En la semana en que Charly García cumple 73 años, sus laderos retoman sus canciones más festivas para convertirlas en Beats modernos, tal el nombre del show que lideran Rosario Ortega (voces), Fabián “Zorrito” Quintiero (teclados) y Fernando Samalea (batería). Junto a ellos estarán Joaquín Burgos (voz), Lu Torfano, Dizzy Espeche (guitarras), Michelle Bliman (saxos) y Andrés Rot (bajo).

“Es una idea que se me ocurrió hace tres meses –cuenta Rosario–. Se me ocurrió llamarlo al Zorro porque tenía ganas de que suenen las canciones. Obviamente esto no hubiese pasado si Charly estuviera tocando. Pensé en hacer algo que fuera una fiesta, una celebración, cero homenaje, nada de tributo. Simplemente nosotros, que tocamos con Charly en diferentes épocas, con invitados. Ya hicimos algunas fechas e ideamos este show especial, más a lo grande, en el mes de Charly”.

Para el Zorrito, se trata de “una celebración de la cultura García”. “Esa cultura –suma–, que es la nuestra, es un caudal rico de anécdotas, historias, vivencias, vibra, mucha cosa de los 80… Y básicamente el honor de pertenecer a esa cultura, de haberla militado toda la vida. Samalea y yo nos educamos en la cultura del rock argentino con Charly y el Flaco (Spinetta) como las puntas de la pirámide”.

Rosario Ortega, Joaquin Burgos, Zorrito Quintiero y Fernando Samalea en The Roxy, a metros del Teatro Vorterix

–Siempre dijeron que tocar con Charly es como graduarse…

Fabián Quintiero. –Yo lo sentí así. Tocaba en Soda Stereo y hablaba con Samalea que ya tocaba con Charly. Cuando me convocó fue como si me hubiesen llamado para la Selección. Charly es la bandera argentina y te cambia la vida. Yo toqué en Suéter, en Soda, en Ratones (Paranoicos); son gigantes esos nombres, pero García es otra liga.

Fernando Samalea. –En algunos casos se equipara con Miles Davis, que tenía en sus grupos artistas como Herbie Hancock, Chic Corea, que luego hacían sus carreras solistas. Mirá los casos de Fito (Páez) o de Andrés (Calamaro). Él siempre tuvo esa cosa muy de camaradería y cofradía y no solo darnos el lugar a los que estuvimos como instrumentistas sino también a los que luego fueron potenciales creadores. Eso también es re lindo.

Quintiero. –Uno ya sabía que tocar con Charly era tocar el cielo con las manos. Si lo escuchaste siempre, si fuiste a los Obras, a los Clics modernos del Luna…; fuimos su audiencia. Si bien nos imaginábamos lo que podía ser, fue mucho mejor tenerlo a él como jefe. Alucinante lo que te comparte su grandeza, su gloria, el humor, los días, las noches, las trasnoches, los viajes, los hoteles. Es estar siempre con él, nunca rancho aparte y sin hacer diferencias de clase.

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–¿Se acuerdan del momento en que lo conocieron personalmente?

Samalea. –Estábamos grabando Vida cruel, de Andrés Calamaro y entraron los dos juntos. ¿Vos estabas también?

Quintiero. –Sí, yo estaba. Mi primera vez fue como fan de Serú Girán. Yo fui plomo de Serú por una noche. Quebracho, el plomo de Charly, cuando veía cuatro, cinco pendejos muy fans te llamaba, te decía: “cargate esta cosita, que te doy un palo de Moro”. Ahí nomás tuve mi primera hernia. Después, en La Falda, tocando con Soda, se subió a tocar. El nunca había tocado con Soda. Vino al teclado, me corrió, obviamente me corrí pero traté de quedarme en la punta, no me quería perder eso. Después, en una fiesta de los 80, porque en los 80 hubo una cosa social grande entre las bandas de rock del momento; nos veíamos mucho, nos juntábamos en los bares, en las fiestas privadas. El estaba en una fiesta y yo le fui a decir, muerto de miedo: “Yo quiero tocar con vos”. Me miró como quien siente que le interrumpiste la charla con alguien y me dijo: “ok, cualquier cosa te aviso”. Samalea, que ya tocaba con él, me llamó días después para decirme que Charly me quería ver y a la semana de eso yo estaba con Charly en Nueva York.

Rosario Ortega, Zorrito Quintiero y Fernando Samalea y Joaquín Burgos

–¿Cómo?

Quintiero. –Fui a verlo y me dijo: “Vos vení conmigo”. Fue una orden hermosa, yo lo seguí. Íbamos al hotel donde siempre paraba Charly, el Washington Square, pero estaban mal hechas las reservas y el hotel estaba a full. No pudimos dormir esa primera noche y Joe Blaney (coproductor de Clics modernos, Piano bar y otros discos de Charly) nos ofreció dormir en un estudio que tenía su mujer en el Soho. Era el año 87. Vagamos por la ciudad todo el día, visitamos a sus amigos, compramos vinilos. Me llevó a tomar mi primera margarita y a la noche fuimos al East Village a comer comida rusa. Después de todo eso llegamos al estudio de la mujer de Blaney, nos abrió la puerta él y nos dijo que al otro día nos venía a buscar. ¿Qué te imaginás de un lugar al que te invitan a dormir? Que va a haber un sofá, una cama. No había nada, ningún mueble, era un estudio de yoga. Solo había un mat de yoga y lo usó Charly, que se durmió antes que yo.

–¿Vos, Rosario?

Rosario Ortega. –Yo lo vi por primera vez en un Roxy. Yo era una cualquiera, él acababa de terminar un show, me acerqué y me dioo una luz que tenía en la boca; me quedé dura. En el imaginario popular te daba miedo interactuar con él. Eso quedó ahí. Después mi papá lo llevó a Luján, todo eso que se vivió luego de su internación y lo vi en Vélez, en el concierto subacuático. Yo estaba en el público, con bolsas para no mojarme y me acuerdo de verlo al Zorro tapando el teclado con bolsas. Yo nunca había ido a verlko a Luján, me parecía algo muy privado de él y mi papá. Me inhibía, no sentía atracción por estar ahí, pero después de Vélez, al tiempo me llamó Mecha, su mujer y me dijo qjue se venía un Cpsquín Rock y que estaban buscando alguien para que cante. Por qué no venís al ensayo. Ahí fui y lo conocí y a las dos semanas ya estábamos en Cosquín. Me dijo empezá con cinco o seis temas y eso hice.

Rosario Ortega confiesa que ver a Charly cantar

–Cada uno debe tener su show preferido…

Ortega. –A mí el primero que se me viene a la cabeza es el del Teatro Colón, Líneas paralelas. Lo vi a Charly desde atrás del escenario cantar solo “Desarma y sangra” y me puse a llorar. Casi que ahí tomé dimensión de lo que era estar al lado de él. Eso no fue al principio, fue mucho después, pero ahí dije: “guau”; pude verlo de afuera.

Quintiero. –Ese show fue un punto muy alto y muy emotivo, para todos, pero para él también. Después del concierto entraron mis padres a saludar al camarín y en un momento García me dice: “Cómo me hubiese gustado que mi viejo estuviese acá”. Llegar al Colón es llegar a lo más alto y es un orgullo familiar también. Me pegó cuando me dijo eso. En los shows pasó de todo, hubo buenos, excelentes, divertidos, policiales… Nos agarramos a piñas en Puerto Rico… A mí me gustó mucho llegar a tocar en Nueva York, en The Ritz, lo que había sido el Studio 54. Ver en el cartel el nombre de Charly García y que dijera rock en español fue muy emocionante.

Ortega. –Y cada show era impredecible y seguramente en esa época más. Yo empecé a notar eso, que todo lo que vos habías ensayado podía no ser así y también tenías que prepararte mentalmente para cuando eso pasara. Podía querer terminar el show después del tema seis, o al revés, no querer irse del escenario.

Samalea. –Ese show del Ritz que nombró el Zorro es inolvidable. Es siempre una pátina surrealista tocar con él. Siempre con humor, nunca solemne. Se ensaya con la maquinaria tan precisa que tiene él para enlazar los instrumentos, pero por otro lado hay un lugar de improvisación total, incluso en los tiempos más de guante blanco, de los 80.

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La trilogía invisible que componen Yendo de la cama al living, Clics modernos y Piano bar es el hilo conductor de esta celebración que Sama, el Zorrito y Rosario lideraran este viernes. Pero la idea, muy García, es tomar los clásicos como punto de partida y jugar con ellos: mashupear, comenzar con una canción y finalizar con otra, mezclar beats, referencias y aires de García. Y un guiño más: la sangre joven, como señal inequívoca de que así como el autor de “Nos siguen pegando abajo” les dio una oportunidad a ellos en su juventud, ellos hacen lo mismo con la nueva generación. Por caso, la participación de Joaquín Burgos, cantante y pianista de veintipocos al que Samalea conoció “en la noche”, como repasa. “Lo conocí a Fer tocando en un lugar, él se copó en tocar mis canciones con toda una banda, grabamos y luego me presentó al Zorro y a Rosario”, cuenta Joaquín Burgos. “A Charly lo descubrí a los 12 –añade–. Lo primero que escuché fue el disco Filosofía barata y zapatos de goma y me impactó ‘Reloj de plastilina’. Me resultó increíble y desde ahí empecé a escuchar a Charly, a tocarlo”.

Beats modernos. Viernes, a las 20 en Teatro Vorterix, F. Lacroze y Álvarez Thomas. Entrada, $ 30000. En venta en AllAccess