La renuncia silenciosa gana terreno entre jóvenes que priorizan el equilibrio entre vida y trabaj (Imagen Ilustrativa Infobae)

En los últimos años, una nueva forma de relación con el trabajo ganó protagonismo en diferentes culturas laborales. Se trata de quiet quitting o renuncia silenciosa, un fenómeno que no implica abandonar un empleo, sino limitarse a cumplir con lo que establece el contrato, sin ir más allá de lo exigido. Para algunos representa una manera de proteger la salud mental y recuperar espacios personales. Para otros, es una señal de desapego que puede afectar la productividad y la calidad de las organizaciones.

La renuncia silenciosa surge como reacción a la cultura del exceso de trabajo que se instaló como sinónimo de éxito profesional y personal. Según explicó Livina A. Fernández Nieto en diario La Ley, jóvenes trabajadores, en especial de las generaciones millennial y Z, percibieron que la sobrecarga afectaba su bienestar físico y mental, lo que impulsó la práctica de cumplir con las obligaciones formales, pero sin excederse.

De acuerdo con BBC, esta tendencia se popularizó a través de redes sociales como TikTok, donde videos virales mostraron a jóvenes defendiendo la idea de que trabajar no debe significar renunciar a la vida personal. La propuesta no busca dejar de trabajar, sino establecer límites claros frente a jornadas que exceden lo pactado.

Factores generacionales

La pandemia de COVID-19 marcó un punto de inflexión. Según detalló World Economic Forum, las nuevas generaciones enfrentaron contratos más precarios, incertidumbre laboral y menores oportunidades de seguridad financiera que las que tuvieron sus padres. A esto se sumó la imposibilidad de acceder con facilidad a una vivienda y la presión de largas jornadas que no siempre se tradujeron en mejoras salariales o ascensos.

El fenómeno del quiet quitting surge como respuesta al exceso de esfuerzo laboral y la búsqueda de salud mental (Imagen Ilustrativa Infobae)

En ese contexto, la renuncia silenciosa se convirtió en una respuesta cultural. En este sentido, Forbes Argentina señaló que el fenómeno se intensificó después de la pandemia, cuando los trabajadores reconsideraron sus prioridades y buscaron mayor equilibrio. Un informe de la consultora Aon citado por la revista indicó que el 55% de los empleados siente que no alcanza todo su potencial y que solo un 30% se define como resiliente ante los desafíos del entorno.

La percepción de control

Un estudio de la Stevens Institute of Technology en Nueva Jersey vinculó la renuncia silenciosa con un factor psicológico: la pérdida de control. Según los investigadores Justine Herve y Hyewon Oh, los trabajadores que perciben que tienen menos capacidad de decidir sobre sus vidas tienden con mayor frecuencia a limitarse a sus funciones laborales. El estudio, basado en encuestas a 1.400 personas, mostró que la incertidumbre generada por crisis globales políticas, económicas o sanitarias disminuye la sensación de autonomía, lo que conduce a este tipo de comportamiento.

Asimismo, la renuncia silenciosa se conecta con la prevención del agotamiento laboral. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció en 2019 la fatiga como un fenómeno ocupacional, definido por cansancio extremo y bajo rendimiento. Cumplir con las funciones sin sobrecargarse se presenta entonces como un modo de preservar la salud física y emocional.

La profesora Nilufar Ahmed, de la Universidad de Bristol, citada por BBC, destacó que este enfoque ayuda a que las personas separen su autoestima del rendimiento laboral. Cuando el valor personal se mide solo por logros en el trabajo, los fracasos se internalizan como derrotas personales. Limitar las expectativas puede proteger contra este círculo vicioso.

Consecuencias en las organizaciones

No todas las lecturas son positivas. Forbes Argentina subrayó que cuando un trabajador se desconecta emocionalmente, la productividad y la calidad del trabajo pueden verse afectadas. Por eso, las empresas enfrentan el reto de comprender las motivaciones de sus equipos y generar políticas de inclusión y bienestar.

La renuncia silenciosa refleja cambios estructurales en la relación entre generaciones jóvenes y el empleo (Imagen Ilustrativa Infobae)

El informe Rising Resilient 2021 de Aon mostró que el bienestar de los empleados influye de manera directa en el rendimiento de las compañías. Según los datos citados por Forbes, mejoras en factores de bienestar pueden elevar el desempeño entre un 11% y un 55%. Esto convierte la renuncia silenciosa en un indicador de que la organización debe atender necesidades no resueltas.

Frente a este escenario, las recomendaciones empresariales apuntan a generar ambientes de confianza, escuchar activamente y ofrecer flexibilidad. Asimismo, se aconseja establecer límites como jornadas con pausas, días libres de reuniones y una comunicación clara sobre objetivos, lo que puede reducir el riesgo de que los empleados se refugien en la renuncia silenciosa.

Newsweek añadió que brindar autonomía y reconocer el valor de las contribuciones ayuda a revertir la sensación de reemplazabilidad. En este aspecto advirtieron que no se trata de dar más tareas o beneficios, sino de crear condiciones en las que los trabajadores perciban que su labor tiene impacto.

Más allá de una tendencia

Aunque surgió con fuerza en redes sociales, la renuncia silenciosa no se limita a un hashtag. Según BBC, refleja cambios estructurales en la relación entre vida y trabajo, especialmente entre los más jóvenes. El Barómetro de Confianza de Edelman de 2022 mostró que el 60% de los adultos de la generación Z publica contenido en redes con el objetivo de cambiar el mundo, lo que señala un vínculo más amplio entre las expectativas sociales y laborales.

Así, la renuncia silenciosa no es un abandono del trabajo, sino una respuesta a un modelo que priorizó la productividad sobre la vida personal. Este fenómeno combina factores generacionales, psicológicos y organizacionales. Su comprensión resulta clave para evitar que se transforme en un problema de desmotivación crónica y, al mismo tiempo, para aprovecharlo como una oportunidad de redefinir las formas de trabajo en el siglo XXI.