
¿Katz o Matthei? Este domingo 16 hay elecciones presidenciales, de diputados, parcialmente de senadores, pero todo indica que no sabremos el nombre todavía y se deberá esperar a la segunda vuelta que tendrá lugar el domingo 14 de diciembre. En la recta final hay veda de publicación de encuestas, pero según todas las previas, además de otras recientes de circulación privada, la segunda vuelta sería entre José Antonio Katz y la candidata de izquierda y militante comunista, Jeannette Jara
Como es de conocimiento público, a través del mundo la capacidad predictiva de las encuestas políticas está siendo objeto de crítica y escrutinio por haber errado en forma creciente y notoria, y sin ir más lejos, se equivocaron en predecir los contundentes triunfos de Milei y Paz, en la primera vuelta en el caso del actual mandatario boliviano.
No hay razones técnicas para dudar en el caso chileno, pero es bueno apuntar que esta elección presidencial tiene tres llamativas características, primero, el fracaso de Boric, cuya gestión ha derrumbado la posibilidad que quien lo suceda sea alguien de sus filas partidarias, debido a las crisis que Chile hoy experimenta en diversas aéreas y sectores.
Segundo, por rara vez los temas en torno a los cuales ha girado esta elección son todos temas asociados con la derecha, que en Chile no había ocurrido por mucho tiempo, ya que desde las elecciones presidenciales de 1920 en el siglo pasado, aun las veces en que triunfó, siempre predominaron temas asociados con el centro y la izquierda, más bien de carácter social, tanto que en esta oportunidad la derecha ha ido a esta contienda dividida en tres candidaturas, listas, con marcadas diferencias entre ellos y con tres postulantes de origen chileno-alemán, a saber, a) la derecha tradicional con una postulación de centro derecha como lo es hoy la de Evelyn Matthei quien compite por segunda vez, b) una candidatura autoproclamada de carácter libertario de Johannes Kaiser, con mucha influencia de Milei, y c) quien compite después de haber ganado la primera vuelta en el 2021 pero perdiendo la definitiva con Boric y que al igual que Kaiser reivindica con orgullo la herencia del general Pinochet, como es el caso de Kast.
Tercero, el domingo será una elección donde el voto migrante va a ser importante, toda vez que en Chile después de 5 años de obtener su condición de residentes, los migrantes son incorporados al padrón electoral. De hecho, su presencia ya se hizo sentir en los referéndums constitucionales como también en las elecciones municipales del año pasado, donde resultaron decisivos en lugares de alta concentración incluyendo Santiago centro.
Ello se debe al progreso económico de Chile, y en el portal Ex Ante el analista Pepe Auth informaba que si en 1992 el censo mostraba que el 0.8% de la población había nacido fuera de Chile, las estadísticas señalaban que el 2024 se había llegado al 8,8%. De una población de alrededor de 20 millones, en este último año 1.608.650 habitantes habían nacido fuera del país, y ese 8,8 % doblaba al de 2017. Mas aun, la composición de esta población había variado fuertemente, ya que en 2017 el primer lugar era ocupado por peruanos, mientas que el 2014 el 41,6% había nacido en Venezuela, 14,5% en Perú y 12,3 % en Colombia.
Mas allá del impacto negativo de la inmigración sin control, sobre todo, en la frontera norte, en lo positivo, esta migración ha tenido un aporte beneficioso sobre todo en dos circunstancias, como lo son combatir la fuerte disminución de la tasa de natalidad, una de las peores del mundo, como también el pronunciado envejecimiento de la población, siendo hoy el país de Sudamérica con la más alta proporción de inmigrantes y también con la más baja tasa de natalidad. El hecho a ser destacado, es que serán un factor creciente de influencia electoral, toda vez que en la presidencial de 2021 votaron solo 72.000, pero de los 15.779.102 electores habilitados para votar en este noviembre y diciembre 2025, el 5,6% o 885.940 son extranjeros, y Auth explica que si hubiera la misma tasa de participación del plebiscito de 2022, debieran votar alrededor de 540 mil inmigrantes este 2025, de los cuales más o menos 160 mil debieran ser venezolanos.
En esta presidencial compiten ocho candidatos, pero quien de la derecha pase a segunda vuelta, tiene claramente la primera posibilidad de convertirse en quien ocupe la presidencia, por lo que en definitiva cual sector de la derecha triunfe, va a estar condicionado sobre todo si se mantiene el paradigma sobre el cual han girado las elecciones chilenas desde el plebiscito de 1988, convocado para decidir sobre la continuidad del general Pinochet. En esa oportunidad, el NO que lo derrotó ha determinado desde entonces ganadores y perdedores en todas las elecciones posteriores, incluyendo la última en que Boric derrotó a Kast.
Sin embargo, algo muy importante comenzó a manifestarse en el referéndum que abrumadoramente derrotó el 2022 al proyecto de nueva constitución, que quiso refundar en forma revolucionaria al país. Esa fue la primera oportunidad que no se votó en el esquema del Si y el No, derecha e izquierda, teniendo siempre a la dictadura militar como referente, ya que aquí se sufragó más en términos de futuro que pensando en el pasado.
En un país donde el centro político ha ido perdiendo gravitación al igual que en muchos otros países, en términos prácticos si se mantiene el viejo paradigma del Si y el No, Matthei podría tener una oportunidad, si ante la crisis terminal de la Concertación hubiese un trasvasije de votantes de centro a su candidatura, y en ese sentido ha habido apoyos públicos que tienen ese origen, sin embargo, si lo que predomina es la imagen de un país en crisis multisectorial y con profunda desilusión de promesas que no se cumplieron, seria Kast quien ratificaría en la segunda vuelta lo que señalan las encuestas y pasaría a trasladarse a la Moneda en marzo del 2026, después del juramento respectivo.
Esta ha sido una campaña electoral, donde siempre la primera posibilidad la tuvo la derecha, ya que mucho ayuda a ganar cuando son los temas propios los que predominan en el debate público, como lo han sido la violencia, la delincuencia y la inmigración ilegal unido a una desastrosa gestión y a un retroceso económico, en prácticamente todo indicador relevante.
Lo que ha ido variando es quien del trio encabeza las posibilidades, donde la derecha ha estado más preocupada de descalificarse entre sus alternativas que de buscar la unidad en una situación prácticamente inédita. Durante mucho tiempo pareció que la suerte sonreiría a Evelyn Matthei, apoyada como estaba por los partidos más poderosos y tradicionales del sector. Sin embargo, todo indica que le pasó algo parecido a Hillary Clinton, tanto en la interna demócrata contra Obama como en la elección contra Trump, en el sentido que sus partidarios la dieron como ganadora antes de tiempo, pensando en una especie de coronación más que en una competencia electoral, así era la confianza que había en Matthei con destacada trayectoria de décadas como diputada, senadora, ministra y alcaldesa.
Así pudo alcanzarla Kast y su partido Republicano y después superarla en los pronósticos, ya que por sobre la economía, el votante promedio se sintió motivado por temas de violencia y delincuencia, donde las soluciones más radicales de Kast sintonizaron mejor con muchos electores que pertenecen a ese grupo que no vota habitualmente cuando el voto es voluntario, pero en esta oportunidad al igual que en los referéndum constitucionales, el voto es obligatorio, existiendo una multa monetaria relevante para quien no acuda a sufragar. Si las encuestas tienen razón y pasa a segunda vuelta Kast y se convierte así en presidente, se demuestra esa vieja verdad electoral en democracia, que es la afirmación que, en la carrera por los votos, aquel candidato que es alcanzado, al igual que en la hípica, quien lo alcanza resulta ganador. Es la aplicación a las elecciones del principio que “caballo alcanzado es caballo ganado”, que ni siquiera es novedoso, ya que de ella hablaba al menos en Chile, alguien que compitió en muchas elecciones como Salvador Allende.
Mención aparte en esta campaña merecen Keiser quien desde las redes sociales construyó una alternativa política que fue creciendo, quitándole también votos a los otros candidatos de derecha y la candidata comunista Jeannette Jara, quien logró superar varios obstáculos, siendo el primero derrotar en primarias a una candidata más fuerte como era la ministra del Interior de Boric y de trayectoria en el partido Socialista Carolina Tohá, a quien le pasó lo mismo que a Matthei en su sector, dando por seguro algo que no lo era. Segundo, pudo superar las limitaciones de un partido como el Comunista que sigue siendo esencialmente un partido leninista que además continúa apoyando a las dictaduras de Cuba y Venezuela, logrando Jara disociarse de esas limitaciones para tercero detener la fuga de votantes de ese sector ante el mal gobierno de Boric, y ser en primera vuelta una candidata competitiva, que ha estado adelante en las encuestas durante meses.
En todo caso, hasta aquí debieran llegar sus posibilidades ya que el mecanismo de la segunda vuelta hace casi imposible que pueda crecer más allá del tercio que la izquierda ha representado históricamente en Chile. Sin embargo, esto le permite a ese sector poder mantener una presencia en el Congreso que de otra manera no habría logrado, que se suma a una derecha que compite dividida, que, aunque logre unidad en la segunda vuelta, puede haber desaprovechado una gran oportunidad para arrasar a sus rivales.
La existencia de la segunda vuelta fue algo que ha estado presente desde el regreso a la democracia, e incluso quedó instalada antes, durante la discusión de la Constitución de 1980, ya que se presentó como un aprendizaje de la elección de Allende en 1970, al argumentarse que de haber existido esta llamada “solución francesa” (por la constitución de Charles De Gaulle), Allende no habría asumido, ya que sus rivales se habrían unido para derrotarlo. Sobre todo, Jara puede haber ayudado al futuro político de Boric, ya que si se va del poder con una candidata que mantiene entre un cuarto y un tercio del electorado, para alguien que se retira en condiciones de crisis y fracaso, pero que al entregar el gobierno el próximo año con 40 años recién cumplidos, con toda seguridad va a poder volver a ser candidato, y, de hecho, hace meses que dejó de gobernar en tiempo presente para concentrarse en su futuro político, y ha buscado una especie de izquierdismo rosado en vez de rojo, al invitar a Sánchez, Lula, Orsi y Petro a construir una alternativa, además de preocuparse de hablar sin contención alguna contra Trump como también de seguir fortaleciendo sus credenciales antisemitas en esta misma línea, ya que todo indica que desea tomar el lugar que alguien por el admirado como Lula, por edad va a dejar vacante en algún tiempo no muy lejano, gane o pierda su reelección.
Chile ha vivido una verdadera lotería electoral los últimos años, donde cada elección produjo resultados distintos, uno detrás del otro. Fue así como desperdició cuatro años entre el 2019 y el 2023 en dos procesos constituyentes, con plebiscito de entrada, dos referéndums, dos rechazos y al final el país volvió al punto de partida, todo precipitado por la violencia de octubre de 2019, sobre la base de dos mentiras que al ser creídas masivamente le pavimentaron la llegada al poder a Boric, primero, que en los exitosos 30 años posteriores al retorno a la democracia, una elite “perversa” no había hecho nada de beneficio para la gente, y junto a ello, una segunda mentira, la “constitución de Pinochet” debería ser enterrada, cuando en realidad tenía tantas modificaciones que era la del presidente Lagos, cuya firma llevaba.
En esos años se transitó desde el intento de cambiarlo todo al deseo de no cambiar nada, un delirio constitucional del cual Chile fue salvado por el voto de sus ciudadanos, quienes le enseñaron a la clase política que en democracia nadie es dueño de los sufragios. Es lo que relatamos en un libro publicado el año pasado con el título de “Chile y su giro de 360 grados” (Fondo Editorial del Interamerican Institute for Democracy, USA, 2024, 264pp), título que se refiere al hecho que al final se volvió al punto de partida.
¿Se mejoró, está curado Chile de esta experiencia? Me gustaría decir que sí, pero no lo creo, ya que ni siquiera pienso que ha superado del todo el octubrismo y la violencia que tanto daño le hizo al país, y que puso en peligro al propio sistema democrático.
Mas aun, el propio sector político que gobernó estos años con Boric y que estuvo detrás de ese proceso, ya ha dejado una manzana envenenada, para lo cual basta observar el presupuesto que todavía está en discusión para el próximo año, toda vez que es notorio que existen algunos ítems que en lo social han sido a propósito desfinanciados, para así asegurar que exista agitación social apenas asuma el nuevo gobierno. El octubrismo está respirando con dificultad, pero no ha muerto, además que el centro político ha prácticamente desaparecido y la derecha no ha sido capaz de unirse en las mejores condiciones que ha tenido en muchos años.
Hay decisiones que el nuevo gobierno va a poder tomar con facilidad apenas asuma en marzo 2026, y que van en línea con el nuevo contexto político que se ha estado creando en América Latina, bastando al respecto observar los cambios políticos en Bolivia, Argentina, Ecuador y con cierta probabilidad en Venezuela y Colombia. Es el caso de restablecer relaciones muy dañadas, por ejemplo, con EE. UU. e Israel, pero ello es insuficiente para la tarea que Chile tiene por delante, que es recuperar el impulso modernizador y de movilidad social ascendente.
En el caso de EE. UU. quizás el nuevo gobierno haga lo que Boric no quiso hacer, que es ofrecerle a EE. UU. un acuerdo de largo plazo con lo que por sobre todo quiere Washington, tierras raras. El tema de fondo es que no basta con ganar una elección, quien quiera sea el ganador en la oposición. Lo que Chile necesita es recobrar lo perdido, la democracia de los acuerdos, buscar consensos para un país mejor, que pueda progresar en paz social.
Creo que Chile necesita aprender de la experiencia de la Concertación que no supo renovarse en el éxito hasta desaparecer. Lo que Chile necesita es proponerse un gran Pacto, para obtener lo que ningún país de la región ha logrado, como tampoco hoy está siendo propuesto, un gran Acuerdo con dos objetivos y nada más que dos, en lo económico llegar al Desarrollo y en lo político, alcanzar una Democracia de calidad, focalizándose así en una meta y dos objetivos.
No es que en el pasado Chile no lo hubiese intentado. Si uno revisa el siglo XX, a partir de la puesta en marcha de la Constitución de 1925, Chile tuvo entre 1932 y 1973, uno detrás de otro, distintos tipos de gobierno. Tuvo a Arturo Alessandri en una restauración civilista después de la dictadura del general Ibáñez, a continuación, entre 1939 y 1952 se sucedieron tres gobiernos de clase media, una de las tres experiencias de Frente Popular en el mundo, terminando las otras dos en desastre, España en su guerra civil y Francia en la derrota humillante ante Alemania. Con posterioridad, en 1952 regresa al poder el General Ibáñez en una rara experiencia populista a la chilena, pero esta vez ejerce el poder en forma impecablemente democrática, para ser reemplazado por el único que podríamos considerar de derecha en este periodo, Jorge Alessandri, quien a su vez es seguido por la “revolución en libertad” de Eduardo Frei Montalva, quien a su vez le entrega la banda presidencial a Salvador Allende, quien en 1973 es derrocado, sin que Chile todavía no pueda superar del todo, la violación de derechos humanos que tuvo lugar en la dictadura de Augusto Pinochet.
Chile tuvo una exitosa transición a la democracia, pero perdió el rumbo. Ojalá aprenda a recuperar el tiempo perdido, pero se necesita algo más que gestión para superar el retroceso experimentado. No basta con gobernar un poco mejor que quienes no tuvieron éxitos comprobables como tampoco continuidad política.
El país está agotado de experimentos, hay estancamiento, y se necesita un nuevo relato, algo por lo que la gente sienta que tiene sentido sacrificarse. De partida, no auto engañarse con los triunfos de segunda vuelta, ya que la evidencia muestra que en la segunda elección aparecen votos prestados, votos entregados como mal menor, ya que, en muchos casos, se vota en contra de aquel que no se quiere, en vez de hacerlo con gusto por aquel o aquella que lo recibe. En la práctica hay un autoengaño, ya que junto al triunfo hay fragilidad, razón adicional por la cual se debe buscar una nueva narrativa, una que motive y no solo obligue.