El escenario estaba listo para otro capítulo electrizante en la rivalidad que define al tenis moderno. De un lado, Jannik Sinner, el número uno del mundo, de otro, Carlos Alcaraz, su más cercano perseguidor. La final del Masters 1000 de Cincinnati prometía fuegos artificiales, un duelo de poder a las puertas del US Open. Sin embargo, lo que se vivió fue un anticlímax desolador: un retiro abrupto, un campeón coronado entre la confusión y una pregunta flotando en el aire húmedo de Ohio, ¿qué le pasó realmente a Jannik Sinner?

La respuesta oficial fue escueta: retiro por lesión. Pero según se conoció tras el encuentro, el líder del escalafón de la ATP sufre una fiebre persistente que lo diezmó en los días previos al enfrentamiento decisivo en el Lindner Family Tennis Center. Aunque no hubo confirmación por parte del equipo de Sinner hasta el momento, las señales de que algo no andaba bien eran evidentes. Las únicas pistas que hubo fueron los recurrentes paños fríos que usaba en la cabeza el nacido en San Candido en los cambios de lado y un gesto desolador a la hora de comunicar su decisión al umpire y a su rival.

El partido, si se le puede llamar así, duró apenas veinte minutos. Alcaraz, con la energía y la voracidad que lo caracterizan, salió a la pista como un ciclón. Quebró el servicio de Sinner de entrada, mostrando una agresividad y una precisión que el italiano simplemente no pudo contrarrestar. El marcador se movía a una velocidad vertiginosa: 1-0, 2-0, 3-0. El italiano, normalmente un dechado de fortaleza física y mental, se veía lento, sus golpes carecían de la profundidad y la potencia habituales, y su rostro reflejaba una palidez preocupante.






Con un 5-0 aplastante en el marcador, Sinner se acercó a la red. Un breve intercambio con el juez de silla y con un Alcaraz visiblemente preocupado por su rival, y la decisión estaba tomada. El número uno del mundo se retiraba, entregando el título a un Alcaraz que, a pesar de la victoria, no celebró con la euforia de otras ocasiones. La imagen del italiano, cabizbajo y visiblemente afectado, abandonando la pista, fue el epílogo de una final que nunca terminó de ser. Ya en la silla, el número uno del mundo no ocultó el malestar y por momentos se tapaba los ojos como disimulando la tristeza que lo invadía.

Una vez tomada la decisión, Charly se acercó a su rival, lo consoló y se preocupó por su evidente mal estado de salud. El español sabe que no es habitual ver al número uno del mundo cediendo una final que lo podía alejar aún más en los puntos del ranking.

Ahora, con la vista puesta en el US Open, que comienza en apenas una semana, la principal incógnita es el estado de salud de Jannik Sinner. El último Grand Slam de la temporada es el gran objetivo, y llegar a Nueva York sin estar al cien por cien de sus capacidades físicas sería un duro golpe para sus aspiraciones de defender el título.

Para Carlos Alcaraz, la victoria en Cincinnati tiene un sabor agridulce. Si bien le permite recortar distancias en el ranking ATP y le da un impulso de confianza de cara a la gran cita, la forma en que se produjo el triunfo no es la ideal. “Uno nunca quiere ganar un partido así, y menos una final contra un gran rival como Jannik”, declaró el español tras el encuentro. “Le deseo una pronta recuperación, sé que volverá más fuerte que nunca”, completó el ibérico que en el US Open volverá a pelear por el título que ya consiguió en 2022.

Sinner, visiblemente afectado (Aaron Doster-Imagn Images)El consuelo de Alcaraz (Aaron Doster-Imagn Images)