El Centenario no estuvo lleno, se acercaron solo alrededor de 30.000 hinchas, una cantidad igual suficiente para hacerse oír con fuertes silbidos para despedir a un seleccionado uruguayo que sigue atontado, inmerso en una crisis futbolística a la que no le encuentra salida. Lejos estuvo el 0-0 ante Ecuador de constituirse en un síntoma de mejoría o reacción. El empate respondió exactamente a la falta de ideas y desconexión que envuelve al equipo de Marcelo Bielsa.

Luis Suárez no solo sigue sobrevolando al seleccionado uruguayo por las consecuencias de sus invectivas contra Bielsa, sino porque el Pistolero, ya jubilado de la Celeste, continúa como el último jugador en convertir un gol en tiempo regular de un partido. Fue a los 47 minutos del segundo tiempo ante Canadá por el tercer puesto en la Copa América. Desde entonces, cuatro partidos consecutivos por las eliminatorias sin marcar. El cero como estigma frente a Paraguay, Venezuela, Perú (derrota 1-0) y, anoche, Ecuador.

“No es un momento sencillo. Por la situación negativa que estamos atravesando, tiene valor no recibir goles, aunque sea una explicación poco convincente. En rachas adversas, este tipo de partidos a veces se pierde. No pretende ser un consuelo, solo es una explicación”, expresó en la conferencia de prensa Bielsa, sin referirse específicamente al episodio con Suárez y las derivaciones. El viernes, luego de la derrota en Lima frente a Perú, Bielsa había reconocido que su autoridad se había visto afectada. Este martes, cuando se lo consultó si el clima interno alterado había influido en el rendimiento del equipo, el DT rosarino respondió: “No ignoro la situación, pero no creo que no se haya jugado bien por lo que pasó. Eso no influyó”.

Nicolás de la Cruz, que ingresó en el segundo tiempo, admitió que “fue una semana complicada”. El Uruguay que le ganó a la Argentina en la Bombonera y en Brasil poco tiene que ver con el actual. Para Bielsa, el bajón no es porque el equipo haya cambiado de idea o deje de intentarlo. “Contra Perú se vio una versión opaca. En el primer tiempo de hoy creamos siete situaciones de gol, eso es bastante, más en el fútbol actual. Pero en el segundo no pudimos extender esa sensación de peligro”, explicó el Loco.

Las múltiples dificultades que atravesó Uruguay en las últimas semanas erosionaron su confianza. No juega con el convencimiento y ensamble de sus mejores momentos en las eliminatorias. Bajó un par de escalones y le cuesta volver a subirlos. En esa búsqueda, Bielsa volvió al esquema (4-3-3) y a los intérpretes más frecuentes, que tampoco garantizan un alto nivel, por ejemplo en el caso de Pellistri, cuyo rendimiento no recuerda al wing profundo de tiempo atrás.

A causa de esas inseguridades colectivas de Uruguay, Ecuador tuvo un mejor comienzo. Cubrió con más criterio el medio campo y se animó con la pelota, no salió con la actitud de un visitante cauteloso. Utilizaba el ancho del campo para abrir a un Uruguay obligado al retroceso. Ya al minuto, Rochet debió atajar un cabezazo de Valencia.

A Uruguay le costaba entrar en el partido. Como Ugarte no manejaba la salida y De Arrascaeta era intrascendente, el equipo charrúa apostó por la verticalidad con Valverde y Núñez. Son dos individualidades resolutivas y concretas, no se enredan en arabescos. Entre el volante de Real Madrid y el delantero de Liverpool generaron la primera ocasión clara de sol, evitada por el arquero Galíndez.

Mientras Beccacece le marcaba cada movimiento a sus jugadores, Bielsa seguía el partido casi en silencio, como un observador pensativo. Con más empuje que juego elaborado, Uruguay equilibró el desarrollo. Llegaba más con pelotazos que con juego asociado. Eran respuestas físicas y anímicas. Un intento esforzado por sacar el partido adelante. Para eso volvió a apoyarse en Núñez, con una definición de media vuelta dentro del área que dio en un palo; el rebote dio en el cuerpo de Galíndez, pero la pelota salió para un costado. Cuando se extravían los caminos al gol, ni la fortuna endereza el rumbo.

Ecuador también puso músculo y pulmones. El mayor exponente de ese derroche de energía suele ser el mediocampista de Chelsea Moisés Caicedo, amonestado cuando se le fue la pierna.

Bielsa hizo un cambio razonable para el segundo tiempo: Nicolás de la Cruz por el invisible De Arrascaeta. El técnico buscó la creatividad y el pase incisivo que estaban faltando, sin resignar el despliegue solidario que forma parte del repertorio del ex River.

Maximiliano Araujo, con la mirada al piso, símbolo de un Uruguay que no encuentra el camino

Si en la primera parte el buen fútbol había sido escaso, en la segunda creció el nivel de lucha e imprecisiones. Uruguay asumió con más decisión la iniciativa, pero se topó con sus limitaciones para encontrar resquicios en un Ecuador más replegado y compacto.

El desarrollo quedó planteado entre la búsqueda desprolija local y el contraataque visitante con un llanero solitario, que primero fue Valencia y luego Kevin Rodríguez.

Ecuador pasó a defender con una defensa de cinco y con otros cuatro unos metros por delante. Un hormigón creciente en las inmediaciones de Galíndez. Una prueba de lo ajustado de material que está Bielsa fue que no recurrió a más cambios para aumentar la producción ofensiva. En el banco quedaron los atacantes juveniles Abaldo (Gimnasia La Plata), Lavega y Luciano Rodríguez. Las dos sustituciones fueron obligadas por lesiones (Ugarte y Olivera).

El encuentro se hizo tedioso, chato. Nervioso del lado uruguayo, calculador del ecuatoriano. Uruguay, mudo de gol, vacío de fútbol y silbado.