
Una nueva investigación regional revela que las islas oceánicas del Pacífico Tropical Oriental, entre ellas Galápagos, Malpelo, Clipperton y Revillagigedo, concentran algunas de las mayores poblaciones de tiburones registradas en el planeta. El contraste aparece cuando la mirada se dirige hacia la costa: en áreas protegidas de Ecuador y Costa Rica, los científicos encontraron ecosistemas empobrecidos, con pocos peces y casi sin grandes depredadores.
El estudio, publicado este miércoles en la revista PLOS One y difundido por la Fundación Charles Darwin y National Geographic Pristine Seas, es el primer levantamiento estandarizado de este tipo en siete parques marinos de la región.
La investigación reunió a especialistas de la Fundación Charles Darwin, Pristine Seas, la Dirección del Parque Nacional Galápagos y organizaciones aliadas en México, Colombia y Costa Rica. Para evaluar la presencia y abundancia de tiburones y otros peces de gran tamaño, el equipo desplegó cámaras submarinas con carnada (BRUVs), un método no extractivo que permite observar especies difíciles de registrar por buceo o pesca científica.

Los resultados fueron claros. En los parques oceánicos, la riqueza y abundancia de especies fue alta en todos los niveles de la cadena alimenticia. En varios casos, las mediciones superaron registros de regiones consideradas prístinas. El estudio confirma, por ejemplo, que Galápagos y Malpelo mantienen poblaciones especialmente grandes de tiburón martillo común (Sphyrna lewini), una especie en estado crítico según la UICN y cuya persistencia depende de lugares aislados como estos. Más al norte, en Revillagigedo y Clipperton, predominó el tiburón punta plateada (Carcharhinus albimarginatus). Estas diferencias responden a particularidades ambientales: corrientes, temperatura del agua y disponibilidad de alimento.
El trabajo también identifica cómo cada área funciona en distintas etapas de vida de los tiburones. Según el comunicado oficial, la mayoría de individuos observados en Clipperton eran juveniles, lo que convierte a este sitio en una especie de guardería. En cambio, Galápagos y Malpelo registraron principalmente tiburones adultos, que utilizan estas zonas como áreas de agregación y forrajeo. Juntos, estos patrones muestran que las islas oceánicas forman una red interconectada que sostiene diferentes momentos del ciclo de vida de los depredadores.
La situación cambia drásticamente en las áreas protegidas costeras. En Machalilla y Galera San Francisco, en Ecuador, y en la Isla del Caño, en Costa Rica, los BRUVs captaron muy pocos peces y casi ningún tiburón, pese a que el método está diseñado justamente para atraerlos.

El estudio describe esta tendencia como un caso evidente de “fishing down the food web”: cuando la pesca ha eliminado primero a los depredadores grandes, luego a los medianos y finalmente a los peces pequeños. “La triste realidad es que, pese a estar dentro de áreas protegidas, estas especies probablemente han sido sobreexplotadas hasta el punto de haber desaparecido parcial o totalmente de estos ecosistemas”, dijo Simon McKinley, autor principal del estudio, citado en el comunicado.
El documento señala, además, presiones acumuladas en las costas ecuatorianas, donde coinciden pesca intensiva, uso de artes no selectivos y registros previos de actividades ilegales o no reportadas. En varios de esos sitios, incluso la abundancia de peces herbívoros y planctívoros es baja, lo que indica una alteración más profunda de la estructura trófica.

Los investigadores advierten que la brecha entre parques remotos y costeros muestra la urgencia de reforzar el control y el cumplimiento de las normas en áreas protegidas donde la pesca todavía está permitida. En la región existen más de 77 áreas marinas protegidas, pero muchas tienen categorías que permiten actividades extractivas. Ese es, según los autores, el principal punto débil. “Las reservas estrictamente protegidas, donde la pesca está prohibida, son la mejor herramienta para permitir que los océanos se recuperen. Las áreas mínimamente protegidas no pueden ofrecer los beneficios que los países esperan”, sostuvo Enric Sala, explorador en residencia de National Geographic y coautor del estudio.
La investigación concluye que el Pacífico Tropical Oriental es uno de los refugios marinos más importantes del mundo para tiburones y grandes depredadores, pero advierte que su futuro depende de decisiones coordinadas entre países, una vigilancia más robusta, como el uso de tecnologías como monitoreo satelital, y un avance acelerado hacia áreas marinas estrictamente protegidas. A cinco años del plazo para cumplir la meta global de proteger el 30% del océano al 2030, los autores plantean que el caso de las islas oceánicas del ETP debe servir como referencia para las políticas de conservación que se discutan en la región en los próximos años.