Con facón, balas y una determinación feroz, las protagonistas de Agua turbia, la nueva novela de la escritora y guionista gaúcha Morgana Kretzmann editada por Edhasa, enfrentan la amenaza de una hidroeléctrica en la frontera entre Brasil y Argentina, en el extremo sur del país, en una historia que explora la resistencia femenina y los dilemas ecológicos y sociales de las comunidades locales. Kretzmann, originaria del noroeste de Rio Grande do Sul, Brasil, ha construido en Agua turbia un thriller ecológico que se desarrolla en una región que conoce profundamente. La autora, que visita varias veces al año la zona donde viven sus padres, eligió situar la trama en una ciudad ficticia junto al Parque Estadual do Turvo, un área natural que ha marcado su vida desde la infancia. En la novela, la amenaza de una hidroeléctrica —inspirada en un proyecto real que podría inundar parte del parque y hacer desaparecer el Salto do Yucumã— se convierte en el motor narrativo que moviliza a las protagonistas, mujeres de comunidades fronterizas que luchan por su territorio y su modo de vida.
La elección de este escenario no es casual. Kretzmann, que estudió gestión ambiental en la universidad, aunque nunca ejerció la profesión, reconoce que su formación influyó en la elección del tema. “Quería estudiar para no hablar tanta tontería”, afirma en diálogo con la revista Quatro Cinco Um, subrayando la importancia de abordar las cuestiones ambientales sin caer en la idealización y sin olvidar el impacto social sobre las pequeñas comunidades, indígenas y ribeirinhos que dependen de la caza y viven junto a las unidades de conservación. En su novela, la autora intenta reflejar esa complejidad, mostrando cómo los proyectos de desarrollo pueden poner en riesgo tanto el entorno natural como la vida de quienes lo habitan.
Aunque Agua turbia no es un libro-reportaje, Kretzmann incorporó datos reales sobre el proyecto de la hidroeléctrica para llamar la atención sobre una problemática que, según ella, suele pasar desapercibida para los políticos debido a la lejanía de la región. “Como es una región distante, poco observada por los políticos, creen que pueden hacer lo que quieran. ¿Y nosotros, qué podemos hacer? Escribir un libro”, explica la autora, evidenciando el papel de la literatura como herramienta de denuncia y resistencia. La novela se inscribe en la tradición del thriller policial, pero con una particularidad: las protagonistas son mujeres fuertes, inspiradas en parte por la obra de la escritora Ana Paula Maia, a quien Kretzmann admira profundamente. La autora buscaba crear un relato en el que las mujeres ocuparan el centro de la acción, desafiando los estereotipos de género y asumiendo roles tradicionalmente asociados a los hombres. “Intenté crear personajes femeninos haciendo lo que estamos acostumbrados a ver como ‘cosas de hombres’. Pero no quería hacerlo de manera panfletaria, quería que fuera algo cotidiano, como si el matriarcado fuera la nueva normalidad”, señala Kretzmann.
El matriarcado, de hecho, es uno de los ejes centrales de la novela. Aunque existe una figura masculina que actúa desde las sombras, la autora enfatiza que su interés principal radica en mostrar la fuerza y la complejidad de las relaciones entre mujeres. “No puedo tener solo hombres como antagonistas, los tipos duros que mandan en todo. Quiero una mujer tan poderosa que pueda ser mala. Para mí, el libro habla del amor y la amistad entre mujeres. En el momento en que ellas se ven como aliadas, nace esa amistad”, afirma. Esta perspectiva desafía la visión tradicional de la sororidad, evitando idealizaciones y mostrando que el poder femenino también puede tener matices oscuros. La ambientación de Agua turbia en la frontera entre Brasil y Argentina añade una dimensión particular a la historia. Kretzmann reconoce que llegó a pensar que estaba escribiendo un western ambientado en Brasil, una idea que remite a la noción de “Brasil profundo”. Aunque algunos consideran cuestionable este término, la autora lo reivindica, citando al escritor Itamar Vieira Junior, quien habla de un Brasil en profundidad, un país donde surgen grandes historias y donde se encuentra la materia prima de la vida y el arte. “Siempre he dicho que soy de ese lugar, que no es donde todo termina, sino de donde vienen las grandes historias, nuestro alimento, las personas. Todo lo que hago, desde la época del teatro, se lo debo a ese lugar”, confiesa Kretzmann.
La influencia literaria de autores como Gabriel García Márquez y William Faulkner también se hace presente en la obra de Kretzmann. La autora relata una experiencia personal en el Parque Estadual do Turvo, donde en tres ocasiones se vio rodeada por una panapaná —una nube de mariposas—, lo que le recordó el realismo mágico de García Márquez. “¿Quién soy yo para intentar hacer algo parecido a Gabo…? Pero creo que hay ese coqueteo con el realismo mágico. He vuelto muchas veces a ‘Cien años de soledad’, como he regresado a ‘Mientras agonizo’, de Faulkner. Son libros en los que veo mucho a esas familias del interior, donde nací”, comenta.
El trasfondo social y ambiental de la novela se entrelaza con la vida cotidiana de las comunidades fronterizas, donde las dificultades de acceso y la distancia de los centros de poder agravan los conflictos. Kretzmann subraya que estas cuestiones resultan más dramáticas en regiones alejadas, donde las políticas públicas suelen llegar tarde o de manera insuficiente. La autora utiliza la ficción para dar voz a quienes rara vez la tienen en el debate nacional, mostrando la resistencia de las mujeres y la importancia de preservar tanto la naturaleza como las formas de vida tradicionales. Agua turbia se presenta así como una obra que combina el suspenso del thriller con una profunda reflexión sobre el territorio, la identidad y el poder femenino. La novela invita a mirar más allá de los grandes centros urbanos y a reconocer la riqueza y la complejidad de las historias que surgen en los márgenes, en las fronteras, donde la lucha por la supervivencia y la dignidad se libra cada día.