La reanimación cardiopulmonar (RCP) triplica las posibilidades de sobrevivir a un paro cardíaco (Fundación MAPFRE)

La parada cardiorrespiratoria (PCR) detiene de forma abrupta el latido cardíaco y la respiración de una persona, lo que priva de oxígeno al cerebro y a los órganos vitales. Este evento puede ocurrir en cualquier momento y afecta a personas de todas las edades. Cuando sucede, actuar de inmediato marca la diferencia entre la vida y la muerte. Quien presencia una PCR puede intervenir con maniobras sencillas, incluso sin formación avanzada.

Según un artículo publicado por The Conversation, la mayoría de las víctimas no recibe maniobras de reanimación en los primeros minutos. Solo el 12,5% recibe ayuda antes de la llegada de los servicios de emergencia y apenas el 10% recupera su vida sin secuelas graves.

La cifra de supervivientes podría duplicarse o incluso triplicarse si toda la población aprendiera la técnica de reanimación cardiopulmonar (RCP). De acuerdo con el mismo informe, dominar esta acción básica debe entenderse como una responsabilidad ciudadana.

Cada minuto sin RCP reduce entre 7% y 10% la probabilidad de salvar a la víctima de una parada cardiorrespiratoria (Wikipedia)

La PCR puede tener varias causas. De acuerdo a Mayo Clinic, en adultos, la más común es la enfermedad cardíaca: las arterias coronarias se obstruyen y dificultan el paso de sangre. Las placas de colesterol y los infartos provocan arritmias graves y la interrupción del latido.

Además, los traumatismos por accidentes y las situaciones de ahogamiento, intoxicación o riesgo eléctrico también contribuyen de forma relevante a estas emergencias. En menores, los problemas respiratorios, las infecciones y las intoxicaciones son factores principales.

De acuerdo con la Fundación para la Investigación e Innovación Biosanitaria en Atención Primaria (FIIBAP), la interrupción del latido cardíaco causa un fallo rápido del organismo. La única forma de ganar tiempo mientras los equipos profesionales llegan es iniciar la reanimación con rapidez. Los minutos previos a la atención médica representan una ventana de oportunidad: cada minuto sin RCP reduce entre 7% y 10% la posibilidad de salvar a la víctima.

Solo el 12,5% de las víctimas de paro cardíaco recibe maniobras de reanimación antes de la llegada de emergencias (Federación Argentina de Cardiología)

Las organizaciones internacionales, como la American Heart Association y el European Resuscitation Council, establecieron una cadena de supervivencia eficaz. Esta consiste en varios pasos ordenados, que deben aplicarse sin demora ante cualquier sospecha de PCR.

Según precisa La Cruz Roja, el primer paso es reconocer la parada y alertar al sistema de emergencias. Una persona inconsciente que no responde o no respira de forma normal (puede hacer sonidos característicos, llamados “boqueos”) requiere atención urgente.

La persona que presencia la escena debe comprobar que el entorno sea seguro y llamar al número de emergencias (112 en Europa, 911 en países como Estados Unidos y Argentina), informando sobre la ubicación exacta y el estado de la víctima.

Si hay varias personas, se dividen las tareas: mientras una persona solicita ayuda, la otra puede comenzar la RCP. Si solo hay una, es preferible activar el manos libres del teléfono y acudir a la ayuda profesional sin detener el procedimiento.

Aprender RCP no requiere formación médica y puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte (Wikipedia)

El segundo paso es el RCP básico. Su objetivo es reemplazar la función del corazón y los pulmones durante los primeros minutos, para asegurar que el oxígeno siga circulando. La persona debe colocarse junto al pecho de la víctima, poner el talón de una mano en el centro del tórax y la otra encima, entrelazando los dedos.

Con los brazos rectos, debe presionar el pecho firme y rápido, a una velocidad de cien a ciento veinte veces por minuto y con una profundidad de cinco centímetros. Esta acción se alterna, solo en caso de personas entrenadas y en condiciones seguras, con dos insuflaciones cada treinta compresiones. Si no es posible, se continúa con las compresiones de forma constante, ya que son lo más importante en los primeros momentos.

El tercer eslabón de la cadena consiste en utilizar un desfibrilador externo semiautomático (DESA) si se encuentra disponible. Estos aparatos, que cada vez están en más lugares públicos como aeropuertos y centros deportivos, guían con instrucciones de voz. Colocan parches en el pecho y evalúan si la descarga eléctrica resulta necesaria. Si lo indican, la intervención debe ser inmediata. Posteriormente, se sigue con la RCP hasta la llegada del equipo profesional.

La cadena de supervivencia incluye reconocer la parada, alertar a emergencias, iniciar RCP y usar un desfibrilador (U.S. Air Force photo by/ Tech. Sgt. Jeromy K. Cross/released/ Wikimedia)

La atención a la infancia presenta diferencias importantes. Según la Facultad de Salud de la Universidad Camilo José Cela, en lactantes deben utilizarse dos dedos en el centro del pecho para realizar compresiones, en pequeños, una mano y en mayores, ambas manos, igual que en adultos.

En los niños, la reanimación debe iniciarse con cinco insuflaciones de rescate antes de las compresiones. Si la persona se encuentra sola, conviene continuar el RCP durante un minuto antes de realizar la llamada de emergencia.

El conocimiento de RCP no solo permite aumentar el porcentaje de supervivencia, sino que previene complicaciones severas en una persona que sufrió una PCR. La intervención rápida y ordenada, junto con el uso del desfibrilador, eleva de forma considerable las posibilidades de recuperar la vida sin consecuencias graves.

Saber actuar ante una PCR convierte a cualquier persona en el primer eslabón de la cadena de supervivencia. Aprender técnicas de reanimación salva vidas y reduce las secuelas. Cada minuto vale y la intervención correcta marca la diferencia.

La educación sobre RCP desde la escuela y la actualización regular del conocimiento son estrategias que mejoran la salud pública y aumentan la seguridad en la comunidad.