Cada vez que estaba triste, Daniel Glitz iba hasta la fundación que lo vio crecer, CasaSan, a pocas cuadras de su hogar, en La Boca, pero no entraba. Si bien allí todos lo conocían, evitaba la puerta y doblaba la esquina hacia la entrada lateral para acariciar una placa con el nombre de su mamá, Jéssica, quien había sido cocinera voluntaria del comedor de la ONG y murió en 2022 tras un cáncer que se la llevó en tres meses.

Antes de persignarse, la imaginaba y le decía que quería cumplir con lo que le había prometido, aunque a veces sentía que no tenía fuerzas: “Terminar la secundaria y no desviarse del buen camino”. Es que antes eran cuatro: su mamá, sus tres hermanas menores y él. Pero su muerte, cuando él tenía 17, lo había dejado sin rumbo: las niñas se fueron a vivir con su padre y si bien su abuela materna estaba presente, sintió que estaba solo.

“A esa edad estaba con el riesgo de hacer lo que hacen muchos chicos del barrio que no ven oportunidades, estaba frente al riesgo de elegir lo fácil, las malas juntas, la calle, las drogas”, cuenta Daniel a LA NACION, quien hoy tiene 20 y vive en una zona humilde y “picante” del barrio de La Boca, a pasos de uno de los circuitos turísticos más populares de Buenos Aires.

Su historia es un ejemplo de cómo los jóvenes de contextos vulnerables pueden salir adelante si encuentran contención y oportunidades de la mano de organizaciones civiles y, necesariamente, apoyo del Estado.

“Mi mamá estuvo toda la pandemia cocinando acá para las personas del barrio, era buena y generosa. Antes de morir me hizo prometerle que iba a terminar la secundaria y que iba a ser honesto”, dice un viernes de sol, frente a la placa de su madre que da a la calle Garibaldi, sobre la que se extienden los rieles del tranvía que alguna vez conectó al barrio con Retiro. En el presente es una pasarela de turistas que observan todo y nada como por primera vez.

Daniel le había hecho la promesa a su madre frente a Mercedes Frassia, una arquitecta que en honor a su hijo, quien murió tras luchar contra las adicciones, creó CasaSan. Allí, a través de talleres artísticos y de oficios, se busca potenciar el crecimiento y el desarrollo de los chicos de bajos recursos y mostrarles una opción que los inspire y aleje del camino de las drogas.

Daniel junto a su abuela Fanny (a la derecha de la imagen) y a Mercedes, la fundadora de CasaSan

Para Daniel, Mercedes es “su tía”, sin que medie sangre, solo cariño. La conoce desde los 11 años, cuando asistía a los talleres de murga y percusión, que, con el tiempo, pasó a liderar. Su madre era una referente en La Boca, ya que era una de las fundadoras de la murga Los Amantes de la Boca. Después de la pandemia, había comenzado a dar un taller junto con Daniel, que hacía la percusión, hasta que al poco tiempo se contagió de covid, la internaron y le detectaron un cáncer.

Cuando ella murió, pasé por un par de años malos”, admite Daniel. Mercedes, quien está presente en la entrevista, lo mira con una sonrisa, dice que ella lo buscó mucho, que él iba a la fundación pero volvía a desaparecer.

“Jéssica era divina, muy solidaria, se instalaba a cocinar para 500 personas en la pandemia, se venía con los chiquitos, no faltaba”, cuenta Mercedes.

“Los valores que me enseñó mi mamá fueron mi pilar, pero lo que de chico a mí me sacó de la calle, de las malas juntas fue la música, hacer percusión acá. Y después, en los años malos, me di cuenta de que yo había tenido una oportunidad y no podía desperdiciarla. En un barrio donde hay tantas necesidades, un lugar como este es un rayo de luz”, explica el joven.

Daniel, que además estudió dos años música en otra organización de La Boca, Casa Tasso, es un referente percusionista del barrio y compone canciones que sube a sus redes sociales.

Ahora, llega a CasaSan, saluda a Mercedes y visita la placa que hicieron en honor a su madre. Está orgulloso porque le está cumpliendo las promesas. Trabaja haciendo changas de herrería y colocación de vidrios junto con un tío que le enseña ambos oficios y le falta poco para terminar la secundaria. Cursa en una segunda sede de CasaSan, a pocas cuadras de allí, que articula con Adultos 2000, el programa en línea del Gobierno de la Ciudad para mayores de edad que quieren completar sus estudios.

La madre de Daniel era voluntaria de la organización y tras su muerte en la pandemia hicieron una placa para homenajearla

Daniel ahora tiene un sueño: organizar un taller de música y un estudio de grabación para que los chicos del barrio no elijan “la calle”. El proyecto se montaría en una tercera sede que Mercedes está renovando en lo que era una cantina, en una zona aún “más picante”. Tanto Daniel, como “su tía”, aseguran que ahí es en dónde hay que trabajar porque hay más urgencias.

Daniel cuenta que hay muy buenos artistas urbanos en su barrio, que son chicos de 14 a 18 años, que algunos tienen una visión muy cruda de la realidad porque “nadie se la contó, la viven”. Quiere darles un espacio donde puedan expresarse, estudiar música, ensayar o grabar y su intención es ser una guía.

Mi sueño es que los pibes tengan otro pensamiento. Todos tenemos calle acá, pero a ellos nadie les dio quizás una oportunidad o no supieron verla, no tuvieron alguien que los contuviera. Creen que lo mejor es ir por lo fácil, la calle es lo fácil, o los atrapa la droga porque no saben que más que una salida es la muerte misma”, cuenta convencido.

Luego, cierra: “Lo difícil es esforzarse, estudiar, pero me gustaría que vean que pueden salir adelante sin robar, fuera de la calle, que tengan el ejemplo que lo que te da ese esfuerzo es para toda la vida, es una oportunidad para progresar, lo que me dieron y me dan acá”.

Cómo ayudar a Daniel y a CasaSan

  • Para lograr el sueño de Daniel, desde CasaSan necesitan donaciones de dinero o instrumentos y equipos para armar el estudio de grabación. Además, Mercedes sueña que alguna empresa pueda apadrinar a Daniel, ya que la fundación, a la que en sus dos sedes asisten a unos 600 niños, niñas y adolescentes, no podría pagarle. Las donaciones se pueden hacer al alias Casa.San.815 Por otro tipo de ayuda, se puede llamar al 11.5561-6772