El emoji del guiño se consolidó como una de las expresiones visuales más utilizadas en plataformas de mensajería instantánea como WhatsApp, así como en diversas redes sociales. Lejos de ser un simple adorno, esta pequeña cara amarilla con un ojo cerrado y una ligera sonrisa, o incluso la boca abierta, encierra una vasta gama de significados e intenciones que, con frecuencia, escapan a una interpretación literal.
Según la enciclopedia de emojis Emojipedia, su expresión puede reflejar desde una broma o un coqueteo hasta un mensaje con doble sentido o un simple gesto de positividad y complicidad. La versatilidad de este símbolo es tal que su tono se adapta al contexto, lo que le permite ser percibido como juguetón, afectuoso, sugerente o, crucialmente para la comunicación digital, irónico. Es precisamente en la transmisión de la ironía donde el guiño encuentra uno de sus usos más potentes y diferenciadores, ya que actúa como un puente entre lo dicho y lo realmente significado.
El uso irónico del guiño en WhatsApp permite señalar que un mensaje no debe tomarse de forma literal, sino como una exageración o un comentario que “es tan malo que da risa”. Funciona como un gesto visual que aclara la intención oculta, el subtexto o una actitud despreocupada tras las palabras, lo que sirve para sustituir la inflexión de voz humana que se perdería en el texto. Ejemplos claros de esto son frases como “Claro que me encanta madrugar los lunes”, donde el guiño suaviza el sarcasmo y deja en claro que la afirmación es una broma. Esta capacidad de matizar un comentario obvio o exagerado de forma graciosa es lo que lo convierte en un comodín para el humor negro o las burlas sutiles.

La eficacia del guiño en contextos irónicos reside en su ambigüedad inherente. Puede ser coqueto o amistoso, pero también burlón, lo que permite que el contexto lo incline hacia la ironía. En un medio textual donde el tono de voz está ausente, el guiño se erige como un marcador esencial que indica una intención opuesta a la literal, lo que previene malentendidos o como atenuador de mensajes potencialmente ásperos. Se integró de tal manera en la comunicación digital que se reconoce culturalmente como un ícono visual para matizar.
Además del sarcasmo, el guiño cumple otras funciones vitales. Puede utilizarse para el doble sentido, ya que se puede sugerir algo sin decirlo directamente, a menudo con un matiz juguetón o coqueto. También refuerza la complicidad, al indicar un entendimiento mutuo o un secreto compartido, como si dijera “ya sabes de lo que hablo”. En invitaciones informales, aporta un toque amigable y relajado, lo que sirve para quitar rigidez al mensaje.
Sin embargo, la misma ambivalencia que lo hace tan útil también puede generar confusión. A diferencia de otros emojis con significados más universales, el guiño es naturalmente ambiguo. Lo que para una persona es un gesto coqueto, para otra puede ser percibido como una burla o incluso algo fuera de lugar. Esta dificultad en la interpretación se agudiza en entornos como los chats laborales, donde un guiño que busca ser simpático puede ser malinterpretado. En la cultura digital, donde fue adoptado como un “comodín emocional”, su traslado a la pantalla implica una pérdida de los matices que en la vida real acompañan un gesto similar.

Para un uso efectivo y evitar malentendidos, los expertos sugieren considerar la relación con el interlocutor, el contexto de la conversación, reforzar el tono con comentarios claros que lo acompañen, y recordar que “menos es más” para que no pierda su fuerza. El valor del guiño depende, en gran medida, de quién lo envía, a quién se dirige y el tipo de interacción en la que se inscribe.