El paisaje destaca por los diferentes verdes de sus árboles nativos, enmarcados por la imponencia de sus montañas y nutridos por las aguas cristalinas del río Anisacate, que atraviesan su geografía. El gran artista cordobés Fernando Fader, inspirado en la belleza de la zona, inmortalizó en sus cuadros la cambiante tonalidad de sus cielos.

El emprendimiento se encuentra al borde del río Xanaes (Río Segundo), en el tranquilo valle de Paravachasca.

Pese a encontrarse a 45 kilómetros de Córdoba capital y a 10 km de Alta Gracia, La Paisanita es desconocida hasta para los propios cordobeses. Al encanto de los cerros y un cielo límpido como pocos, ideal para observar las estrellas, se suma la paz del ritmo de vida reposado y la cordialidad de sus poco más de 200 habitantes.

El pueblito ha tenido pocos cambios desde su fundación, en los años cuarenta del siglo pasado: idénticas son sus bien cuidadas calles de tierra y las casas de adobe estilo colonial. Uno de sus distintivos es un mirador en forma de hongo que está en medio del río, que suele atesorar restos de la cultura de los comechingones, como puntas de flechas, morteros o trozos de cerámicas.

En La Paisanita se puede hacer trekking, bicicleteadas, cabalgatas, avistaje de aves o simplemente descansar o meditar con la inspiración de un gran silencio apenas interrumpido por el canturreo agudo de los benteveos o el graznido de unos pájaros planeadores de alas grandes, los quijotes. El pueblo es una opción para personas que buscan sosiego y la magia de los espacios naturales.

Una de las cabañas de Villa Kamiare.

Por todas esas virtudes, no es raro fantasear con la idea de quedarse para siempre en ese valle de Paravachasca (vegetación enmarañada en la lengua comechingón).

Justamente eso les ocurrió a la psicóloga Fanny Roldán y su pareja, Darío. Un día resolvieron abandonar la vida urbana y su ritmo desenfrenado, para fundar su propio nirvana. Cambiaron la ciudad de Córdoba por un paraje de paz entre montañas. Darío, que era dueño de una empresa de muebles en la capital provincial, había comprado un lote en una villa de La Paisanita con la idea de construir allí un depósito de su fábrica. El proyecto cambió: en vez de un depósito, edificó un moderno loft que se convertiría primero en vivienda conyugal y luego en la primera puntada de un emprendimiento turístico.

Jacuzzi con vista al valle, ideal para un baño relajante.

Villa Kamiare (“gente de la sierra” en comechingón) se levanta en un rincón del pueblito, al borde del río Xanaes (Río Segundo), donde el sol del amanecer aparece y desaparece entre los cerros del valle de Paravachasca.

“En el 2023 nos ofrecieron alquilar un casco de estancia y tres cabañas en el mismo loteo donde está el loft –evoca Fanny-. En ese momento iniciamos el proyecto en conjunto.”

Una de las habitaciones de Villa Kamiare, decoradas con calidez y confort.

El proyecto consta de tres cabañas a todo confort y un loft soñado que Fanny y Darío alquilan en cualquier momento del año.

“Nos dedicamos intensamente a la restauración de la casa y las cabañas. Fue el período más laborioso que recuerdo. Lo hicimos poniendo lo mejor de cada uno, conocimientos de construcción y de diseño por parte de Darío, mucha inversión, y amor, por parte de los dos”, cuenta Fanny.

Cada cabaña puede hospedar hasta seis personas y tienen todo lo necesario para una estadía agradable.

El loft lo inauguraron en febrero de 2025. La idea que los impulsó fue integrarse plenamente a la nueva vida, convertirse en serranos. “De hecho, a nuestras cabañas las bautizamos con nombres comechingones para honrar un idioma que se fue perdiendo. Al loft le pusimos Naguán y a las cabañas Inti, Quiya y Pachamama ( quieren decir Cacique, Sol, Luna y Madre tierra en la lengua originaria)”, cuentan.

Fanny y Darío se enamoraron de este paraje de paz en medio de las sierras cordobesas.

Además, alquilan el espacio para eventos, encuentros grupales y festejos familiares. “Las cabañas pueden alojar hasta 6 personas, así que en total entran dieciocho en las cabañas y dos más en el loft.

Villa Kamiare combina dos características que los visitantes aprecian especialmente: la posibilidad de sumirse en un medio de árboles nativos y gozar de pleno confort. Todos los espacios están muy bien provistos con equipamientos de cocina de primera calidad, y lujitos como un hidromasaje al aire libre (en el loft), wifi y baños con duchas de alta presión. Por otra parte, el loft cuenta con bajada directa al río, donde hay una playita de arena fina, cascadas y piletones, muy recomendables para sumergirse en verano, e incluso en algunos días cálidos del otoño.

Las cabañas están integradas al monte nativo.

Fanny planea incorporar actividades en su emprendimiento: organizar retiros y experiencias terapéuticas grupales incluyendo meditación, yoga, alimentación saludable y medicinas naturales para sus pacientes, a los que atiende vía Zoom, desde la habitación que tiene en la terraza de su casa: “Por ahora estoy haciendo retiros terapéuticos individuales. Mi perspectiva como psicóloga es amplia: incorporo a la terapia el movimiento y mindfulness”.

A la playita de arena se baja directamente desde las cabañas.Terraza con vista privilegiada del valle.

Puesto que La Paisanita es un pueblo muy tranquilo, las opciones gastronómicas hay que buscarlas fuera del pueblo, en las cercanías. Hay buenas alternativas a pocos kilómetros: Los Aromos, Herencia y el Bistró del Alquimista en Alta Gracia, y La parrilla de Juan en La Bolsa. En Villa Kamiare hay que aprovechar las parrillas de las cabañas para comer un asado bajo el mejor cielo estrellado de Córdoba. O una pizza al carbón . “Nosotros proveemos a los turistas de pan, masa para pizza, pastas, y otras cosas que ayuden a tener una buena estadía”, concluye Fanny.