Son difíciles las listas de fin de años, esa de “los mejores libros…” porque, digamos todo, nadie ha leído la producción de la industria editorial completa. Dicho, esto, y sabiendo que los que trabajamos con libros, de todos modos, leemos muchos mes a mes, me da gusto compartir lo que, por un motivo u otro, más me gustó. Me resultaba un poco raro mezclar ficción y no ficción, y este año particularmente intenso en lo político leí mucho ensayo, historia, esas cosas. De eso quiero hablar ahora.

Dicen que elegir es renunciar y yo quisiera elegir sin renunciar. Así que aquí recomendaré los cuatro libros que más me interesaron, sin olvidarme de que también valieron la pena otros, como Deseo y destino, de David Rieff, Un detalle siniestro en el uso de la palabra fascismo, de Santiago Gerchunoff y Hannah Arendt, de Thomas Meyer. Y, ni que hablar, Alberdi, la biografía de María Victoria Baratta. Pero, bueno, elegir es elegir, así que ahí voy.

1) “Triste tigre”, de Neige Sinno

Una forma sencilla pero simplota de definir este libro sería: “Una autobiografía de una nena violada por su padrastro desde los seis, siete, ocho años”. Y Triste tigre es eso, pero es mucho más. Una novela de no ficción implacablemente narrada, en la que la autora piensa en la violación de niños desde todos los costados, sin sacar jamás el cuerpo. “Me violaron, me violaron, me violaron”, dirá, como para recordárselo a sí misma y, a la vez, para que quede claro.

Un escalpelo sobre la sociedad toda: “Violan porque pueden, porque la sociedad se lo permite, porque les han dado permiso; y cuando un hombre tiene permiso para violar, viola”. Una mirada durísima pero también comprensiva sobre la madre: “Se pasó un año en estado de shock, sin poder separarse de él”. No me protegió, dice, como tampoco el padre, ni los abuelos, ni los maestros, ni los médicos que la trataban por distintos dolores. “Pero ella no es la que me violó”. La madre, explica, usó ese año para terminar los estudios que necesitaba para mantener a sus cuatro hijos. Y después “Me acompañó en el proceso legal, se divorció de él, perdió su casa, su credibilidad a ojos de la gente del pueblo, a ojos de sus amigos. Su vida se desmoronó”.

También escuchamos, de alguna manera, al señor, que habló porque hubo un juicio, y dijo que todo eso era algo que le había pasado, que él era una víctima y extremando un poco -así lo ve Neige- que él era una víctima de ella. Terminó preso, claro, y salió antes por buena conducta.

Neige Sinno llevó a su agresor a juicio años más tarde.

Sinno cuenta cosas tremendas pero se abstiene, o casi, de narrar en detalle escenas sexuales. Una de las más tremendas, para mí, dice así: “Algunas horas después de las fotos, o antes, me llevó a un cuarto apartado y le hice una felación. No tuve que agacharme, solo estábamos él de pie y yo enfrente, ya que entonces apenas le llegaba a la cintura”. No puedo sacarme esa imagen de la cabeza porque la leí en un libro, imagínense ella, que la vivió.

Y esta idea tiene que ver con lo que, tal vez, sea el punto más irritante de todo: Sinno, que hizo una carrera como escritora, que tiene una pareja y una hija, combate la idea de “superar” la violación, de “dejarla atrás”, y también la de correrse del lugar de víctima. Han cosas que han ocurrido y no se las suaviza con palabras. Y, dice, si fuiste violada cuando eras chica, cuando te estabas haciendo como persona, la violación es parte esa hechura. ¿Cómo dejarla atrás?

No hay manera de ser violado y, al mismo tiempo, no ser víctima. Una persona violada es víctima de una violación, ha sido víctima de una agresión cometida contra su voluntad”, escribe. Clarito, sencillo, de una lógica que golpea.

¿Pero acaso su vida no está bien, esta historia no termina bien? “Yo tampoco noto ese maldito sentimiento de final feliz. Porque no hay final. No se ha terminado”, dice Sinno. Y si a alguien se le ocurre argumentar que este libro es prueba de lo contrario, ahí está ella con el hacha: “La literatura no me salvó, no estoy a salvo”.

2) “Síndrome 1933″, de Siegmund Ginzberg

Analogías entre los años del ascenso de Hitler y el presente.

“Hay muchas similitudes entre el 1933 de Hitler y este 2025”, me dijo el italiano Siegmund Ginzberg cuando lo entrevisté por Síndrome 1933. Su libro mostraba cercanías inquietantes. Al líder le apasionaban los perros, el gobierno era autoritario pero se lo veía como símbolo del cambio, de lo nuevo, y de lo nuevo que venía porque lo anterior ya no podía ser peor. Hablaba del gobierno de Adolf Hitler, claro, y dejaba que las comparaciones corrieran por nuestra cuenta.

“Despiadados con los seres humanos, compasivos con los animales. Entre las primerísimas medidas aprobadas por el gobierno de Hitler, después del decreto que disponía que se expulsara inmediatamente de los territorios del Reich a los inmigrantes clandestinos (casi todos judíos, huidos de la miseria, la guerra y los pogromos del Este), figuraba una «Ley contra la crueldad hacia los animales», promulgada en abril de 1933″, escribe.

Ginzberg -estudió Filosofía, es periodista- mira el mundo hoy y hace analogías, ve coincidencias con el estado de cosas que llevó al nazismo. Le da miedo, dice. Pero, claro, también dice que no hay por qué creer que las cosas se van a repetir.

Así, señala cosas como que Hitler subió teniendo pocos legisladores en el Congreso, habla del manejo de la prensa, sostiene que “No lo vieron venir”.

El autor italiano Siegmund Ginzberg.

Y sobre el discurso conservador en las costumbres cita un artículo de George Simenon: “Las orgías, el nudismo, la usura, el freudismo, los chiquillos y las chiquillas, la locura y el frenesí, la heroína, la cocaína, y quién sabe qué más… Pues bien, unas cuantas decenas de miles de alemanes creen que todo esto se ha acabado, que han recuperado el equilibrio […] Hitler los ha encarrilado.”

Hay más: Ginzberg cuenta que el nazismo se ufanaba de haber limpiado las calles de mendigos y prostitutas. Y de su mano dura: . “‘No hay rastro de sentimentalismo en nuestros centros penitenciarios y en nuestras prisiones’, proclamaba triunfal Der Angriff («El ataque») de Goebbels».

Para pensar, entender, pensar de nuevo. Sin alarmarse: la historia no va en espejo y todo se puede modificar.

3) “La hora de los depredadores”, de Giuliano Da Empoli

El autor -otro italiano- llega a este libro, La hora de los depredadores, con la buena reputación ganada en el anterior: El mago del Kremlin.

Pero si en el anterior mostraba el poder de un asesor de comunicación que está detrás del presidente ruso, aquí habla de la alianza entre política y tecnología, que le está cambiando las reglas al mundo. El discurso es “rompemos las leyes pero hacemos milagros”, me dijo cuando lo entrevisté. Y la promesa del milagros, sostuvo, es muy poderosa.

Da Empoli mostrará lo nuevo del mundo nuevo. ¿Cómo se legisla para que Waze no desvíe el tránsito de la autopista hacia el centro de un pequeño poblado, que de pronto se vuelve un infierno?

¿Qué límites tiene un príncipe saudí que invita a los grandes empresarios de su país a una fiesta, los encierra y los tortura hasta que van aceptando sus condiciones?

Giuliano da Empoli en Buenos Aires, en charla con Infobae. (Gustavo Gavotti)

“El ecosistema digital no es algo neutral”, dijo en la entrevista. “Y esos chicos simpáticos, esos emprendedores tecnológicos que llevan buzos con capucha, antes estaban a favor de la paz universal y la comunicación y todo eso, pero ahora han formado una alianza con líderes muy extremos. No es sólo Elon Musk, aunque Musk sea muy visible”.

El libro está contado en viñetas, escenas que es interesante leer. Bukele “ridículamente vestido con un traje diseñado por él mismo, confeccionado por el estilista de Miss Universo”. Trump riéndose: “Ho, ho, ho, I’m back”, tras la elección que lo volvió a poner al frente de los Estados Unidos. Y cómo las plataformas les suben la temperatura a los debates políticos para generar más interacciones y terminan corriendo la aguja de la democracia: “Si la movilización de los prejuicios siempre ha sido el nervio del combate político, las redes sociales han permitido darle una dimensión industrial”, escribe.

Asesor y analista político, Da Empoli vuelve a meterse con el poder, va a sus huesos y a su nervio. Un poco desconcertante es su lectura, pero provechosa.

4) “La casa está en orden”, de Horacio Jaunarena

La edición de este libro de quien fue ministro de Defensa de tres gobiernos -los de Raúl Alfonsín, Fernando De la Rúa y Eduardo Duhade- es de 2011. ¿Por qué lo consigno entre los libros de 2025? Porque este año salió su edición digital, que publicó Leamos, la editorial de Infobae, para descarga gratuita.

Se tenga la idea política que se tenga, es apasionante leer los entretelones de la política argentina, ni que hablar de la que tiene que ver con la salida de la Dictadura. “La transición a la democracia en Argentina fue decisiva para la toma de conciencia mundial sobre el derecho a la vida y a la integridad física de las personas”, escribe Jaunarena. Y sí, en el gobierno que él integró se juzgó -un caso único en la Historia- a militares que no habían perdido la guerra.

El camino no había sido de rosas. Su propia asunción había arrancado con una provocación: “A poco de iniciada la ceremonia, alguien me susurró al oído, con voz inquieta, que detrás se encontraban los generales Videla y Viola. Giré mi cabeza de manera cuidadosa y pude constatar que lo que en principio me había parecido una broma, era cierto”.

Horacio Jaunarena fue protagonista de los principales acontecimientos de la historia reciente en la Argentina. (Adrián Escandar)

Luego vino la decisón de juzgar: “La cantidad y magnitud de las denuncias era estremecedora. No sólo el Ministerio recibía denuncias de familiares de muertos o desaparecidos o de personas que habían sido torturadas. Como ya lo dijimos, en múltiples juzgados del país ocurría exactamente lo mismo“.

Ese juicio, que es histórico, no fue todo: pasan por el libro las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, el ataque a La Tablada y su represión, los levantamientos carapintadas.. todo en la primera persona de quien estuvo en el escenario donde ocurrían los hechos.