Lo gritó con todas las ganas. Y con una emoción que llegó hasta el borde del llanto. En el Ennio Tardini de Parma, Mateo Pellegrino no sólo anotó un gol. Anotó el gol. A los 45 minutos del primer tiempo, el delantero de 23 años nacido en España –sí, es el hijo de Mauricio, el “Flaco” que dejó huella en Vélez, Valencia y la Selección Argentina– le puso la cabeza a un centro preciso de Emanuele Valeri y desató el grito más importante de su corta carrera europea en el 1 a 0 de Parma sobre Juventus. Todo, bajo la atenta mirada de Hernán Crespo, goleador histórico del Parma, que desde la platea disfrutó en familia de la victoria.

No fue una conquista más. Fue la que terminó con una racha de 10 años sin victorias del conjunto Gialloblu sobre La Vecchia Signora, un equipo que domina históricamente el fútbol italiano. Un cabezazo potente, limpio, inatajable para Di Gregorio. Un instante que quedará en la memoria de los tifosi parmesanos, que ven en el argentino una chispa de esperanza dentro de una temporada compleja.

Fue una victoria que le permite a Parma alejarse de la zona del descenso y también un golpe inesperado para la Vecchia Signora, que perdió la chance de afirmarse en zona de clasificación a la Champions League. Con la derrota, se mantiene en la quinta posición con 59 puntos, a uno de Bologna.

La historia de Pellegrino en Italia es reciente, pero fulgurante. Llegó en silencio a Parma en febrero, procedente de Vélez, con pasos a préstamo por Estudiantes y Platense, donde dejó una huella profunda. En el Calamar encontró continuidad, rodaje y goles. Jugó 30 partidos en la temporada 2023/24 y convirtió seis tantos, varios de ellos importantes para mantener la categoría. Más allá de los números, lo que enamoró a los hinchas fue su entrega, su capacidad para jugar de espaldas, su fortaleza en el cuerpo a cuerpo, su potencia en el juego aéreo y su compromiso con el equipo.

En Vicente López, Pellegrino dejó de ser “el hijo de Mauricio” para convertirse en Mateo, a secas. Dejó buenas sensaciones en cada partido y se fue entre aplausos. Su evolución llamó la atención en Italia, y Parma no dudó: lo incorporó como una apuesta para el tramo final del campeonato. Apenas aterrizó en la península, respondió con goles. Y no cualquier gol.

En marzo, ya había dado señales claras de su poder de fuego. En la fecha 27, marcó un doblete ante Torino, en un 2-2 que se festejó como triunfo. Aquella noche entró desde el banco y cambió el partido: primero con una media vuelta en el área para el 1-1, y luego, con otro cabezazo tras un córner que sentenció el empate. En total, ya suma tres tantos en apenas seis partidos. Rendimiento inmediato, eficacia pura.

Lo suyo no es ostentación ni fuegos artificiales. Es perfil bajo, trabajo, sacrificio y eficacia. A los 23 años, Pellegrino muestra madurez y decisión en cada pelota que toca. Y aunque parte de su historia está íntimamente ligada a la de su padre –hoy entrenador, con un pasado glorioso como defensor–, Mateo construye la suya desde otro lugar. Desde el área, el cabezazo y el olfato.

Mateo Pellegrino ya metió su cabezazo goleador ante Juventus y lo celebra

Su crecimiento no pasa desapercibido para nadie. Con cada partido, gana terreno. En el país del catenaccio, el joven argentino empieza a hacerse nombre como uno de esos delanteros que incomodan, que castigan y que no perdonan.

Y si bien fue su tarde, no fue el único argentino que gritó gol en la jornada del miércoles en el Calcio. Lucas Beltrán, el ex Colón y River, volvió a demostrar su jerarquía al marcar en la victoria de Fiorentina sobre Cagliari por 2-1, como visitante.

Otro que está cerrando una muy buena temporada en Italia es Valentín Taty Castellanos, que coronó su gran momento en Lazio con un verdadero golazo en el triunfo por 2-0 frente a Genoa.

La presencia argentina en la Serie A se consolida semana tras semana. Pero este miércoles todos los focos apuntaron a Mateo Pellegrino. Porque su gol no fue uno más. Fue el que le devolvió la alegría (y algo de alivio) a Parma.