El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asiste a una reunión bilateral con el presidente de China, Xi Jinping, durante la cumbre de líderes del G20 en Osaka, Japón, 29 de junio de 2019 (REUTERS/Kevin Lamarque)

Mientras China y los Estados Unidos acuerdan una tregua temporal en su guerra comercial, Beijing se prepara para un periodo prolongado de rivalidad con Washington. Según informó The New York Times, esta pausa en los aranceles no implica un cambio en las tensiones más amplias entre ambas potencias, ya que persisten desacuerdos significativos en temas como la presencia militar estadounidense en Asia y las restricciones al acceso de China a tecnologías avanzadas.

El acuerdo alcanzado en Ginebra para reducir los aranceles impuestos mutuamente podría abrir la puerta a una llamada o incluso a una cumbre entre el presidente Donald Trump y el líder chino Xi Jinping. Sin embargo, expertos citados por el medio señalaron que Beijing interpreta esta tregua como un movimiento táctico de Estados Unidos, más que como un cambio fundamental en su postura hacia el Partido Comunista Chino. Jonathan Czin, investigador del Instituto Brookings, afirmó al medio estadounidense que esta percepción valida la estrategia de China de prepararse para una posible segunda guerra comercial, siguiendo las políticas implementadas desde el primer enfrentamiento arancelario durante el mandato inicial de Trump.

A pesar de los esfuerzos diplomáticos, la relación entre ambos países sigue marcada por la desconfianza. Según el medio, los altos aranceles impuestos por Trump han debilitado las esperanzas de Beijing de apelar al lado negociador del presidente estadounidense. En paralelo, China ha intensificado su búsqueda de oportunidades económicas y diplomáticas en Asia, mientras mantiene una postura firme respecto a sus reclamos territoriales y su competencia militar en la región.

En este contexto, Xi Jinping ha intentado proyectar a China como un socio confiable y estable frente a la incertidumbre generada por las políticas comerciales de Trump. Durante recientes visitas a Vietnam, Camboya y Malasia, así como en reuniones con líderes de América Latina, Xi ha promovido la imagen de China como una alternativa económica viable. Sin embargo, esta estrategia de “diplomacia económica” no ha impedido que Beijing adopte medidas más agresivas en sus disputas territoriales.

El mismo día en que se anunció la tregua arancelaria, el gobierno chino publicó un documento de política nacional que advertía sobre amenazas externas a sus regiones fronterizas y áreas circundantes. Según el informe, la región del Asia-Pacífico se ha convertido en un escenario de competencia entre grandes potencias, con países que fortalecen alianzas militares y forman bloques excluyentes, en una clara referencia a Estados Unidos y sus socios.

Guardacostas chinos en Sandy Cay
(MINISTERIO DE DEFENSA DE CHINA)

Las tensiones en el mar de China Meridional y otras áreas disputadas han escalado en las últimas semanas. A principios de este mes, un helicóptero de la Guardia Costera china ingresó al espacio aéreo cerca de las islas Diaoyu (conocidas como Senkaku en Japón), lo que provocó una nueva fricción con Tokio. Además, la Guardia Costera china desembarcó en Sandy Cay, un islote reclamado por Filipinas, días antes de que Estados Unidos y Filipinas iniciaran ejercicios militares conjuntos en la región.

El tema de Taiwán sigue siendo una de las principales preocupaciones de Beijing. En abril, el Ejército Popular de Liberación llevó a cabo ejercicios militares alrededor de la isla, simulando un bloqueo. Según Julian Gewirtz, ex funcionario de política china en la administración de Joe Biden, los líderes chinos ven este momento como una oportunidad para redefinir sus relaciones con los países vecinos, especialmente aquellos que consideran demasiado cercanos a Washington. Gewirtz explicó que Beijing combina incentivos económicos y tecnológicos con una postura firme en sus reclamos territoriales, estrategias que coexisten sin contradicción en la visión del liderazgo chino.

A pesar de los esfuerzos de China por aprovechar las divisiones entre Estados Unidos y sus aliados tradicionales, las alianzas estadounidenses en Asia y el Pacífico, como las mantenidas con Japón, Filipinas, Taiwán y Australia, permanecen sólidas. Según dijo al NYT Ely Ratner, ex funcionario del Departamento de Defensa, tanto Estados Unidos como sus socios asiáticos han intentado separar sus relaciones de defensa y seguridad de las tensiones comerciales. Sin embargo, la percepción de China como una amenaza principal para la seguridad nacional de estos países complica los intentos de Beijing por mejorar sus relaciones en la región.

En el ámbito interno, China ha celebrado la disolución de la oficina que supervisaba la Voz de América y otras agencias estadounidenses que promueven la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, las tensiones entre ambos países no son nuevas. Antes de la llegada de Trump, los líderes chinos ya tenían una visión pesimista de las intenciones estadounidenses. Durante el primer mandato de Trump, las relaciones bilaterales pasaron de gestos amistosos a una guerra comercial, seguida de un acuerdo que se deterioró rápidamente, con acusaciones mutuas sobre el incumplimiento de los términos.

Shen Dingli, académico de relaciones internacionales en Shanghái, señaló que la reciente tregua arancelaria no resolverá las profundas desconfianzas entre ambas potencias.