El presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó la elaboración de un nuevo Plan Estatal de Defensa que abarque hasta 2036, con el objetivo de integrar las lecciones aprendidas en el conflicto de Ucrania y adaptarse a las tendencias actuales en el desarrollo de armamento a nivel mundial.
“Nuestra tarea hoy es conformar un nuevo programa a largo plazo para todo el conjunto de sistemas de armas, incluyendo las más novedosas, usar al máximo la experiencia de la operación militar especial, diversos conflictos regionales, y las tendencias globales en el desarrollo de las tecnologías militares”, dijo Putin.
El mandatario destacó que entre 2008 y 2010 se implementaron medidas para impulsar el desarrollo del complejo militar-industrial ruso, lo que ha permitido a Rusia alcanzar el nivel actual y producir el volumen necesario de armamento y equipos.
Putin anunció que a partir de este miércoles se llevarán a cabo una serie de reuniones de trabajo para analizar los parámetros clave de un nuevo programa de armamentos para los años 2027-2036.
“Se debe recalcar especial atención a la triada nuclear, que ha sido y continúa siendo el garante de la soberanía de Rusia, juega un papel clave en garantizar el equilibrio de fuerzas a nivel mundial”, señaló.
Pero además, destacó que “la fuerza dominante en las guerras modernas de cualquier escala e intensidad siguen siendo las fuerzas terrestres”.
“Y es necesario lo antes posible incrementar sus capacidades de combate, crear condiciones sólidas para su desarrollo, garantizar la creación de sistemas de armas de avanzada que tengan las más altas características táctico-técnicas y cuenten con posibilidades de modernización”, sostuvo.
Putin también señaló la importancia de calcular de antemano las necesidades y preparar la infraestructura para emplazar los nuevos sistemas de armas, incluyendo bases, arsenales, aeródromos y otros, asegurando que los recursos financieros para la construcción y modernización de estas instalaciones estén claramente incluidos en el programa estatal.
El nuevo programa debe convertirse en una herramienta eficaz para el cumplimiento de la Estrategia de Desarrollo de las Fuerzas Armadas Rusas hasta 2050 recientemente aprobada.
Este anuncio se produce en un contexto de creciente tensión internacional y de una intensificación del gasto militar ruso, que ha alcanzado niveles comparables a los de la Guerra Fría, con un gasto del 6,3% del PIB en defensa, un aumento del 2,5% respecto a los niveles anteriores al conflicto en Ucrania.
La estrategia de defensa rusa también incluye una renovación significativa de su Armada, con la aprobación de un plan de desarrollo hasta 2050 que contempla la construcción de nuevos submarinos y buques de superficie, así como el fortalecimiento de la protección de las fronteras marítimas y la lucha contra el terrorismo y el tráfico ilegal en los mares.
En el ámbito nuclear, Rusia ha actualizado su doctrina de disuasión, reservándose el derecho a utilizar armas nucleares en caso de agresión contra su territorio o el de sus aliados, incluso si se trata de ataques con armas convencionales que representen una amenaza crítica para su soberanía e integridad territorial.
La industria militar rusa ha experimentado un crecimiento desde 2022, con un aumento del 50% al 70% en la producción industrial de empresas relacionadas con la defensa, impulsado por la demanda del conflicto en Ucrania y la necesidad de modernizar las capacidades militares del país. Este incremento preocupa a la Unión Europea y la OTAN, donde han demandas —algunas ya implementadas— de aumentar el gasto militar.
El recientemente aprobado documento ruso plantea una visión expansiva del rol militar ruso a largo plazo, aumentando la inquietud en las capitales occidentales, que perciben en ello una política sostenida de confrontación más que de cooperación internacional.
Mientras tanto, la OTAN mantiene en curso sus mayores ejercicios militares desde la Guerra Fría, enfocados específicamente en asegurar que la alianza pueda reaccionar rápidamente ante cualquier agresión proveniente del este europeo.
El nuevo Plan Estatal de Defensa ruso, lejos de ser visto como una medida defensiva por Occidente, consolida aún más la percepción europea y de la OTAN sobre Moscú como una amenaza estratégica de largo plazo, un desafío que, según expertos, definirá la política de seguridad europea durante las próximas décadas.