
La postulación de Rafael Mariano Grossi a la Secretaría General de la ONU recibió valoraciones destacadas por parte de diplomáticos y analistas internacionales, según relevó The New Yorker. El exsecretario de Energía de Estados Unidos, Ernest Moniz, mencionó que Grossi podría aportar una “perspectiva renovada” a la organización, mientras que Scott Roecker, exdirector para la reducción de amenazas nucleares en el Consejo de Seguridad Nacional de ese país, subrayó su “energía incansable y optimismo en la resolución de algunos de los problemas más difíciles del mundo”. La nominación, respaldada por el Gobierno argentino, lo perfila como referente latinoamericano en un proceso que, por rotación, da prioridad a la región. La Cancillería de Argentina fundamentó su propuesta en la “profunda experiencia multilateral” y el liderazgo de Grossi ante crisis internacionales.
Para The New Yorker, la trayectoria de Grossi en el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) ha demostrado “un enfoque audaz y pragmático” en situaciones extremas. Consultados sobre el posible impacto de Grossi al frente de la ONU, varias fuentes resaltaron su gestión de conflictos y su capacidad para dialogar con actores enfrentados, principales desafíos a los que se enfrenta la organización. En palabras de Roecker, el organismo “necesita sangre nueva con un espíritu de cooperación y capacidad para generar un impacto positivo”. Grossi mismo, al explicar su visión después de la postulación, afirmó: “El mundo no necesita más declaraciones. Necesita una ONU capaz de responder a las verdaderas demandas de nuestro tiempo”.
El aval internacional se sustenta, entre otros antecedentes, en el papel de Grossi durante la intervención en la central nuclear de Zaporizhzhia en Ucrania, escenario que The New Yorker describió como inédito para un responsable de la seguridad nuclear. En septiembre de 2022, Grossi encabezó un operativo riesgoso de expertos del OIEA hacia la mayor central nuclear de Europa, bajo control de tropas rusas. El objetivo era consolidar la presencia del organismo y garantizar la prevención de una catástrofe radiológica en medio del conflicto.
En el trayecto, el convoy de la OIEA debió atravesar controles, zonas minadas y fuego cruzado, con equipos protegidos por cascos y chalecos marcados con las insignias de la ONU. Grossi debió negociar el paso entre posiciones ucranianas y rusas sin garantías de acceso completo y bajo una amenaza constante: “Pregunté a los de seguridad ‘¿Qué es lo peor que puede pasarnos?’”, relató a The New Yorker, reconociendo la presión de tomar decisiones que podían costar vidas. Su equipo logró llegar a la planta y establecer presencia, un precedente para el acceso seguro a instalaciones nucleares en situaciones de guerra.
Desde entonces, el OIEA mantiene inspectores rotativos en la central, vigilando los riesgos y exigiendo que la situación de Zaporizhzhia figure como “estatus especial” en cualquier futuro acuerdo de paz. Grossi recogió testimonios de sus propios técnicos, como el de un experto moldavo que, ante el peligro, afirmó: “Estoy contigo”. Al ingresar al área controlada por fuerzas rusas, la delegación constató la devastación provocada por el conflicto.

La intervención en Ucrania es una de las acciones que más ha reforzado la reputación internacional de Grossi. Diplomáticos y expertos han señalado, según The New Yorker, que su rol frente a crisis de alto riesgo lo diferencia de sus antecesores y lo posiciona como interlocutor directo con líderes como Vladimir Putin y Volodímir Zelensky. Además, el propio Grossi ha sido impulsor de misiones humanitarias y reformas internas en el OIEA alineadas con la inclusión y la paridad de género.
El funcionario argentino, quien domina siete idiomas, sostiene que los aprendizajes de la gestión nuclear pueden trasladarse al plano global. En diálogo con The New Yorker, expresó: “No existe un problema intratable. No quiero sonar arrogante, pero sé lo que la organización necesita”. La experiencia acumulada en el OIEA forma parte de los argumentos esgrimidos por quienes respaldan su postulación para conducir la Organización de las Naciones Unidas frente a nuevos escenarios de crisis.