
David Rankin, responsable de operaciones en el Catalina Sky Survey, dedica sus noches a la observación del firmamento desde la cima del Monte Lemmon, en Arizona, con la misión de identificar asteroides cercanos a la Tierra capaces de representar una amenaza.
Su trabajo, esencial para la defensa planetaria, se desarrolla en uno de los programas de vigilancia de objetos próximos a la Tierra más avanzados, financiado por la NASA y el Congreso de Estados Unidos.
En una entrevista con Smithsonian Magazine, Rankin describió la exigencia de su rutina y los desafíos personales de mantener un horario nocturno continuo, destacando que la tarea requiere pasión y resistencia.

Durante la pandemia, el hecho de trabajar en solitario resultó una ventaja para Rankin, ya que su seguridad no se vio comprometida. Explicó que mantener turnos de más de 12 horas, desde el atardecer hasta el amanecer, aleja a muchas personas del oficio, aunque la recompensa de descubrir cada noche nuevos planetas menores es un aliciente irremplazable. Contó que, en noches ajetreadas, llegó a detectar hasta 40 objetos desconocidos.
Ubicado en la cima de las montañas Santa Catalina, el observatorio se convierte cada noche en un escenario de hallazgos inesperados.
Según Rankin, en cualquier jornada podrían identificar un asteroide proveniente de más allá de Marte o incluso uno que, en el futuro, impacte la Tierra. Reconoció que la labor es de alto riesgo y premio, pero el estilo de vida del observador exige adaptarse a horarios nocturnos constantes.

Un universo de amenazas: cifras y ejemplos históricos
El alcance del desafío es formidable considerando la multitud de objetos que deben monitorear. Rankin calculó que detectó miles de asteroides, aunque admite que la mayoría de las personas desconoce que la Tierra vive en una verdadera “galería de tiro”.
De acuerdo con datos de la NASA, hasta diciembre de 2025 se descubrieron 40.155 asteroides cercanos y tan solo en el último año, 191 pasaron a una distancia menor que la que separa la Tierra de la Luna.
El programa, respaldado por la Universidad de Arizona, tiene como objetivo principal catalogar más del 90% de los objetos próximos a la Tierra de más de 140 metros de diámetro.

Entre los ejemplos que citó, mencionó el cráter próximo a Flagstaff, causado por un meteorito de entre 30 y 60 metros hace 50.000 años, y el evento de Chelyabinsk en 2013, producido por una roca de unos 20 metros, tamaño considerado pequeño en el campo.
La identificación de asteroides de grandes dimensiones constituye una parte vital de su labor. Rankin aseguró haber descubierto dos cuerpos de más de un kilómetro de ancho, auténticas rarezas en la actualidad gracias al progreso de la vigilancia astronómica.
El medio destaca que se logró localizar más del 99% de los objetos peligrosos de un kilómetro, y ahora el esfuerzo se concentra en los de menores dimensiones, que, aunque no supondrían el fin de la humanidad, causarían devastación a escala regional.
Tecnología, automatización y vida en el observatorio
El Catalina Sky Survey nació en los años 90 gracias a la iniciativa de estudiantes de la Universidad de Arizona que propusieron reutilizar telescopios instalados durante la era Apolo.

Rankin explicó que, aunque los instrumentos son antiguos, continúan actualizándose los sistemas ópticos y se incorporan cámaras de alta resolución y software propio para facilitar la búsqueda.
Destacó que la automatización es un elemento fundamental: el sistema permanece enfocado, toma imágenes y elimina las fuentes fijas, permitiéndole identificar candidatos a nuevos asteroides cada noche.
La mayoría de los objetos detectados por el software resultan falsos positivos, pero ocasionalmente surge un hallazgo real que exige confirmación y reporte urgente a la comunidad internacional.
Según Rankin, la colaboración con desarrolladores de software talentosos permite mantener un proceso prácticamente automatizado, aunque la supervisión humana es indispensable para validar los descubrimientos críticos.

Ciencia y escepticismo ante el misterio astronómico
Consultado por Smithsonian Magazine sobre el reciente objeto interestelar 3I/ATLAS y su vinculación con hipótesis extraterrestres, Rankin sostuvo que no hay pruebas de que se trate de algo distinto a un cometa y consideró que la comunidad científica no se opone al hallazgo de vida alienígena —sería, de hecho, el mayor descubrimiento de la historia humana—, pero remarcó que las afirmaciones extraordinarias necesitan evidencias igualmente extraordinarias.
Al analizar la aparición de estos objetos, Rankin recordó que el 3I/ATLAS es el tercer cuerpo de este tipo detectado y que estos hallazgos cumplen con las teorías sobre la formación violenta del sistema solar y la expulsión de millones de objetos al espacio interestelar.
Considera normal que, con miles de millones de estrellas en la galaxia, existan numerosos cuerpos errantes, aunque hasta el momento ninguno exhibió comportamientos anómalos que sugieran origen artificial.

Incertidumbre, trabajo en equipo y el futuro de la defensa planetaria
La soledad de la observación invita a la reflexión. Rankin, descendiente de mormones, aunque alejado de la práctica religiosa, comparó la ciencia con una forma de fe, pero valorando la incertidumbre y la posibilidad de no tener todas las respuestas como motores de su entusiasmo por explorar el universo.
Respecto a la posibilidad de descubrir un asteroide en ruta de colisión con la Tierra, Rankin subrayó que las probabilidades son muy bajas y que la determinación de la trayectoria precisa suele tomar horas o incluso días.
Para Rankin, la defensa planetaria representa una inversión preventiva en la seguridad global: lo que allí se realiza busca evitar el único desastre natural verdaderamente evitable.
Además, plantea que no se pueden frenar terremotos ni tsunamis, pero sí se puede desviar un asteroide con décadas de anticipación y así proteger a las próximas generaciones de un impacto devastador. Rankin concluyó deseando que, cuando llegue el día de un hallazgo crítico, el tiempo de alerta sea tan amplio como para dejar que otros se hagan cargo, lejos del apremio de una amenaza inminente.