Es complejo de entender. Y tampoco fácil de explicar. Pero de lo que no cabe duda es de que Justin Bieber está pasando por una época que no está entre las más brillantes de su vida. La dificultad reside en saber el porqué. Lo cierto es que ni él ni nadie, pese a tener fama y fortuna, es intocable a la enfermedad, la tristeza o los simples baches de la vida, pero también lo es que el artista podría estar en un momento de gloria: juventud, dinero, pareja estable, su primer hijo, una pausa laboral, nuevas y diferentes ideas en el horizonte, un cambio en sus equipos… Pero todo eso, precisamente, puede ser la causa de ese algo que lo asedia.

Las apariciones públicas del cantante lo demuestran. Es una mezcla de todo: actitudes, peleas, miradas y declaraciones. El remate se produjo en las dos últimas semanas. Tres videos suyos sorprendieron a muchos. Primero, de hace unos días, en un bar con varias estrípers y bailarinas, siendo consciente de que lo estaban grabando. Era el 27º cumpleaños de la rapera Janae Nierah Wherry, conocida como Sexyy Red, y él salió con ella en Los Ángeles para celebrarlo, vestido con un abrigo de piel y collares de oro, con un cigarrillo electrónico en una mano, perreando junto a la artista ante los celulares que lo apuntaban. El segundo fue en Coachella, el mediático festival que se celebró hace pocos días en el desierto de California. Allí se le vio junto a su esposa, Hailey Bieber, con quien dio una fiesta tras el show de Lady Gaga. Y ahí un fan lo captó en un concierto junto a su mujer y su hermano, Jaxon, de 15 años. Se lo ve sin camiseta, bailando y fumando lo que parece marihuana. Entonces, Hailey aparta a Jaxon de Justin y se lo lleva hacia un lado del escenario. En el tercer video, se ve al cantante enfrentándose con unos fotógrafos al salir de una cafetería en Palm Springs, cerca del festival. “Lo único que les importa es el dinero, no los seres humanos”, vocifera. “¡Dinero, dinero, dinero, dinero!”, les grita sin parar. Y el viernes pasado publicó un video en el que grabó a los paparazzi que lo esperaban en una de sus salidas: “Esto tiene que parar”, escribió. “Me golpean desde todos los ángulos. Y no soy ninguna víctima. Me mudé a Los Ángeles sabiendo que aquí está jodido. Pero, ¿podemos alinearnos y cambiar esta mierda o vamos a dejar que estos malditos muchachos sigan tratándome como una mierda y no cambiaremos las leyes ni nada? La gente ha tenido que morir por esta mierda, la princesa Diana es la primera que me viene a la mente», denunciaba la persecución mediática en un mensaje publicado pocas horas después.

Justin y Hailey Bieber salieron a la calle en Palm Springs, California, un día después de su colapso público. Justin llevaba una remera con la imagen de su álbum Believe de 2012

Sus maneras despreocupadas y adolescentoides en un país, los Estados Unidos, tremendamente conservador con las costumbres familiares y donde puede estar mal visto que un hombre adulto con una carrera, casado y con un bebé de ocho meses aparezca de manera tan pública consumiendo drogas y en actitud errática, alertó a sus seguidores, pero también a su entorno y a la prensa. De tabloides como TMZ a clásicos del entretenimiento como The Hollywood Reporter, pasando por la revista People, se preguntan qué le pasa a Bieber y hablan con su entorno para intentar, con poco resultado, dar con un motivo, pero todos parecen estar de acuerdo en el mal momento.

“Enfrenta muchos demonios ahora mismo”, dijo una fuente cercana en People. “Ha tomado decisiones muy malas, que impactaron en sus amistades, su dinero y negocios. La gente está preocupada por él”. En un artículo en The Hollywood Reporter, un antiguo miembro de su equipo afirmaba: “Verlo desintegrarse así es ver la encarnación de alguien que no está viviendo según su propósito. Está perdido. Nadie lo protege porque no hay nadie que se atreva a decirle que no. Si le decís que no, te echan”.

Su último disco

¿Qué ha pasado para llegar a ese punto? Probablemente, varias cosas a la vez. Una de ellas es que hace cuatro años que el canandiense no lanza un disco. El último fue Justice, en marzo de 2021 (donde se incluía el que puede considerarse su último gran hit, “Peaches”). Si para junio no saca álbum, será la pausa profesional más larga de su carrera. También han pasado tres años desde su última canción, “Honest”, junto al rapero Don Toliver, que pasó bastante desapercibida: Bieber tiene más de una quincena de canciones que han superado los mil millones de reproducciones en Spotify; esta tiene menos de 140 millones. Ese hiato profesional no es común para un artista de su talla.

Además, tampoco actúa en vivo: llevó Justice de gira solo a medias, ya que tuvo que cancelarla por una parálisis facial, algo que le ha pasado factura económica. Según The Hollywood Reporter, al no cumplir su contrato con la promotora, que le había pagado 40 millones de dólares de adelanto, tuvo que devolverle una buena porción, más de 20 millones.

Se podría decir que Bieber ha estado más centrado en su vida personal, huyendo del estrés, cosa que es cierto, en parte. En septiembre de 2019 se casó con la modelo, y el pasado mes de agosto nació su primer hijo, un niño llamado Jack Blues. En sus siete años de relación, el cantante y la fundadora de la marca cosmética Rhode han visto cómo a menudo se hablaba de crisis en la pareja. El pasado enero fue probablemente la más sonada, cuando él dejó de seguirla en redes sociales. Bieber salió a desmentir que hubiera sido así y lo achacó a que “alguien” lo había hecho: “Las cosas se están poniendo sospechosas”.

Justin Bieber en sus comienzos

A quien sí ha dejado de seguir y ha perdido en este tiempo es quien lo acompañó y guio durante años, su manager, Scooter Braun. Ya más empresario que agente, Braun dejó de representar a artistas como Demi Lovato o Ariana Grande en 2023. También a Bieber. Él lo dejó de seguir en redes en enero, pese a que fueron de la mano desde que el artista tenía 13 años y empezó a colgar sus videos caseros en YouTube, y Braun lo descubrió y lo lanzó a la fama global. Él supo dotarlo de su aura de superestrella y acallar sus pecados, como cuando en 2014 fue detenido por conducir borracho. Además, fue Braun quien le prestó a Bieber esos 20 millones para cubrir los costos de la gira y, según se ha publicado, aun no ha saldado la deuda.

Justin Bieber hace cinco años en una fiesta en Atlanta junto a Sean Combs

Braun es, como Bieber, un personaje complicado en el ecosistema musical. También es alguien externo, sin padrinos, igual que el canadiense, y ambos se han valido de su olfato, su talento y sus golpes de suerte para crecer en el sistema y convertirse en figuras de influencia y, además, millonarios. Pero ambos están unidos también por una serie de personas que no pasan por un buen momento. Braun representó a Usher, por ejemplo, y ahora son tan amigos que se van juntos de vacaciones; pero también a Kanye West, rapero y empresario caído en desgracia. Tras descubrir a Bieber, Braun lo puso en brazos de Usher para que lo ayudara a crecer en ese ambiente; ahora, el canadiense ha dejado de seguir al rapero. Además, de ese mundillo también formaba parte Sean Combs, conocido como Puff Daddy o Diddy, rapero y fundador de una compañía de discos. Combs está encarcelado y será juzgado en mayo por cinco acusaciones: dos delitos de tráfico sexual, dos de transporte para ejercer la prostitución y uno de asociación ilícita. Tiene cientos de denuncias de hombres y mujeres de todo el país por acoso, abuso y violación, varios de ellos menores.

Se desconoce cómo fue la relación entre Combs y Bieber, pero sí que formó parte del rito de paso a la madurez del joven. Hay ciertos detalles: por ejemplo, que el canadiense pasó 48 horas con Combs cuando tenía 15 años, como contaron en un video hace unos años que volvió a salir a la luz hace unos meses, tras los escándalos del rapero. También que celebraron algunos cumpleaños del joven juntos. En un programa de las Kardashian de 2014, una de las mediáticas y ricas hermanas, Khloé, cuenta que acudió a una de las fiestas del rapero, aunque no se sabe si de las que ahora se están investigando por hechos delictivos. “Me metí en un avión a las cinco y media de la mañana. Esa fiesta… creo que la mitad de la gente estaba completamente desnuda”, comentaba, para pasar a detallar a “un montón de amigos”, como “Diddy, Quincy, Justin Bieber…”. Parece lógico que el juicio que enfrenta Combs a partir del 5 de mayo, donde es posible que salga su nombre, tenga inquieto a Bieber.

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Más lazos cortados, ya sea por nuevos proyectos o por dejar atrás el pasado. Bieber ha dejado de mantener relación con Ryan Good, quien fue su estilista y socio para fundar su marca de moda, Drew House. Fue su padrino de boda, pero ahora hasta dejó de seguirlo en Instagram. De hecho, se desentendió de la manera terminante: “Yo, Justin Bieber, ya no estoy involucrado en esta marca. Drew House no me representa ni a mí ni a mi familia ni a mi vida […] No tires tu dinero en Drew House”, escribió el 10 de abril. Poco después, borró el mensaje.

Ahora, en ese ansia por borrar el pasado y mirar solo adelante, contrató a nuevos colaboradores para Skylrk, una nueva marca de moda que lleva vistiendo hace un par de años, pero que aun no ha visto la luz ni se sabe cuándo lo hará. En sus redes cuelga prendas que él mismo viste, pero de las que no se sabe si hay auténtica producción o apenas prototipos, como los que muestra. A principios de mes lanzó lo más revelador hasta el momento: un video de animación donde promociona la firma, pero con un par de pistas de lo que deja atrás. Primero, en las imágenes se lo ve por una calle sobre una patineta eléctrica, scooter, en inglés, es decir, el nombre de su antiguo agente. Llega a una casa y deja tirada la patineta, que se queda sin batería. Al entrar en la vivienda, algo anticuada y destartalada, en la piscina hay un flotador de su antigua marca, Drew, lo que deja entrever que esa es la Drew House. Prende unos fósforos con el logo de Skylrk y hace arder la casa, y se marcha de allí con su esposa, a la que besa, y su hijo, hacia otra casa iluminada por el sol, transparente y más moderna, sin mirar atrás.

Justin Bieber más abocado a la moda, que a la música

Quizá sea ahora la moda lo que llame a Bieber, y no la música. Quizá el cansancio, los años de juventud trabajada, las complicadas compañías, le hayan hecho dar un paso atrás. Quizá la desgana, quizá la cuestión financiera, incierta. Sin música ni giras, no tiene grandes ingresos en activos. Hace un par de años, y por sorpresa, vendió todo su catálogo musical por unos 200 millones de dólares. Posee seis inmuebles, de Beverly Hills a Idaho, y su esposa tiene también una carrera como empresaria cosmética, por lo que el dinero no debería ser problema. Sus representantes, que apenas aparecen, salieron a negar categóricamente que tenga preocupaciones monetarias, clamando que “cualquiera que venda una historia sobre supuesto estrés financiero o no entiende la industria del entretenimiento o, probablemente, intenta pintar un retrato poco favorecedor de Justin que no guarda parecido con la realidad”.

Lo cierto es que no hay muchos artistas como él, solistas jóvenes con largas carreras y bases amplias de fans. Es un arma de doble filo, por otro lado: él reconocía hace unas semanas que a veces se odia a sí mismo, que se siente “poco auténtico” y tiene “problemas de ira”, pocos días después de hablar de su gran síndrome del impostor: “Siento que no estoy preparado y que no estoy cualificado la mayoría de los días”. Por ahora, su refugio es la fe, que ha encontrado en una comunidad llamada Churchome en la acaudalada Beverly Hills. Comandada por un pastor de apenas 44 años llamado Judah Smith, que es, además, su guía espiritual, acude a sus servicios por Zoom y también en persona. “Hablamos y rezamos mucho, pensamos mucho juntos”, contó Smith sobre su célebre parroquiano en una entrevista con The Daily Beast. Tienen tatuajes a juego. Según quienes los conocen, Smith influye enormemente en las decisiones vitales y profesionales del cantante. Habrá que esperar a ver cuánto dura esa influencia en la vida del volátil Justin Bieber.