En poco más de diez días, a River le cambió el humor, despejó nubarrones, el futuro se le hizo más luminoso y diáfano, más allá del aguacero que cayó en el Monumental en el segundo tiempo. Y el quiebre estuvo lejos de Buenos Aires, fue en una de las salidas más riesgosas de la Copa Libertadores. Venía a los tumbos y en la altura de Quito estaba para un mazazo que lo podía dejar maltrecho, acrecentar las inseguridades que venían de arrastre. Cuando peor estaba en los 2850 metros, reaccionó en aquel segundo tiempo y se trajo un empate (2-2) ante Independiente del Valle que fue un tesoro, no solo por el punto en sí, sino porque le renació ese espíritu copero que parecía medio adormecido, sensación que también transmitía en la rutina del torneo local.

Ese bálsamo en Ecuador tuvo un poder curativo que se extendió para mostrarlo vigoroso y entero contra Boca, nada menos. Golpe de autoridad, con el mensaje “estoy de vuelta”. Ahora sí la recuperación tomaba forma, la realidad ya tenía otro color, ya sin el gris que se le había impregnado. La dirigencia acompañó las buenas noticias que llegan desde la cancha con una gestión de escritorio: estrenó main sponsor para la camiseta, una casa de apuestas que mejora en dos millones y medio de dólares anuales (seis, contra tres y medio) el auspicio que tenía con la anterior.

Mastantuono, de buen primer tiempo, forcejea con Elías Gómez

El último eslabón de esta cadena de superación fue el 4-1 a Vélez, que lo subió al segundo puesto de la Zona B y lo cruzará en los octavos de final con Barracas, en el Monumental. Si avanza, no abandonará su casa ante el ganador de Racing-Platense y, de llegar a las semifinales, solo será visitante frente a Argentinos (1° en el Grupo A). El superclásico con Boca solo podrá darse en la final de Santiago del Estero.

Con la pelota en movimiento fueron cayendo los tabúes que lo perseguían. Que no hacía goles en los primeros tiempos, que los delanteros estaban secos, que dominaba, pero la eficacia era una materia pendiente. Se destrabó. Sebastián Driussi, que parecía que nunca terminaba de aterrizar desde la MLS, marcó frente a Vélez por cuarto partido consecutivo. Y la contundencia no se hizo desear. Ya a los 14 minutos, Driussi apareció con el oportunismo y el olfato de un goleador, faceta que no es tan acentuada en su carrera de delantero; el N° 15 tomó un rebote del inseguro arquero Randall Rodríguez, que poco hizo en todo el primer tiempo para que Vélez no extrañara al lesionado Marchiori. La jugada había empezado con una entrada profunda de Casco, integrante de una defensa que, por distintos motivos, no tuvo a ninguno de sus titulares: Montiel, Martínez Quarta, Paulo Díaz y Acuña.

Lo más destacado de River 4 – Vélez 1

El planteo de Vélez fue achicar lejos de su área. No se metió atrás, pero le costó cortar la circulación y combinaciones locales. Tomó riesgos el mellizo Barros Schelotto, que fuera del cordial saludo de Marcelo Gallardo solo recibió abucheos y burlas por la célebre final de Madrid. González Pirez estuvo cerca de empatar con un gol en contra, tras un cabezazo que dio en el travesaño. La buena fortuna también la hacía un guiño a River, que ayudó a ese viento a favor con virtudes propias, como el golazo de Colidio, tras un caño a Silvero, un enganche ante un defensor y un estupendo remate cruzado. Este no era el River de buena parte del torneo, se sacudió el almidón que tenía adherido. Precisión en velocidad, sorpresa, la confianza por las nubes.

River se agrandaba en la misma medida que se achicaba Randall Rodríguez, a quien se le escapó una pelota que tenía en las manos. Algo peor no le podía pasar delante de Mastantuono, que hizo gatear al arquero antes del pase para que Nacho Fernández definiera con un tiro cruzado. Todos a abrazar a un referente que estira todo lo que puede su condición de jugador con toques distintivos, e inteligente para aprovechar los minutos que tuvo por el descanso del colombiano Castaño, que ingresó para la última media hora.

El remate de Colidio se convertirá en el segundo gol de River

River impactaba por su ataque, pero en defensa no estaba firme. Pezzella no salió a tiempo para provocar el off-side de Carrizo, que aprovechó la espalda de Casco para marcar el descuento. El juvenil de Vélez sabe con la pelota y es profundo. Para retomar la línea ofensiva, Mastantuono casi vuelve a encandilar con un arranque en el que sacó un zurdazo que besó un poste.

El segundo tiempo tuvo ese aire de partido definido, al menos es lo que transmitía River, más desconectado y disperso. Se desató un diluvio que la gente combatió cantando con la alegría que dan los triunfos y una imagen futbolística más convincente de lo que se venía viendo. Al mal tiempo, buena cara, nunca mejor aplicado el dicho.

Vélez vio una oportunidad para meterse en el partido, no bajó los brazos. Estuvo cerca con un remate de Silvera y otro de Pizzini que dio en el travesaño. Gallardo había hecho cambios para repartir esfuerzos, en función de la visita del próximo jueves a Barcelona en Guayaquil. Ya no controlaba tanto el medio campo, pero igual a Borja le quedaron dos situaciones que tapó el rehabilitado Rodríguez. Son días de reivindicaciones en River y el colombiano tuvo la suya con un penal –leve agarrón de Valentín Gómez a Lanzini- que ejecutó dos veces por el adelantamiento del arquero, que había despejado el primer remate. River enderezó el rumbo, anda derecho.