Cuando Rob Halford se conecta a la videollamada para ser entrevistado por LA NACIÓN, el cartel que debería decir su nombre dice, en cambio, “Dios del metal”. Un título que nunca reclamó enfáticamente pero que, luego de 50 años de carrera –la mayoría de ellos como líder de Judas Priest– nadie osaría discutirle. “Lo pongo ahí para recordarme a mí mismo quién soy”, dice antes de una nueva llegada a la Argentina de su banda, en el marco del Masters of Rock, este sábado 26 de abril en Tecnópolis.
“Los fans me dieron ese título y lo respeto, también me divierte. Es algo que me pusieron hace años y creo que es importante porque hace que todas las piezas de esa máquina que es el heavy metal se conecten y avancen juntas”, comenta Halford.
Formados en 1969 pero llegados a la primera plana del heavy metal entre los 80 y los 90 con discos como British Steel (1980), Screaming for Vengeance (1982), Defenders of the Faith (1984), Turbo (1986) y Painkiller (1990), Judas Priest es una institución en el género. No solo por esos álbumes sino también por haber mantenido un nivel de ejecución en vivo que se sostiene con el paso del tiempo. “La experiencia completa de cualquier banda o músico incluye lo que se sienta escucharlos en vivo”, dice Rob Halford, de 73 años y considerada una de las voces más impactantes y relevantes que dio la historia del heavy metal. La performance es lo que justifica quién sos, qué haces y por qué estás arriba de un escenario haciendo lo que hacés”.
-Y en el caso del heavy metal, exige una destreza física muy alta. ¿Cómo lo llevás a tu edad?
-Cuando vas a trabajar, tenés que dar el mil por ciento de todo. Si tu show es pobre, vas a desilusionar a tus fans. Y no podés permitirte eso. Para alguien de mi edad es algo muy difícil. Pero lo hago porque amo esto. Y lo hago con pasión, por eso estoy acá. Y eso se va a ver en el show en Argentina: la corporización de lo mucho que amo y creo en el heavy metal. La relación con el público es como la que tenés con una familia. Y siempre vas a dar lo máximo para devolver todo el amor y cariño que te dan.
-¿Lo sentís como una responsabilidad para con tu público?
-Sí, claro. Y es algo que te corresponde cuando sos un músico exitoso. Cuando empezamos en esto, nadie nos dijo que si llegás a un cierto nivel de popularidad, la responsabilidad entra como parte de la ecuación. Cuando hablo con artistas nuevos les digo que estén preparados para ese momento. Muchos me responden: “Pero nosotros no firmamos nada para eso, no nos comprometimos a ser responsables”. Y mi respuesta es: “Bueno, pero va a pasar. Porque tenés una responsabilidad con tus fans”.
-Y cómo se traduce esa responsabilidad en términos de mensaje? Imagino que ha ido cambiando con el paso de los años.
-Bueno, cuando me siento a pensar nuevas letras, ya sé que tengo todas las anteriores en mi cabeza. Y esta es una banda que puede ser tu analgésico o el turbo para tu amor [es en referencia a dos clásicos del grupo: “Painkiller” y “Turbo Lover”]. Entonces, para mí como letrista, es importante saber que puedo ir a donde quiero. Lo hablaba con Thomas, mi marido, la otra noche. Salimos a caminar por el desierto. Y le contaba sobre las palabras y el mensaje y el hecho de que a esta altura de mi vida todavía tengo una vitalidad joven en mis aventuras líricas. Pero tampoco hay dudas de que tengo que dar un mensaje y que he cambiado. Solía escribir canciones sobre dolor y placer, sobre salir a la ruta o violar la ley. ¿Y qué demonios era eso? Pero eso era Judas Priest en ese momento y tenés que aceptar que es parte de tu plataforma.
-Y es parte del imaginario del heavy metal también.
–Claro. Y mi cabeza ya es como un diccionario lleno de palabras relacionadas al heavy metal. Y a veces mirás hacia atrás y revoleás los ojos, a veces me pasa. Pero todavía se trata de lo mismo: de empujar a través de un mensaje y de las experiencias que has vivido. Y reimaginar todo eso, porque tampoco son muchos los temas de los que tenés para hablar en las canciones. Durante mucho tiempo fue todo culo y tetas, era algo muy misógino. Se hablaba de mujeres de una forma muy fea, pero así era el mundo en ese momento. Y lo que trataba de entender mientras hablaba con Thomas era dónde está la seriedad en todo esto. Nuestra música es sobre difundir alegría y pasarla bien. Por eso seguimos cantando “Living After Midnight”, pero se trata de tener momentos que te eleven sin ser mortalmente serios. Hay otras bandas que aman cantarle al fin del mundo, y les sale muy bien. Pero nosotros no somos tan cerebrales como Tool, por ejemplo. Pero sí siento que somos inteligentes. Por ejemplo, en el último disco escribí la letra de “Panic Attack” y nunca pensé que iba a ser tan importante y llamar la atención. No me pongo a pensar en si va a incomodar a alguien. Pero hubo mucho interés en esa letra en la forma en la que Internet puede destruir naciones, crear guerras, destrucción y todo tipo de desastres.
-Y el disco incluye “Giants In The Sky”, que homenajea a Lemmy Kilmister y a Ronnie James Dio. ¿Es también una forma de mantener el legado y reconocer la historia del heavy metal?
-Se trata de ser consciente de quiénes somos como banda y como generadores de mensaje. Y también de jugar con la alegría del escaparse de la realidad, de alucinar un poco. Entonces queremos asegurarnos de que nuestro contenido sea interesante, entretenido y te lleve por los picos y los valles de tus emociones.
-Parece que finalmente te has tomado el tiempo para pensar en tu legado, ¿es así?
-Bueno, es que creo que el legado nace de la obra que has creado, los shows que has dado, los discos, las canciones. Todo eso se construye por fuera de tu propio destino. Y la gente empieza a hablar de vos como una legenda. Y es hermoso, pero nunca lo pensé así. Pero bueno, tampoco podés hacer de cuenta de que no sucede, no podés desviar la conversación. Tenés que ser agradecido, humilde, aceptarlo y utilizarlo de la mejor manera. Entonces, cuando te das cuenta de que hace más de 50 años que estamos siendo parte de las raíces del heavy metal… Lo empezamos entre Judas Priest y Black Sabbath, allá por 1969. Entonces, hoy ir a vernos es un evento porque estás viendo a los creadores del heavy metal. Y podemos ver que eso se traslada a nuestros fans, está ahí en sus ojos. Ahí se ve su pasión, sus lágrimas, su alegría.
-Cuando en la década del 80 hiciste pública tu homosexualidad, se trató de uno de los hechos más revolucionarios en la historia del heavy metal. Y es algo que visto a la distancia cobra aún más peso, ¿cómo lo sentís vos?
-Solo me doy cuenta cuando alguien me lo hace notar. Porque, mirá, mejor que creas en vos mismo. Porque si no creés en vos mismo nadie va a creer en vos. Tenés que creer que lo que estás haciendo es lo mejor para vos mismo. Y durante mucho tiempo pensé que eso era algo egoísta y fue cuando estuve en rehabilitación que alguien me dijo: “No, tenés que amarte a vos mismo primero. Tenés que asegurarte de que te estás dando la vida que te merecés. No seas algo para otras personas. Sé vos mismo”. Y una vez que eso se instala en tu corazón, tu alma, tu mente y tu espíritu, ahí es cuando tu vida cambia dramáticamente. Y eso pasó cuando pude contarle al mundo que soy homosexual. Es liberador. Y toda liberación es extraordinaria, porque todo el odio y los ataques simplemente se desvanecen, dejan de importante. Pero ahora soy mucho más consciente de todo lo que pasó desde ese momento. Solo cosas buenas pasan cuando te liberás. Es la única manera.
-¿Y pensaste en todo lo que podía acarrear algo así por ser una persona pública?
-En ese momento no. Nunca pensé hasta dónde podía llegar mi mensaje y que iba a ser importante para tanta gente hasta que al poco tiempo empecé a recibir cartas de gente que me agradecía, que habían logrado decirle a sus familias, a sus amigos. Y yo no me hacía cargo de esa responsabilidad pero es realmente hermoso. Y acá estamos, desde esa época hasta hoy hemos logrado cambios considerables, pero la lucha no se terminó. Si veo a una persona que es discriminada por su identidad sexual, me vuelvo loco. Me enoja muchísimo.
–¿Y tenés algún mensaje para la gente que es discriminada?
–Sí, quiero decirle a las víctimas que tienen mi apoyo incondicional, aunque no me conozcan. Todavía hay mucho por hacer. Es un momento particular de la humanidad. Todo esto de volver a lo que es normal. ¿Quién carajos decide qué es lo normal? La sociedad no debería decidir qué es lo correcto y qué es lo incorrecto, lo normal o lo anormal. Es ridículo. Dios te dio una vida para que la vivas siendo la mejor persona que puedas. Es una filosofía simple. Pero me saca de quicio que no se entienda. A veces me dan ganas de dejar todo y volverme un activista violento de la comunidad LGBTIQ+, pero hay formas más inteligentes de hacerlo. A veces cuando estoy en el escenario en ciertas partes del mundo que hay mucha discriminación… En Rusia, por ejemplo, que es un país que amo. Amo a su gente y su comunidad LGBTIQ+. Ahora no podemos ir porque para alguien como yo es peligroso. Pero cuando he estado en esos escenarios, en Moscú o San Petesburgo, era movilizador. Porque lo sentía personal. Y yo me paré ahí. A veces, el silencio es el ruido más intenso que podés usar como respuesta. Quedarte parado en silencio frente a una persona enojada y no decirle nada, solo devolverle la mirada. Es como si fueras un Mohammed Ali psicológico. Podría hablar horas sobre esto. Tal vez alguna vez haga algo así. Pero es una historia hermosa. Me siento bendecido y agradecido. Estoy muy feliz de representar a la comunidad LGBTIQ+ en todo el mundo. Incluso cuando no me lo propuse explícitamente, pero acepto que es parte de lo que soy. Hay que seguir luchando para que todos tengamos una vida mejor.
Masters of Rock. Sábado 26, desde las 12, en Tecnópolis. A las 13, Renzo Leali; 13.20, La Carga; 13.40, Tandem; 14, Against; 14.20, Entre el Cielo y el Infierno; 14.40, Horcas; 15.10, OnOff; 15.35, Opeth; 16.40, Queensrÿche; 17.45, Savatage; 18.55, Europe; 20.05, Judas Priest y 22, Scorpions. Entradas desde 80.000 pesos en FullTicket