El politólogo alemán Thomas Greven es referencia internacional en el análisis de la derecha radical. Imparte clases en el Instituto John F. Kennedy de Estudios Norteamericanos de la Universidad Libre de Berlín. (Sandy Haessner/Universidad Libre de Berlín)

El politólogo alemán Thomas Greven, referencia internacional en el análisis de la extrema derecha, participa estos días en la Conferencia de la Alianza Progresista de las Américas con una advertencia contundente: los movimientos radicales han cambiado de estrategia y ya no buscan destruir el sistema desde fuera, sino conquistarlo desde dentro. Profesor de ciencias políticas en la Universidad Libre de Berlín y especialista en política estadounidense, co-organiza desde 2002 una red transatlántica para combatir la derecha radical.

Su libro más reciente, La Red Internacional de la Derecha Radical, documenta cómo estos movimientos han desarrollado estrategias sofisticadas de cooperación internacional a pesar de su retórica nacionalista. Su diagnóstico es sombrío pero no desesperanzado: “Es hecho por humanos, así que no es inevitable”, dice sobre el auge global de la extrema derecha. Sin embargo, reconoce que las fuerzas progresistas están a la defensiva y carecen de una narrativa convincente para competir con la simpleza de los mensajes radicales.

La entrevista se produce tras las elecciones locales en Renania del Norte-Westfalia, el estado más poblado de Alemania, donde la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) triplicó sus resultados. Para Greven, ese avance responde tanto a crisis socioeconómicas como a transformaciones culturales: “Suficientes personas están tan descontentas con el statu quo que terminan apostando por opciones extremas”, explica. Un análisis que adquiere especial relevancia frente al retroceso de los socialdemócratas y el debilitamiento de los “cortafuegos” de los partidos tradicionales ante el auge de fuerzas de derecha radical.

—¿Cuál es su interpretación de los resultados electorales del domingo en Alemania, donde la AfD triplicó sus votos en Renania del Norte-Westfalia?

—Los resultados no son una sorpresa. El éxito de la Afd es de esperarse porque es parte de una tendencia más amplia en Alemania, pero también a nivel europeo y, en muchos aspectos, global. Vi algunas cosas notables aunque no sorprendentes. Los socialdemócratas están en problemas en algunos de sus bastiones urbanos tradicionales, especialmente en ciudades que sufren económicamente, incluso cuando tienen un alto porcentaje de personas con trasfondo migratorio. En estos tradicionales bastiones socialdemócratas urbanos, la AfD tuvo un desempeño bastante bueno. El éxito de la AfD está poniendo especialmente en problemas a los socialdemócratas, pero también a los demócratas cristianos en las zonas rurales. La AfD gana prácticamente en todas partes, excepto en las áreas urbanas exitosas y económicamente prósperas con alto porcentaje de graduados universitarios.

—¿Cree que la respuesta del canciller Merz prometiendo “reformas radicales” es adecuada para contener el auge de la extrema derecha?

—En muchos aspectos, los conservadores tradicionales han traído este problema sobre sí mismos. Están jugando con fuego porque a menudo han respondido a la presión de la derecha radical emulando su retórica y copiando algunas de sus políticas. Si haces eso, las personas que ya están hartas del sistema terminarán votando por el original en lugar de la copia. Sin embargo, el hecho de que la derecha radical tenga éxito con estos temas, como la inmigración, debería decirte que efectivamente hay un problema. Suficientes personas están tan descontentas con el statu quo que están dispuestas a votar extremo. Cuando Merz dice “Vamos a hacer grandes reformas”, me temo que no podrá cumplir de manera tan grandiosa como para frenar el avance contra la derecha radical. El dilema es profundo porque temas complejos —como la migración— no siempre admiten soluciones rápidas o simples, pero parte del electorado busca respuestas claras.

El canciller alemán, Friedrich Merz, observa mientras la colíder de Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, habla durante una sesión en la cámara baja del parlamento alemán, Bundestag. (REUTERS/Annegret Hilse)

—¿Ve el riesgo de que la extrema derecha capture las instituciones europeas?

—El peligro está absolutamente ahí. El cordón sanitario, el cortafuegos, se ha roto en el Parlamento Europeo. Hay tres fracciones de derecha radical, y los conservadores tradicionales trabajan libremente con una de ellas, la facción de Meloni. Además, tenemos varios primeros ministros como la propia Meloni y Orbán que pueden hacer cosas en el Consejo de Ministros. No sabemos quién será el próximo presidente francés. Si es Le Pen o Bardella, tal vez todo el experimento de la Unión Europea haya terminado.

—Parece paradójico que los nacionalistas cooperen internacionalmente.

—Es contraintuitivo, pero si los nacionalistas trabajan juntos para deshacerse de un sistema que es anti-soberano en sus ojos y establecer un sistema que brinde más espacio para la soberanía, entonces tiene sentido. Es un movimiento político. Lo que pasa cuando tienen éxito es que va a ser un mundo de conflicto, un mundo de fronteras más cerradas porque las instituciones para resolver conflictos pacíficamente habrán sido desmanteladas.

—¿Cómo analiza la confluencia de estos movimientos a nivel global?

—En mi opinión son al menos cuatro movimientos que se desarrollan en muchos contextos democráticos. Primero, un movimiento contra el cambio demográfico por parte de las poblaciones nativas. Segundo, un movimiento contra el secularismo y la diversidad cultural por parte de los tradicionalistas. El tercero es un movimiento obrero desde la derecha, donde la competencia económica ante el comercio, la automatización y la migración juega el papel más grande. El cuarto es un movimiento de hombres, especialmente jóvenes, que están resistiendo el creciente estatus de las mujeres y las minorías. Desafortunadamente, hay un elemento que une estos movimientos, y es la falta de educación. Todos ellos movilizan en su mayoría personas que no tienen títulos universitarios o de educación superior.

—¿Qué papel juega Elon Musk en estos movimientos?

—Musk es una figura extremadamente peligrosa. Ha convertido su plataforma X en un espacio donde la extrema derecha puede difundir narrativas conspirativas y discursos de odio sin restricciones. Pero además está su influencia directa con declaraciones y apoyo público a ciertas figuras. Por ejemplo, cuando Farage se distanció de Tommy Robinson [el agitador ultraderechista británico], Musk cambió de bando y apoyó abiertamente a Robinson, quien recién organizó la mayor protesta de extremistas de derecha que se ha visto en el Reino Unido. En Alemania ha usado su influencia para respaldar al AfD. No lo hace con dinero, sino con exposición y validación, lo cual puede ser aún más efectivo. Por supuesto, hay un motivo ulterior: tipos como él o Mark Zuckerberg [el fundador de Meta] odian a la Unión Europea porque regula sus negocios.

Elon Musk, director ejecutivo de SpaceX y Tesla. (REUTERS/Gonzalo Fuentes/archivo)

—¿Cuál es su visión sobre el asesinato de Charlie Kirk?

—Un día antes del asesinato, ya advertí que habría violencia en EEUU, especialmente desde sectores radicales. Aún no está claro quién fue el autor, aunque muchos lo vinculan con la izquierda. Lo cierto es que esto alimentará una espiral de represión. El caso Kirk —sea quien sea el autor— será instrumentalizado. Incluso si no fue un extremista de izquierdas, el clima de polarización seguirá creciendo. Ambos extremos se retroalimentan, y eso puede derivar en más violencia política.

—¿Cómo pueden los movimientos progresistas recuperar una narrativa atractiva?

—No tengo la respuesta. El problema más grande es que los movimientos progresistas están a la defensiva, defendiendo el statu quo. Los desafiadores del statu quo pueden oler el éxito, sienten que están cerca de ganar y eso los motiva. Sus ideas pueden ser simplistas y no viables, pero a menudo tienen razón. La democracia liberal pluralista tiene defectos; la globalización tiene defectos, etcétera.. Pero la consecuencia última de que la derecha radical tome el poder no es un mundo mejor, es la autocracia y más conflicto. No vas a despertar en un mundo donde tienes más voz como ciudadano. Terminarás en un mundo dirigido por gente rica y el disenso te llevará a la cárcel.

—¿Es inevitable este auge de la extrema derecha?

—No, es un hecho humano, así que no es inevitable. Podemos hacer algo al respecto, y tal vez no hay solo una respuesta. Tal vez son pequeñas cosas. Si la gente siente que la presión se alivia en algunas cosas, por ejemplo si de repente es más fácil encontrar vivienda asequible, entonces tendrá una razón menos para quejarse. Eso seguramente ayudaría.