“Soy una orgullosa neoyorquina de tercera generación y nunca imaginé abandonar la ciudad donde todo ocurre”, comenzó su relato Sari Caine, una artista que nació y vivió en Nueva York hasta los 38 años, cuando decidió mudarse a un pequeño pueblo rural de Tennessee para trabajar en una granja.
De Nueva York a una granja de Tennessee: la mudanza de Sari Caine
Sari Caine pasó casi cuatro décadas de su vida en la Gran Manzana, una ciudad cosmopolita de más de ocho millones de habitantes con enormes rascacielos, museos, teatros y parques. Sin embargo, a sus 38 años, apostó por un cambio de vida y partió rumbo a un destino de campo en Tennessee.
“¿En qué otro lugar podría sobrevivir como una dramaturga, intérprete y profesora de ajedrez con múltiples profesiones?“, se preguntaba entonces, según relató en una columna que publicó en Business Insider.
Asimismo, recordó que, cuando sus amigos abandonaban Nueva York para instalarse en otra ciudad, ella por dentro se burlaba y calificaba su elección como “un fracaso”, al mismo tiempo que se enorgullecía de ser “más dura” y poder soportar y disfrutar el frenético ritmo neoyorquino.
De Nueva York a una granja en Tennessee
La pandemia de Covid-19 golpeó fuertemente a Nueva York, que sufrió las consecuencias de estar tan densamente poblada. Según datos oficiales del gobierno local, desde el primer caso, que se detectó el 1º de marzo de 2020, se registraron más de 3,7 millones de contagios, 242.371 hospitalizaciones y 46.939 muertes en la Gran Manzana.
Teatros, escuelas, restaurantes y todo aquello que resultara en aglomeraciones de gente se cerró para prevenir un aumento exponencial en la curva de contagios y no saturar al sistema de salud.
Fue en ese marco que Sari Caine se quedó sin trabajo. Con 38 años y ante la desesperación por la imposibilidad de pagar sus cuentas, aplicó a una residencia de artistas en una “granja de burros en un pequeño pueblo rural en Tennessee”.
“Mi plan era ahorrar dinero, escribir mi obra y luego regresar a Nueva York en unos meses. Sin embargo, conocí a mi hoy esposo y me enamoré. Cambié por completo mi vida para construir una nueva con él y nuestra hija, que ahora tiene dos años. Seguimos felizmente aquí tres años después”, contó.
Las ventajas del pequeño pueblo rural en Tennessee
Caine destacó que el costo de vida es mucho más bajo que en Nueva York. Ella y su familia viven en una cabaña autosuficiente, un tipo de vivienda que puede cubrir sus necesidades energéticas, hídricas y, en algunos casos, alimentarias sin depender de recursos externos. Allí cuidan hectáreas de tierra para sus arrendadores a cambio de un pequeño alquiler.
“Esto nos ayuda a pasar más tiempo al aire libre, además de que cuidar nuestro jardín es una actividad divertida y económica para toda la familia”, destacó.
Si bien dice apreciar la “independencia y la libertad que la proximidad a la naturaleza” le brinda a su hija, desea que a medida que crezca pueda compartir algo de la cultura que ella vivió junto a su hermana y su madre en Nueva York. Por ejemplo, visitar museos y librerías, además de ir a conciertos y teatros.
Es por eso que dice sentirse afortunada de vivir a menos de dos horas de Nashville, capital del estado, que con su enorme oferta artística la ayuda a extrañar menos su viejo hogar.
Las diferencias entre Nueva York y el pueblo rural de Tennessee: sin pizza a domicilio, pero con menos fatiga
“Me di cuenta de que prefiero vivir en un lugar más pequeño con menos opciones en lugar de uno grande con demasiadas. Tampoco extraño el intrusivo y constante bombardeo de publicidad digital en todo, desde vehículos en movimiento hasta paradas de autobús”, reconoció la protagonista.
En tanto, valoró que experimenta “menos fatiga y estimulación por la toma de decisiones”, lo que le permite estar más presente con su familia y construir su carrera artística. “No podemos pedir pizza a domicilio en nuestra cabaña en el bosque. Sin embargo, lo positivo es que descubrí que me encanta cocinar y a mi hija también”, contrastó.
Encontrar buenas oportunidades laborales fue otro obstáculo, pero eso la inspiró a crear propias. Además de sus actividades en la granja, hace un año abrió un negocio de consultoría de subvenciones y comenzó a escribir artículos de manera independiente.
Más allá de extrañar las facilidades culturales que ofrece Nueva York, remarcó las nuevas aventuras con las que le toca lidiar en su nuevo estilo de vida: serpientes de cascabel, talar árboles caídos y rescatar perros. Nada que pudiera hacer en Manhattan.
Caine es consciente de que sin la situación tan difícil en la que la colocó la pandemia, probablemente no hubiera tomado esta decisión. “Estoy agradecida por mi tiempo en la ciudad, pero felizmente prefiero las mañanas sentada en la cima de nuestra colina, viendo al amanecer, a las mañanas en las que luchaba por un asiento en el tren”, cerró.