento científico. Pero esa etiqueta tambalea: una investigación de la Universidad de Zúrich, publicada en Astronomy & Astrophysics, acaba de abrir un debate crucial que podría transformar para siempre la forma en que la ciencia clasifica y comprende estos planetas distantes.

Este estudio no solo lanza dudas sobre lo que se creía saber: expone, con evidencia, lo mucho que aún ignoramos sobre los extremos del sistema solar. La verdadera naturaleza de estos planetas sigue siendo una de las preguntas más abiertas de la astronomía moderna.

La nueva investigación sobre Urano y Neptuno cuestiona la tradicional clasificación de “gigantes de hielo” en el sistema solar (Europa Press)

Etapas de una clasificación que se quiebra

Hasta ahora, el relato dominante era claro. En el sistema solar hay mundos rocosos cerca del Sol, gigantes de gas como Júpiter y Saturno un poco más lejos, y finalmente, en el confín, los llamados “gigantes de hielo”, supuestamente formados por grandes cantidades de agua y otros compuestos volátiles congelados. Esa división permitía comparar, dar orden y establecer paralelismos.

Sin embargo, el equipo encabezado por Luca Morf y Ravit Helled decidió abandonar los viejos supuestos. Su metodología parte de la premisa de que, con los datos actuales —limitados a perfiles de masa, radio y campos gravitatorios obtenidos por Voyager 2, telescopios y observatorios terrestres—, forzar una única respuesta es irrealista. Por eso desarrollaron modelos flexibles, capaces de sumar diferentes proporciones de roca, hielo y gases sin imponer reglas rígidas.

¿La conclusión? Tanto Urano como Neptuno podrían tener interiores dominados por roca, por agua, o por mezclas variables, y los límites entre “gigantes de hielo” y otras categorías se difuminan. Los autores dejan en claro que lo que pensábamos cierto podría ser solo una convención práctica, no una verdad comprobada.

Los campos magnéticos caóticos de Urano y Neptuno podrían deberse a capas profundas de agua iónica, según los nuevos modelos (NASA/JPL via The New York Times)

Un rompecabezas de capas, materiales y fuerzas desconocidas

Lo que sucede bajo las atmósferas azules de estos planetas es enormemente complejo. En ausencia de datos directos, cada avance depende del desarrollo de modelos cada vez más sofisticados. Este nuevo ejercicio incorpora algoritmos que exploran millones de combinaciones internas, descartando aquellas incompatibles con la masa, el tamaño y otras características observables.

Una revelación destacada es la posible presencia de grandes cantidades de roca allí, donde muchos imaginaban océanos interminables de hielo. La proporción entre roca y agua no solo puede variar ampliamente entre los planetas: también puede cambiar según los supuestos razonables dentro del modelo.

El estudio presta atención a la fracción de hidrógeno y helio en las capas más externas, elementos clave para entender el origen y la dinámica interna. Si bien estos resultados son preliminares, muestran que ni Urano ni Neptuno pueden describirse bajo un único escenario.

La investigación destaca la importancia de hidrógeno y helio en las capas externas para entender el origen de estos planetas azules (NASA vía AP)

Las verdaderas implicancias para la ciencia planetaria

Modificar la composición atribuida a Urano y Neptuno no es solo una cuestión de nombres. Cambia el paradigma sobre cómo se formaron los planetas en el sistema solar y, por extensión, los exoplanetas que se detectan a años luz de distancia. Muchos de estos exoplanetas son de tamaño y masa intermedia, similares a Urano y Neptuno, lo que vuelve urgente comprender la física detrás de estos cuerpos azules cercanos.

El estudio plantea que la diversidad de modelos internos obliga a revisar teorías sobre la historia térmica de estos planetas, su migración a lo largo del disco proto-planetario y, en particular, el modo en que interactúan sus interiores y atmósferas.

Tampoco puede pasarse por alto el desafío que representan sus campos magnéticos: Urano y Neptuno presentan magnetosferas caóticas, inclinadas y con múltiples polos. Los nuevos modelos sugieren que podrían ser el resultado de capas profundas de agua iónica, pero cualquier conclusión firme sigue atada a la hipótesis. El origen y evolución de estos campos magnéticos complejos constituye un enigma inabordable con los datos actuales.

La proporción de roca, agua y gases en Urano y Neptuno varía según los modelos, desdibujando los límites entre categorías planetarias (Europa Press)

Límites y el futuro de la clasificación planetaria

Uno de los puntos más relevantes que señala la investigación es la enorme cantidad de factores inciertos: desde la física de materiales bajo presiones y temperaturas extremas, hasta el papel de compuestos como el metano y el amoníaco, además de la influencia de vientos y movimientos internos difíciles de modelar.

La única ruta para resolver el misterio será, a mediano plazo, a través de nuevas misiones espaciales diseñadas para explorar Urano y Neptuno. Europa y Estados Unidos proyectan desde hace años misiones capaces de atravesar la atmósfera y obtener información directa. Sin esos datos, solo se podrán cerrar algunas grietas en el conocimiento mediante modelos teóricos cada vez más sofisticados.

La nueva investigación no es solo una revisión técnica: es un llamado de atención y humildad. Donde antes la ciencia creyó hallar respuestas, resurge el misterio. La frontera entre “gigantes de hielo”, “gigantes de gas” o “gigantes rocosos” queda difusa y, de momento, provisional. Cada nueva hipótesis reafirma que, lejos de cualquier esquema predeterminado, la naturaleza es más rica y compleja de lo que los manuales solían enseñar.

Mientras tanto, Urano y Neptuno continuarán girando en los confines del sistema solar, desafiando la mirada científica con sus secretos intactos. Entenderlos no es solo un desafío intelectual: es una pieza clave para reconstruir el pasado del sistema solar y comprender la geografía de los mundos extrasolares. Porque en la astronomía, toda respuesta profunda solo abre el paso a preguntas aún mayores.