La salud mental es un componente esencial del bienestar humano, que afecta la vida cotidiana y la capacidad de las personas para enfrentar desafíos, trabajar de manera productiva y contribuir a su comunidad. De acuerdo con el psiquiatra Rafael Miranda, la salud mental no es estática, sino un continuo que varía desde un bienestar óptimo hasta condiciones que pueden requerir atención profesional. Por esta razón, cualquier persona, independientemente de su edad, género o contexto, puede experimentar afectaciones en su salud mental debido a factores biológicos, sociales o emocionales.
En el caso de niños, niñas y adolescentes, la salud mental adquiere una dimensión particular, pues esta etapa de la vida implica un equilibrio emocional, cognitivo y social que permite enfrentar los cambios propios del desarrollo, construir una identidad, relacionarse de manera saludable y proyectar el futuro.
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Este proceso está influido por factores biológicos, como los cambios cerebrales y hormonales; psicológicos, como la consolidación de la autoestima; y sociales, como la presión de los pares, el rol familiar y el impacto de las redes sociales, que han transformado la manera en que las nuevas generaciones construyen su identidad, al añadir un componente virtual que puede intensificar la comparación social, la ansiedad por la imagen y la búsqueda de validación externa.
La importancia de la salud mental radica en su impacto en todas las áreas de la vida, desde las relaciones interpersonales hasta el desempeño académico o laboral y la salud física, debido a que permite afrontar retos, resolver conflictos y disfrutar de la vida, mientras que su deterioro puede contribuir al desarrollo de enfermedades crónicas como diabetes, trastornos cardiovasculares o problemas gastrointestinales.
En el caso de los adolescentes, el cuidado de la salud mental es crucial para el aprendizaje, el desarrollo de habilidades sociales y la prevención de conductas de riesgo, como el aislamiento, los problemas de conducta o incluso el suicidio.
Durante la adolescencia, el cerebro atraviesa cambios significativos que lo hacen especialmente vulnerable a influencias externas. El especialista explicó que la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones y el autocontrol, aún está en desarrollo, mientras que el sistema límbico, relacionado con las emociones, se activa con mayor facilidad, lo que puede llevar a respuestas impulsivas o emocionales ante situaciones de estrés.
“También se produce un fenómeno llamado poda sináptica, que elimina conexiones neuronales poco usadas, y una mielinización acelerada, que mejora la velocidad de transmisión de la información entre neuronas. Estos procesos son esenciales para optimizar el funcionamiento cerebral, pero hacen que el cerebro adolescente sea particularmente sensible a influencias externas, como el estrés crónico, el consumo de sustancias o experiencias traumáticas”, explicó el médico.
Cabe mencionar que la formación de la identidad es otro aspecto clave de la adolescencia. Según el especialista, este proceso implica una búsqueda activa en la que los jóvenes definen su personalidad, valores, intereses y creencias, por lo que tienden a distanciarse de las figuras parentales y a buscar referentes en su grupo de pares. Este entorno digital puede generar inseguridades y conflictos, pero ofrece oportunidades para el crecimiento personal. Miranda destacó la importancia de acompañar este proceso desde el respeto, el diálogo y la validación, para fomentar una identidad estable y saludable.
Cabe mencionar que el hecho de detectar un problema de salud mental implica observar cambios en el estado de ánimo, el comportamiento o el rendimiento diario. Según el experto, señales como irritabilidad, alteraciones en el sueño o la alimentación, aislamiento social, problemas de concentración o pensamientos negativos frecuentes pueden indicar la necesidad de buscar ayuda profesional. Además, síntomas físicos sin causa médica clara, como dolores frecuentes o fatiga intensa, también pueden estar relacionados con problemas de salud mental.
¿Cómo mantener una buena salud mental?
Miranda recomendó adoptar hábitos que favorezcan el equilibrio emocional, físico y social. Entre ellos se encuentra el mantenimiento de rutinas saludables de sueño y alimentación, realizar actividad física, hablar sobre las emociones, buscar apoyo cuando sea necesario, establecer límites, desconectarse de las redes digitales y fomentar relaciones sanas. Asimismo, destacó que los problemas de salud mental suelen ser el resultado de una interacción compleja entre factores biológicos, psicológicos y sociales, como el estrés crónico, el consumo de sustancias, el bullying o la falta de redes de apoyo.
En cuanto a los problemas de salud mental más comunes en adolescentes, Miranda señaló la depresión, la ansiedad, los trastornos del comportamiento, los trastornos alimentarios, el consumo problemático de sustancias y las autolesiones o ideación suicida. Aunque reiteró que abordar estos temas requiere sensibilidad, apertura y un enfoque libre de juicios, por lo que se recomienda manejarlo con apoyo de un profesional.
Finalmente, el experto afirmó que “Evaluar la salud mental de un adolescentes es un proceso cuidadoso que debe incluir no solo el estado emocional actual, sino su historia de desarrollo, su contexto familiar, social y escolar, así como sus recursos de afrontamiento”, además de contar con la participación de padres, cuidadores y, en algunos casos, instituciones educativas.